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—Entonces… ¿no hay agua para la ciudad? —preguntó Shirl.

—Traeremos agua, pero va a escasear una temporada. Lo cual significa que tenéis que hacer durar el agua de que disponemos. Utilizadla para beber y para cocinar, y para nada más.

—Pero tenemos que lavarnos… —dijo Shirl.

—No, no lo haremos —Andy se frotó los doloridos ojos con la palma de la mano—. Los platos pueden ser frotados con un trapo. Y en cuanto a nosotros… oleremos mal, sencillamente.

—¡Andy!

—Lo siento, Shirl. Es horrible, y lo sé. Pero tienes que darte cuenta de que la situación es muy grave. Podemos pasar una temporada sin lavarnos, no nos moriremos por eso, y cuando vuelvan a conectar el agua nos daremos un buen refregón. La esperanza nos ayudará a soportarlo.

—¿Cuánto tiempo crees que durará esto?

—No hay modo de saberlo. Harán falta grandes cantidades de hormigón y de varilla de hierro para las reparaciones, aparte de máquinas mezcladoras, etcétera. No resultará fácil conseguir todo eso, aunque se declare prioritaria su producción. Entretanto, la mayor parte del agua tendrá que llegar en vagones cisterna, camiones cisterna y barcazas. La distribución y el racionamiento plantearán graves problemas, de modo que cabe esperar las cosas empeoren antes de mejorar. —Andy se obligó a sí mismo a ponerse en pie, y no trató de reprimir un gran bostezo—. Voy a tumbarme un par de horas, Shirl. ¿Me despertarás a las cuatro, lo más tarde? Tengo que afeitarme antes de marcharme.

—¡Dos horas! Eso no es dormir —protestó Shirl.

—Opino lo mismo… pero no dispongo de más tiempo En las altas esferas, alguien sigue presionando para que se aclare el asesinato de O'Brien. Un confidente del Barrio Chino tiene una información y he de entrevistarme esta tarde con él en vez de dormir, antes de entrar de servicio en la comisaría para la patrulla nocturna. Cada día odio un poco más a ese Billy Chung, donde quiera que se oculte, —Pasó a la otra habitación y se dejó caer sobre la cama.

—¿Puedo quedarme aquí mientras Andy duerme, Sol? —preguntó Shirl—. No quiero molestarle a él… pero tampoco quisiera molestarle a usted…

—¡Molestarme! ¿Desde cuándo puede ser una molestia una chachka guapa? Permíteme decirte que puedo parecer viejo, pero es sólo a causa de mi edad. No quiero decir con eso que no estés segura a mi lado, los años de «actividad» quedaron atrás, y ahora conservo mi moral recordando lo agradables que fueron, lo cual es más barato, a fin de cuentas, ya que no le obliga a uno a preocuparse por conseguir una dosis. Trae tu labor y te contaré lo que ocurrió cuando estaba estacionado en Laredo, y Luke y yo conseguimos un permiso de fin de semana y pasamos dos días en la Ciudad de los Muchachos de Nuevo Laredo… aunque pensándolo bien tal vez sea mejor que no te cuente lo que nos ocurrió.

Cuando Shirl entró en el cuarto, Andy estaba profundamente dormido, desmadejado a través de la cama completamente vestido; ni siquiera se había quitado los zapatos. Shirl echó la cortina y oscureció la habitación y luego cogió su estuche de manicura del pie de la cama. Había un agujero en la suela del zapato derecho de Andy, y la miró con fijeza, como un ojo lúgubre y polvoriento. Shirl pensó que si trataba de quitarle los zapatos podría despertarle, de modo que salió silenciosamente y cerró la puerta.

—Hay que cargar las baterías —dijo Sol, sosteniendo el hidrómetro en alto contra la luz y examinando la pequeña boya a través de la cubeta de cristal—. ¿Andy se ha quedado roque ya?

—Está profundamente dormido.

—Espera hasta que trates de despertarle. Cuando se queda así, podrías dejar caer una bomba sin que se enterase. Cargaré las baterías ahora, no se dará cuenta.

—¡No hay derecho! —estalló Shirl súbitamente—. ¿Por qué tiene que hacer Andy dos trabajos al mismo tiempo y exponerse a que le hieran, luchando por el agua para la gente de la ciudad? ¿Qué está haciendo aquí toda esa gente? ¿Por qué no se marcha a otra parte, si no hay agua suficiente?

—La respuesta es muy sencilla: no hay ningún lugar adonde ir. Todo este país es una enorme explotación agrícola y un enorme apetito. Hay tanta gente en el Sur como aquí en el Norte y, dado que no existen medios de transporte público, cualquiera que intentara marcharse a la tierra del sol moriría de hambre mucho antes de llegar allí. La gente se queda porque el país está organizado de manera que el Gobierno pueda cuidar de ella en el lugar donde se encuentra. No comen bien, pero al menos comen. Se necesita una gran catástrofe como el agotamiento de las venas de agua en los valles de California para que la gente se decida a marcharse, o la Zona de Sequía… la cual he oído decir que se ha hecho internacional y ha cruzado la frontera canadiense.

—Bueno, a otros países, entonces. Todo el mundo llega a América desde Europa y otros lugares. ¿Por qué no regresan algunos de ellos a sus lugares de origen?

—Porque si uno cree que tiene problemas ha de comprender los de su prójimo. Toda Inglaterra no es más que una gran ciudad, y en la televisión vi el lugar donde el último Tory murió defendiendo los últimos cotos de caza cuando iban a ser convertidos en tierras de cultivo. ¿Quieres ir a Rusia, quizá? ¿O a China? Hace quince años que sostienen una guerra fronteriza, lo cual es un buen sistema para eliminar el exceso de población… pero tú estás en edad militar y allí reclutan también a las muchachas de modo que no creo que te gustara la perspectiva. Dinamarca, tal vez. Allí se vive bien, al menos comen con regularidad, pero han levantado una muralla de hormigón alrededor de Jutlandia con guardianes que tienen orden de disparar a matar sin previo aviso, debido al gran número de personas que intentan llegar a la tierra prometida. No es posible que esto no sea un paraíso, pero al menos resulta habitable. Voy a cargar las baterías.

—Insisto en que no es justo.

—¿Dónde está la justicia? —inquirió Sol, sonriendo—. Tranquilízate. Tienes tu juventud, tu belleza, come y bebes de un modo regular. ¿De qué te quejas?

—De nada, en realidad —Shirl le devolvió la sonrisa— Pero me pongo furiosa al ver que Andy trabaja sin descanso, cuidando de una gente que ni lo sabe ni le importa.

—No cabe esperar gratitud, sólo un sueldo. Es un empleo.

Sol arrastró la bicicleta sin ruedas y conectó los cables del generador a las baterías situadas encima del refrigerador. Shirl acercó uña silla a la ventana, abrió su estuche de manicura y lo dejó sobre el alféizar. Detrás de ella, el chirriante zumbido del generador subió de tono. Shirl reanudó la interrumpida tarea de arreglarse las uñas. El día era agradable, soleado pero no caluroso, prometedor de un agradable otoño. Había el problema del agua, pero no tardaría en resolverse. Shirl frunció un poco el ceño mientras proyectaba su mirada a través de los tejados y altos edificios, consciente sólo a medias del interminable rugido de fondo de la ciudad, ahogado por el griterío más cercano de la chiquillería.

Aparte del problema del agua, todo marchaba bien. Pero, cosa extraña: a pesar de que Shirl sabía que todo marchaba bien, no podía librarse de un pequeño nudo de tensión, de una leve sensación de inquietud que no acababa de desvanecerse.

SEGUNDA PARTE

I

—Todo el mundo dice que este octubre es muy frío, y por mi parte no recuerdo ninguno tan frío como éste. Y la lluvia también, nunca cae bastante agua para llenar el depósito o algún cacharro, pero sí la suficiente para mojarla a una y hacerle sentir más el frío. ¿No es cierto?