– ¡No soy stripper!
– Claro que lo eres. ¿Por qué si no estarías desnudándote delante de un montón de futbolistas borrachos?
– Me voy de… ¡oh! -Sus hábiles dedos había manipulado sus ropas como si no tuvieran más consistencia que un kleenex y la blusa se abrió. Con toda la fuerza que pudo reunir, se escapó de su regazo únicamente para sentir como su falda se deslizaba hasta sus tobillos.
Mortificada, se agachó rápidamente para cogerla. Su cara se puso como un tomate mientras tiraba bruscamente para colocarla en su sitio. ¿Cómo una mujer orgullosa de su organización y eficiencia podía estar envuelta en algo tan abrumador? Agarrando firmemente la blusa se obligó a enfrentarse a él.
– ¡No soy una stripper!
– ¿No? -Sacó un cigarro del bolsillo del pecho de su albornoz y lo giró entre sus dedos. Se dio cuenta de que no parecía asombrado por su declaración.
Sus palabras obtuvieron la atención de los invitados más cercanos a ella, y vio que sus planes de una conversación privada se evaporaban rápidamente. Bajó la voz hasta que no fue nada más que un susurro.
– Esto es un terrible error. ¿Crees que parezco una stripper?
Él colocó el cigarro apagado entre sus dientes y, paseando sus ojos por ella con lentitud, dijo en tono normaclass="underline"
– Respecto a eso, algunas veces es difícil notarlo. La última que entró aquí iba vestida de monja y era tan bonita como para rejuvenecer a Mick Jagger.
Alguien había desconectado la música, y un antinatural silencio había caído sobre la gente. A pesar de su determinación de mantener el autocontrol, no pudo controlar su voz. Cogió rápidamente la chaqueta del traje que había dejado caer anteriormente.
– Por favor, Sr. Denton. ¿Podemos hablar en privado?
Él suspiró y se levantó de la roca.
– Supongo. Pero me tienes que prometer que no te desnudarás. No sería justo que yo te viera desnuda y mis invitados no.
– ¡Le prometo, Sr. Denton, que nunca me verá desnuda!
Él pareció no creérselo.
– No tengo la intención de cuestionar tu buena voluntad, cariño, pero a juzgar por mi historial, a lo mejor no te puedes resistir.
El tamaño de su ego la asombró. Cuando lo miró a los ojos, él encogió los hombros levemente.
– Entonces, supongo que será mejor que vayamos a mi estudio, y tengamos esa conversación tan importante. -Tomándola del brazo, la guió para que bajara de la plataforma.
Mientras cruzaban la gruta, ella se dio cuenta de que él no había parecido sorprendido en absoluto por su declaración de que no era una stripper. Estaba demasiado despejado, calmado y divertido por la situación. Antes de que llevara la deducción a su lógica consecuencia, el futbolista pelirrojo que había hablado anteriormente con ella, salió de entre la gente y le dio a Bobby Tom un juguetón pellizco en el brazo.
– Joder, Bobby Tom. Espero que ésta no esté embarazada también
capítulo 2
– Ha sabido todo el tiempo que no era una stripper, ¿verdad?
Bobby Tom cerró la puerta del estudio tras ellos.
– No con seguridad.
Gracie Snow no tenía un pelo de tonta.
– Creo que lo sabía -dijo ella firmemente.
Él señaló su blusa, y otra vez, ella vio arruguitas de risa en las esquinas de sus ojos de donjuán.
– Te has abrochado mal los botones de arriba. ¿Quieres que te ayude…? No, supongo que no.
Nada había salido como ella quería. ¿Qué había querido decir el amigo de Bobby Tom cuándo había dicho que esperaba que no estuviese embarazada también? Ella recordó un comentario que había oído sin intención a Willow sobre uno de sus actores que había estado involucrado en varios casos de paternidad hacía unos años. Debía referirse a Bobby Tom. Aparentemente era uno de esos hombres odiosos que se aprovechaban de las mujeres y luego las abandonaban. La molestó admitir que alguien tan inmoral la hubiera fascinado incluso momentáneamente.
Se giró para abrochar bien los botones y retomar su compostura. Mientras se recomponía, miró a su alrededor y se encontró frente al despliegue más colosal de ego que había presenciado nunca.
El estudio de Bobby Tom Denton era un santuario a la carrera futbolística de Bobby Tom Denton. Fotos mostrándolo en acción cubrían toda la superficie de las paredes de mármol gris. En algunas llevaba el uniforme de la Universidad de Texas, pero en la mayor parte de ellas llevaba el uniforme azul y dorado de los Chicago Stars. En varias de las fotos, estaba saltando, con los pies estirados y su delgado cuerpo curvado con gracia mientras arrancaba una pelota del aire. Había fotos en las que llevaba un casco azul adornado con tres estrellas doradas, caído bajo la línea de gol o en los entrenamientos, con un pie delante del otro tan graciosamente como un bailarín de ballet. También había una estantería donde se exhibían trofeos, elogios y títulos enmarcados.
Lo observó acomodarse con gracia perezosa en una silla ergonómica de cuero situada tras un escritorio de granito que parecía una caricatura de “los picapiedras”. Había un portátil gris y liso sobre la mesa junto a un teléfono de alta tecnología. Cogió una silla, fijándose en un grupo de fotografías de revistas enmarcadas, algunas eran del inicio de los partidos, besándose con una preciosa rubia. Gracie la reconoció por un artículo que había visto en People. Era Phoebe Somerville Calebow, la bella dueña de los Chicago Stars.
Sus ojos la recorrieron y arqueó una de las comisuras de su boca.
– No quiero herir tus sentimientos, cariño, pero soy un experto, así que no te lo tomes a mal, pero si lo que quieres es trabajar de noche, sería mejor que pensaras en buscar algo en un 7eleven que en ser stripper profesional.
Ella nunca había sido demasiado buena en miradas heladas, pero lo hizo lo mejor que pudo.
– Deliberadamente quiere avergonzarme.
Él se esmeró de la misma manera en parecer contrito.
– No le haría eso a una dama.
– Sr. Denton, como sospecho que sabe muy bien, estoy aquí en nombre de Windmill Studios. Willow Craig, la productora, me envió para…
– Ajá. ¿Quieres un vaso de champán o una Coca-Cola o algo por el estilo? -El teléfono comenzó a sonar, pero él lo ignoró.
– No, gracias. Se suponía que estaría en Texas hace cuatro días para empezar el rodaje de Luna sangrienta, y…
– ¿Y qué tal una cerveza? Ya he advertido que las mujeres beben bastante más cerveza de lo que pensamos.
– No bebo.
– ¿De verdad?
Estaba sonando pedante y seria, quizá no era la mejor manera de tratar con un hombre salvaje, e intentó otra táctica.
– No bebo, Sr. Denton, pero no tengo nada contra la gente que bebe alcohol.
– Soy Bobby Tom, querida. No respondo a ningún otro nombre.
Sonaba como un simple vaquero recién llegado, pero después de observarle someter a Julie al examen de fútbol, sospechó que era más listo de lo que fingía ser.
– Muy bien. Bobby Tom, entonces. El contrato que firmaste con Windmill Studios…
– No pareces el tipo de persona de Hollywood, señorita Show. ¿Cuánto llevas trabajando en Windmill?
Ella hizo tiempo jugueteando con sus perlas. Otra vez el teléfono comenzó a sonar y otra vez él lo ignoró.
– Soy asistente de producción desde hace un tiempo.
– ¿Exactamente cuánto tiempo?
Ella se rindió a lo inevitable, pero lo hizo con dignidad. Levantando visiblemente la barbilla, dijo-: Más o menos un mes.
– Ya veo -él estaba claramente divertido.
– Soy muy competente. Estuve anteriormente en un trabajo similar, así que tengo vasta experiencia en temas de gestión y también en relaciones interpersonales. -Y también en hacer figuras de barro, pintar cerdos cerámicos y tocar las “chicas de oro” al piano.