Como si Terry Jo se lo hubiera ordenado, Ray Bevins, uno de los cámaras de la película, apareció al lado de Gracie.
– Llevo toda la tarde esperando que acabaras para poder bailar contigo, Gracie.
Gracie ignoró la sonrisa alentadora de Terry Jo.
– Lo siento, Ray, pero no me siento con ganas de bailar esta noche.
– Bueno, he oido por ahí que Bobby Tom y tú habeis roto. Da la impresión de que está haciendo lo que puede para darte celos.
– Es justo lo que está haciendo.
– No deberías dejar que hiciera algo así. A todo el equipo le cae bien Bobby Tom, pero supongo que no es un secreto que te apreciamos más a ti. Echamos a suerte quién tendría el placer de bailar contigo de primero y tuve la fortuna de ganar.
Ella le dirigió una sonrisa agradecida.
– Gracias, pero, para ser sinceros, no tengo corazón para hacerlo. -Antes de que Ray o Terry Jo la pudieran presionar, se escabulló entre la multitud. Era bonito saber que algún hombre la encontraba deseable, pero simplemente no tenía fuerzas para ser sociable esa noche.
Se sentó en el asiento de madera de la mesa donde estaban Natalie y Anton con Elvis. Sólo después de tranquilizarse se dio cuenta de que su posición le permitía una buena vista de Bobby Tom en medio de su rebaño de mujeres. Parecía como si tuviera todo el tiempo del mundo, riéndose continuamente y gozando obviamente de que ahora era un hombre libre. Una de las mujeres le daba patatas fritas mientras otra se restregaba contra su brazo. Casi como si pudiera sentir que Gracie lo observaba, levantó la cabeza y la giró, posando la mirada sobre ella. Entrecerró los ojos y por un momento ninguno de los dos se movió. Luego sonrió a una de sus mujeres y mientras Gracie lo observaba, inclinó la cabeza y le dio un beso lento y premeditado.
Si le había querido causar más dolor, no podía haber encontrado mejor manera. Ahuecó la cabeza de la mujer con su mano y mientras hacía más íntimo el beso, Gracie recordó exactamente la manera en que ella lo había sentido. ¡Esa boca es mía!, quiso gritar.
Varios deportistas que reconoció de la cena de la noche anterior lo abordaron y antes de que pasara mucho tiempo, él los entretenía con alguna historia cómica, a juzgar por sus reacciones. Al mismo tiempo, había mantenido sus brazos sobre los hombros de las dos mujeres. Sabía mejor que nadie lo encantador que podía ser y no pasó demasiado tiempo antes de que lo rodeara una pequeña multitud para escucharlo.
– Toolee Chandler me dijo que si compraba diez boletos de la rifa, me tocaría un baile contigo. -Levantó la cabeza con rapidez y vio a Way Sawyer a su lado, con un montón de rifas en la mano.
Ella sonrió.
– Aprecio el apoyo, pero no tengo ganas de bailar.
Él extendió la mano y la puso de pie.
– Vamos, Gracie. Pareces un perro apaleado.
– No disimulo bien mis sentimientos.
– Eso no es precisamente nada nuevo. -Way rodeó sus hombros con un brazo y para su sorpresa, le plantó un beso en la boca. Se asombró tanto que se quedó sin habla.
– Eso -dijo él sonriendo ampliamente- va a poner a Bobby Tom a cien.
Imponiéndose firmemente, la arrastró a la pista de baile. El grupo tocaba una balada, y la acercó a su pecho, donde se sintió tan cómoda que quiso cerrar los ojos y descansar la cabeza.
– Eres un buen hombre -dijo ella-. Siempre lo supe.
– ¿Incluso antes de que hiciera el anuncio de que no trasladaría Tecnologías Rosa?
– Nunca pensé que cerrarías. Todo lo que tenían que haber hecho era mirarte.
Su pecho retumbó con una risa ahogada. Bailaron un rato en silencio, y luego ella sintió la imperceptible tensión de sus músculos. Siguió la dirección de su mirada fija y vio pasar a Suzy, bailando con Buddy Baines. Ella le devolvía la mirada pareciendo tan triste como él.
– Bobby Tom no está siendo deliberadamente cruel, ya lo sabes -dijo ella suavemente-. Es muy protector con ella. Pero tarde o temprano entrará en razón.
– Tienes una visión muy optimista de la naturaleza humana. -Los condujo a otra parte de la pista de baile cambiando de tema al mismo tiempo-. La gente va a sentir que te vayas. Has hecho más por este pueblo en el poco tiempo que has estado aquí que la mayoría de ellos en toda su vida.
Ella estaba realmente asombrada.
– No he hecho nada.
– ¿Ah, no? Deja entonces que te explique lo que yo veo. Has creado un grupo de voluntarios para mejorar Arbor Hills además de establecer diversos programas de actividades. Fue idea tuya crear una centro social para gente de la tercera edad. He oído que has pasado mucho tiempo visitando a algunas personas que no tienen familia. Para mi, todo eso vale bastante más que ganar partidos de fútbol.
Ella comenzó a protestar. Bobby Tom ayudaba a los demás de incontables maneras, aparte de su tiempo y su dinero. Pero en ese momento se detuvo. El Sr. Sawyer no estaba hablando de Bobby Tom; Hablaba de ella. Y estaba en lo cierto.
¿Cuándo se acostumbraría a ver que su talento podía ser tan importante como cualquier otro? ¿Ocuparse de la gente mayor tenía menos valor que rezumar encanto y belleza? Se sintió extrañamente desorientada. Era como si se abriera una puerta que ni siquiera sabía que existiera, mostrándole una nueva imagen de sí misma, una imagen libre de las cortapisas emocionales que había cargado toda su vida. Tenía amigos, gente que se preocupaba por ella y vivía su vida según sus reglas doradas.
Pero se había conformado con muy poco. Desde el día que había conocido a Bobby Tom, se había sentido afortunada por las pequeñas migajas de afecto que él se había dignado a brindarle. Pero no debería de haber sido así. Era digna de algo más que las sobras emocionales de otra persona.
Terminó la canción y una terrible tristeza cayó sobre ella. No había nada malo en ella. Era de las mejores personas que conocía y más que digna del amor del Bobby Tom Denton. Pero él nunca lo entendería así, nunca entendería lo que estaba rechazando.
Bobby Tom le pasó los trofeos sexuales a un par de jugadores de los Phoenix Suns para poder hablar con su madre.
– Creo que has reservado este baile para mí.
– Estoy segura que en algún sitio tengo mi carnet de baile. -Suzy sonrió cuando él tomó su mano y caminaron juntos hacia la pista de madera.
Ambos eran buenos bailarines -él había aprendido de ella- y durante un rato se movieron sin hablar con el ritmo de un pasodoble, pero él no estaba disfrutando como haría normalmente. Gracie no había dejado de bailar con uno u otro desde que Way Sawyer la había besado. Rechinó los dientes ante el recuerdo.
Aunque era difícil, se obligó a sí mismo a ocultar su infelicidad por el momento y hacer lo que debería haber hecho tan pronto recapacitó sobre lo sucedido en San Antonio, lo que tenía que haber hecho la noche anterior al ver como se miraban su madre y Sawyer en el club de campo.
– Mamá, tenemos que hablar de lo que te ocurre y esta vez no te vas a ir por la tangente con jardinería y folletos de cruceros.
Su espalda se envaró bajo su mano.
– No hay nada de que hablar.
– Ya sabes que yo también lo echo de menos, ¿no?
– Lo sé. Te quería mucho.
– Era un padre genial.
Ella levantó una ceja mientras lo miraba.
– ¿Te das cuenta de que a tu edad ya tenía un hijo de catorce años?
– Uhmm.
Frunció el ceño arrugando la frente.
– ¿Qué os pasó a Gracie y a ti? ¿Por qué has venido con esas espantosas mujeres esta noche?
– No pasó nada. Sabes que eso del compromiso era falso, así que no actúes como si nos fuéramos a divorciar o cualquier tragedia de ese tipo.
– Me acostumbré a pensar en vosotros como en una pareja. Supongo que empezaba a creer que te casabas de verdad.