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—¿Puede oírnos ella ahí? —preguntó.

—No, señor. El cuarto de baño está insonorizado, como todo el apartamento.

—Ha dicho usted que ella vivía aquí. ¿Qué significa eso?

—Es… era la chica del señor O'Brien. Ella no ha tenido nada que ver en esto, no tenía ningún motivo para pensar en una cosa así. El señor O'Brien era su galleta y su marga… —Tab se interrumpió bruscamente, tal vez dándose cuenta de que también él podía resultar sospechoso. Se encogió de hombros—. Y también las mías. Ahora, los dos tendremos que buscar otro empleo.

Se replegó sobre sí mismo, mirando con gran desaliento hacia un futuro súbitamente incierto.

Andy echó una ojeada a su alrededor, contemplando ropas esparcidas por el suelo y los forzados cajones del tocador.

—Podían haberse peleado antes de que ella saliera, esta mañana, y podía haberlo hecho entonces.

—¡Ni hablar! —Tab apretó los puños con fuerza—. La señorita Shirl no es la clase de persona que podría hacer una cosa así. Cuando dije que no era blandengue me refería a que podía apechugar con las cosas, ya sabe, salir adelante por sus propios medios. No podría haber hecho esto. Tendría que haber sido antes de reunirse conmigo en el vestíbulo, y se presentó como siempre, sonriente y ¿cree acaso que una persona puede permanecer impasible después de esto? —señaló furiosamente el voluminoso cadáver que yacía entre ellos.

Andy no lo dijo, pero estuvo de acuerdo con el guardaespaldas. Una pajarita tan guapa como aquella no tenía que matar a nadie. Lo que hacía lo hacía por don Dólar, y si un individuo le causaba demasiados problemas no le resultaría difícil encontrar a otro individuo con dinero. Sin necesidad de matar a nadie.

—¿Qué me dice de usted, Tab? ¿Liquidó usted al viejo?

—¿Yo? —estaba sorprendido, no furioso—. Ni siquiera subí al apartamento hasta que llegué con la señorita Shirl y le encontré muerto. —Irguió la cabeza y añadió, con orgullo profesional—: Y yo soy un guardaespaldas. Tenía un contrato para protegerle. Cumplo mis contratos al pie de la letra. Y cuando mate a alguien no será así… esa no es manera de matar a una persona.

Cada instante transcurrido en la refrigerada habitación hacía que Andy se encontrara mejor. Había dejado de sudar, y casi había olvidado su jaqueca. Sonrió.

—Estrictamente entre nosotros, estoy de acuerdo con usted. Pero soy policía y tengo la obligación de hacer un informe, sin descartar ninguna posibilidad. Esto tiene todo el aspecto de un robo con fractura: alguien forzó la puerta, O'Brien le sorprendió robando, y el ladrón le golpeó con la palanqueta que había utilizado para forzar la puerta. —Inclinó la mirada hacia la inmóvil figura—. ¿Quién era… a qué se dedicaba? O'Brien es un apellido corriente.

—Tenía algún negocio —dijo Tab evasivamente.

—No me está ayudando demasiado, Fielding. Piense un poco.

Tab miró hacia la cerrada puerta del cuarto de baño y se encogió de hombros.

—No sé lo que hacía, exactamente… y tengo el suficiente sentido común para no preocuparme por las actividades del señor O'Brien. Supongo que no eran demasiado legales, y tenían algo que ver con la política también: sé que recibía aquí a personajes importantes, incluso de la Alcaldía…

Andy hizo chasquear sus dedos.

—O'Brien… ¿No será Big Mike O'Brien?

—Así era como le llamaban.

—Big Mike… — Bueno, no se ha perdido gran cosa. De hecho, podríamos perder a unos cuantos más como él y no les echaríamos de menos.

—No sé nada acerca de eso —Tab miraba fijamente delante de sí, con el rostro inexpresivo.

—Relájese. No trabaja ya para él. Su contrato acaba de ser cancelado.

—Me han pagado hasta final de mes. Terminaré mi trabajo.

—Su trabajo terminó en el momento en que este individuo recibió el golpe mortal. Creo que será mejor que cuide de la muchacha.

—Eso voy a hacer —el rostro de Tab se relajó, y miró al detective—. No va a ser fácil para ella.

—Lo superará —dijo Andy secamente. Sacó su cuaderno de notas y su estilográfica—. Ahora voy a hablar con ella, necesito un informe completo. Quédese en el apartamento hasta que haya hablado con ella y con los empleados del edificio. Si sus relatos corroboran el suyo, no habrá ningún motivo para retenerle a usted.

Andy sacó una bolsa de polietileno de su bolsillo y la deslizó de modo que el hierro se introdujera en ella, sin tocarlo; luego desprendió el arma del cráneo cogiéndola a través de la bolsa, lo más abajo posible; salió con bastante facilidad, y la herida sólo dejó escapar un hilillo de sangre. Precintó la bolsa, cogió una funda de almohada de la cama y dejó caer en ella la bolsa y la llanta de hierro. Así no habría quejas por llevar el hierro ensangrentado a la vista por la calle… y si actuaba como era debido podría quedarse con la funda de almohada. Extendió una sábana sobre el cadáver antes de llamar a la puerta del cuarto de baño.

Shirl abrió la puerta unos centímetros y alzó la mirada hacia él.

—Quiero hablar con usted —dijo Andy, y entonces recordó que el cadáver estaba en el suelo, detrás de él—. ¿Hay otra habitación…?

El cuarto de estar; yo iré delante.

Abrió del todo la puerta y salió, andando una vez más pegada a la pared y sin inclinar la mirada hacia el suelo. Tab estaba sentado en el vestíbulo y les miró en silencio mientras pasaban.

—Instálese cómodamente —dijo Shirl—. Vuelvo en seguida. —Entró en la cocina.

Andy se sentó en el diván, que era muy blando, y colocó su cuaderno de notas sobre su rodilla. Otro acondicionador de aire zumbaba en la ventana, y las cortinas que colgaban desde el techo hasta el suelo estaban casi cerradas del todo, de manera que la tamizada luz resultaba muy agradable. El televisor era un monstruo. Había cuadros en las paredes, al parecer realmente pintados a mano, libros, una mesa de comedor y sillas de madera rojiza. Todo muy elegante, para ciertas personas.

—¿Quiere un trago? —inquirió Shirl desde la cocina, sosteniendo en alto un vaso de forma alargada—. Esto es vodka.

—Estoy de servicio, gracias de todos modos. Le aceptaré un poco de agua fresca.

Shirl se presentó con una bandeja y, en vez de entregarle su vaso a Andy, lo apretó contra el brazo del diván, al alcance de la mano del detective. Cuando lo soltó el vaso permaneció allí, desafiando la gravedad. Andy tiró de él y el vaso quedó en su mano, libre; entonces vio que había unas anillas de metal rodeando el cristal, de modo que debajo de la tela tenían que haber imanes ocultos. Muy original. Por algún motivo desconocido, aquello le irritó y, después de beber unos sorbos de agua fría, y sin ningún sabor extraño, dejó el vaso en el suelo, junto a su pie.

—Me gustaría hacerle algunas preguntas —dijo, trazando una gruesa línea en su cuaderno de notas—. ¿A qué hora salió usted del apartamento esta mañana?

—A las siete en punto, cuando Tab entra de servicio. Quería terminar la compra antes de que el calor apretara demasiado.

—¿Cerró la puerta detrás de usted?

—Es automática, se cierra sola; no hay manera de dejarla abierta a menos de que se bloquee con algo.

—¿Estaba vivo O'Brien cuando usted se marchó?

Shirl le miró con una expresión furiosa en los ojos.

—¡Desde luego! Estaba dormido, roncando. ¿Acaso cree que le maté yo? —la expresión de furor se convirtió en un rictus de dolor mientras la muchacha recordaba lo que estaba tendido en la otra habitación; bebió un rápido sorbo de su vaso.