—¡Estafador! —dijo Sol—. Ya te pagué treinta y cinco dólares…
—Aquello era por el material, la mano de obra es aparte. Si quiere disfrutar los pequeños lujos de la vida, tiene que estar dispuesto a pagar por ellos.
—Necesito reparaciones, no filosofía —dijo Sol, entregándole el dinero—. Eres un ladrón.
—Prefiero pensar en mi como en un saqueador de tumbas electrónicas —dijo el hombre, embolsándose los billetes—. Si quiere conocer verdaderos ladrones, venga a ver lo que les pago a los desguazadores de aparatos. —Se colgó al hombro la caja de herramientas, y se marchó.
Eran casi las ocho. Sólo unos minutos después de el reparador terminó su trabajo, una llave giró en la cerradura y entró Andy, cansado y acalorado.
—Tienes un aspecto realmente decaído —dijo Sol.
—El mismo que tendrías tú si hubieras pasado el día que he pasado yo. ¿No puedes encender una luz? Aquí no se ve nada… —se arrastró hasta la silla situada junto a la ventana y se dejó caer en ella.
Sol encendió la pequeña bombilla amarilla que colgaba en el centro de la habitación, y luego se dirigió hacia el refrigerador.
—Esta noche no hay Gibsons, estoy racionando el vermouth hasta que pueda elaborar un poco más. Tengo el cilantro, y la raíz de lirio de Florencia y lo demás, pero quiero secar un poco de salvia, ya que sin ella no sabe a nada. —Sacó del refrigerador una jarra escarchada y cerró la puerta—. Pero he puesto a refrescar agua con un poco de alcohol para que te entumezca la lengua y no notes el sabor del agua. Te aplacará los nervios, también.
—¡Vamos a verlo! —Andy sorbió la bebida y logró esbozar una especie de sonrisa—. Siento que tengas que pagarlo tú, pero he pasado un día de perros… y lo que me espera. —olfateó el aire—. ¿Qué es lo que se cuece en la estufa?
—Un experimento en economía doméstica… y era gratis presentando la cartilla de Beneficencia. Es posible que no te hayas dado cuenta, pero nuestro presupuesto para alimentación ha quedado hecho añicos desde la última subida de precios. —Abrió un bote y le mostró a Andy la sustancia granular de color oscura que contenía—. Es un nuevo ingrediente milagroso suministrado por nuestro benévolo Gobierno y llamado ener-G. El nombre, al menos, es asquerosamente original… Contiene vitaminas, minerales, proteínas, hidratos de carbono…
—¿Todo, excepto sabor?
—No hay que ser demasiado exigente… Lo he mezclado a la harina de avena. No creo que sea una mala idea, porque estoy empezando a aborrecer la harina de avena. Este ener-G es el producto de la más reciente maravilla de la ciencia, el plancton de ballena.
—¿El qué?
—Sé que nunca has abierto un libro pero… ¿no ves nunca la televisión? Dieron un programa de una hora sobre el terna. Un submarino atómico acondicionado especialmente navega por el mar igual que una ballena absorbiendo plancton, el conjunto de organismos vegetales y animales microscópicos que te sorprenderá saber que alimentan a las poderosas ballenas. A las tres únicas ballenas que quedan. Las formas de vida más diminutas alimentando a las mayores… tiene que haber una moraleja en alguna parte. Bien, el submarino absorbe el plancton, prensándolo para escurrir el agua y convertirlo en pequeños bloques, que quedan almacenados hasta que el submarino se llena y puede regresar y ser descargado. Entonces, los bloques de plancton son manipulados y se convierten en ener-G.
—¡Oh, Cristo, apuesto a que sabe a pescado!
—No se aceptan apuestas —suspiró Sol, y sirvió la harina de avena.
Comieron en silencio. La harina de avena mezclada con ener-G no era tan mala como habían esperado, pero tampoco muy buena. En cuanto hubo terminado, Sol se quitó el sabor de la boca con la mixtura agua-alcohol.
—¿Has dicho algo acerca de lo que te espera? —inquirió—. ¿Acaso hoy vas a tener que doblar el servicio?
Andy se encaminó a la ventana: ahora que el sol se había puesto, soplaba una ligera brisa que hacía más soportable el húmedo calor.
—Algo por el estilo, me han asignado un servicio especial. ¿Recuerdas el caso de asesinato del que te hablé?
—¿Big Mike, el gangster? El que le liquidó prestó un servicio a la raza humana.
—Mis sentimientos coinciden con los tuyos. Pero el muerto tenía amigos políticos que están más interesados el caso que nosotros. Tienen mucha influencia, han do de unos cuantos hilos, y el jefe superior en persona llamó al teniente y le ordenó que destinase a un hombre exclusivamente a la investigación y encontrara al asesino. En el informe figuraba mi nombre, de modo que me tocó la china. Y el bastardo de Grassy no me habló del asunto hasta última hora. Me asignó el trabajo cuando estaba firmando en el libro de salida y me «sugirió» que lo empezara esta misma noche. Ahora —añadió, poniéndose en pie y desperezándose.
—Es un buen asunto para ti, ¿no? —inquirió Sol, mesándose la barba—. No dependerás de nadie, serás tu propio jefe, trabajarás las horas que te plazca, y acabarás cubriéndote de gloria.
—No será de eso de lo que me cubriré si no resuelvo el caso rápidamente. Hay muchas influencias en juego, y no cesan de presionar. Grassy me dijo que si no descubría pronto al asesino tendría que volver a ponerme el uniforme y patrullar por los muelles.
Andy entró en su cuarto y abrió el candado del cajón del fondo del armario. Allí guardaba algunos cartuchos de repuesto, documentos personales y otros objetos, incluida una linterna de reglamento. Se encendía apretando un botón, y emitió un buen rayo de luz cuando Andy la probó.
—¿A dónde vas ahora? —le preguntó Sol, cuando se disponía a salir—. ¿A hacer una ronda?
—Es una verdadera suerte que no seas policía, Sol. Con tu conocimiento de la investigación criminal, los delincuentes camparían a sus anchas por la ciudad…
—No lo están haciendo tal mal, incluso sin mi ayuda.
—…y todos seríamos asesinados en nuestras camas. Nada de rondas. Voy a hablar con la chica.
—La cosa se está poniendo interesante. ¿Puedo preguntarte a qué chica te refieres?
—Se llama Shirl. Un bombón. Era la amiga de Big Mike, vivía con él, pero no estaba en el apartamento cuando le liquidaron.
—¿Estás seguro de que no necesitas un ayudante? Soy especialista en trabajos nocturnos.
—Tranquilízate, Sol, ya no te quedan dientes para roer esa clase de huesos. Ella no juega en nuestra división. Mójate las muñecas con agua fría y duerme un poco.
Utilizando la linterna, Andy evitó la basura y otros escollos en la oscura escalera. En el exterior, las multitudes y el calor permanecían inalterados, intemporales, llenando la calle de día y de noche. Andy suspiraba por una lluvia que se llevara a ambos, pero el parte meteorológico no había ofrecido ninguna esperanza. Sin cambios en la situación anticiclónica.
Charlie abrió la puerta en el Parque de Chelsea con un cortés «Buenas noches, señor». Andy echó a andar hacia el ascensor, pero cambió de idea y pasó de largo, dirigiéndose a la escalera. Quería echar una ojeada a la ventana y al sótano para verlos a oscuras, tal como estaban cuando entró el ladrón. Si había entrado en el edificio por allí. Ahora que le habían asignado la tarea de encontrar al asesino, tenía que examinar todos los detalles del caso más a fondo, tratar de reconstruir todo lo sucedido. ¿Era posible alcanzar la ventana desde el exterior sin ser visto? Si no era posible, el trabajo podía sido realizado desde dentro, en cuyo caso se vería obligado a ocuparse de los empleados y los inquilinos del edificio.