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– Nadie debería de tener una madre que es una…, bueno, una madre así.

– Puedes decirlo, Trish. Mi madre era una puta.

Gracie abrió mucho los ojos.

La voz provocativa de Trish estaba llena de simpatía.

– No tienes porqué hablar de eso si no quieres.

Bobby Tom suspiró.

– Algunas veces ayuda a hablar de las cosas. Aunque no lo entiendas, lo peor de todo no era que trajera hombres a casa a pasar la noche o no saber quién era mi padre. Lo peor era cuando llegaba a mis partidos de secundaria borracha como una cuba y con el maquillaje corrido. Llevaba pendientes de diamantes falsos y unos pantalones tan apretados que todos se daban cuenta de que no llevaba nada debajo. Nadie más llevaba unos tacones tan altos a los partidos de los viernes, pero mi madre sí. Era lo más bajo que había en Telarosa, Texas.

– ¿Qué fue de ella?

– Aún vive allí. Bueno, se pasa la vida fumando, dándole a la botella y cambiando de tío cada vez que cambia de humor. No sé que hace con el dinero que le doy, da igual cuanto sea. Supongo que cuando una es una puta, muere siendo una puta. Pero es mi madre y la quiero.

Gracie se conmovió ante su lealtad. Al mismo tiempo, sintió una profunda cólera hacia la mujer que tan horriblemente había pasado de sus responsabilidades maternas. Tal vez el estilo de vida disipado de su madre explicaba su renuencia a regresar a Telarosa.

Se habían quedado en silencio y se arriesgó a mirar a hurtadillas únicamente para desear haberse quedado oculta. Trish envolvía a Bobby Tom como una manta. Mientras esa bella mujer de pelo oscuro lo besaba, el interior de Gracie se volvió suave y débil. A pesar de que sabía que deseaba un imposible, quería ser una de las mujeres que se presionaban contra ese cuerpo firme y duro. Quería ser el tipo de mujer que se sentía lo suficientemente libre como para besar a Bobby Tom Denton.

Se apoyó contra la pared y cerró con fuerza los ojos, reprimiendo un anhelo punzante y doloroso. ¿Besaría alguna vez a un hombre así?

A ninguno, suspiró. Y menos a un texano mundano con una mala reputación.

Aspiró profundamente y se dijo a sí misma que no fuera estúpida. No tenía sentido desear la luna cuando la sólida tierra era mejor de lo que nunca había esperado.

– ¿Trish? ¿Dónde está esa perra?

Su ensueño cesó repentinamente ante el sonido de una voz beligerante y borracha. Vio como un hombre corpulento de pelo oscuro se abalanzaba sobre Bobby Tom y Trish desde la entrada del bar.

Los ojos de Trish se abrieron con alarma. Bobby Tom rápidamente dio un paso adelante, escudándola con su espalda.

– Joder, Warren, creía que habías muerto de rabia hace mucho tiempo.

Warren sacó pecho y se paseó por delante.

– Pero si es el Niño Bonito. ¿Has chupado alguna polla últimamente?

Gracie contuvo la respiración, pero Bobby Tom sólo sonrió ampliamente.

– Te aseguro que no, Warren, pero si alguien me pregunta le mandaré a hablar contigo.

Obviamente Warren no apreció el sentido del humor de Bobby Tom. Con un gruñido amenazador, dio un bandazo de borracho.

Trish se llevó la mano a la boca.

– No lo enfurezcas, B.T.

– Ay, cariño, Warren no se enfurecerá. Es demasiado tonto para darse cuenta de cuándo lo insultan.

– Lo que sé es que te voy a arrancar la cabeza, Niño bonito.

– ¡Estás borracho, Warren! -exclamó Trish-. Por favor vete.

– ¡Cállate, puta!

Bobby Tom suspiró.

– ¿Por qué has tenido que llamar a tu ex-esposa algo así? -Con un movimiento tan rápido que Gracie apenas vio, llevó atrás el puño y golpeó a Warren en la mandíbula.

El ex-marido de Trish acabó tumbado en el suelo con un aullido de dolor, y la gente del bar inmediatamente lo rodeó; dos hombres taparon la vista a Gracie. Ella se abrió paso a codazos entre varias mujeres. Cuando llegó delante del todo, Warren se había puesto de rodillas y se llevaba una mano a su mandíbula.

Bobby Tom apoyó las manos en sus esbeltas caderas.

– Ten por seguro que desearía que estuvieras sobrio, Warren, así podríamos hacer esto más interesante.

– Yo estoy sobrio, Denton. -Un neardenthal hosco que parecía amigo de Warren se adelantó-. ¿Qué pasó en el último partido del año pasado contra los Raiders, gilipollas? Menuda mierda de jugadas. ¿Estabas con la regla?

Bobby Tom pareció tan contento como si le acabaran de dar un regalo de Navidad.

– Ahora sí que se pone interesante.

Para alivio de Gracie, Shag el amigo de Bobby Tom dio un paso al centro del círculo, levantando las mangas al mismo tiempo.

– Dos contra dos, B.T. No me gustan las desigualdades.

Bobby Tom le indicó que se fuera.

– No hay necesidad de que te despeines tu también, Shag. Estos tíos solo quieren un poco de ejercicio y yo también.

El Nearderthal se movió. Los reflejos de Bobby Tom no parecían estar afectados por su lesión de rodilla. Esquivó al hombre al tiempo que Warren se inclinaba y golpeaba el costado de Bobby Tom.

Bobby Tom se tambaleó, giró sobre sí mismo, y lanzó un puñetazo al estómago del ex de Trish que acabó en el suelo. No pareció tener interés en levantarse.

El Neandertal había bebido poco, pero no duró mucho más. Incluso logró conectar algunos golpes, pero finalmente no pudo vencer la rapidez letal de Bobby Tom. Por fin se dio por vencido. Sangrando por la nariz y jadeando, se tambaleó hacia la salida.

Bobby Tom arrugó la frente con desilusión. Miró a la gente con una vaga expresión de tristeza en la cara, pero nadie más se adelantó. Cogió una servilleta de papel, la presionó contra un pequeño corte de su labio y se inclinó para susurrar algo al oído de Warren. La palidez del hombre se acentuó aún más y Gracie llegó a la conclusión de que Trish no tendría más problemas con su ex-marido. Después de ayudar a levantar a Warren, Bobby Tom puso el brazo sobre los hombros de Trish y la condujo hacia la gramola.

Gracie suspiró de alivio. Al menos no tendría que llamar a Willow para decirle que su estrella había sido noqueado en una riña de bar.

Dos horas más tarde, Bobby Tom y ella estaban ante la recepción de un hotel de lujo localizado a veinte minutos de allí.

– ¿Sabías que no soy capaz de dormir tan temprano? -se quejó él.

– Son las dos de la madrugada. -Gracie se había pasado la mayor parte de su vida acostándose a las diez para poder levantarse a las cinco, y estaba muerta de cansancio

– Eso he dicho. Todavía es temprano. -Terminó de registrar la suite que había pedido y despidiéndose del recepcionista se puso la correa de su bolsa en el hombro y cogió el maletín del portátil que había puesto sobre el mostrador-. Te veo por la mañana, Gracie. -Y se dirigió a los ascensores.

El recepcionista la miró impacientemente.

– ¿La puedo ayudar?

Poniéndose roja como una amapola, tartamudeó:

– Yo… eh… estoy con él.

Ella cogió su maleta y corrió tras de él, sintiéndose como un cocker siguiendo a su dueño. Se deslizó dentro del ascensor justo cuando la puerta comenzaba a cerrarse.

Él la miró con curiosidad.

– ¿Ya te has registrado?

– Como tú… eh… pediste una suite, pensé que dormiría en el sofá.

– Pues has pensado mal.

– Te prometo que ni te enterarás de que estoy allí.

– Pide una habitación, señorita Gracie -dijo con suavidad, pero la amenaza disimulada de sus ojos la molestó.

– Sabes que no lo puedo hacer. En cuanto te deje solo, te marcharás sin mí.

– Eso no lo sabes. -Las puertas se abrieron y él salio al momento al pasillo alfombrado.

Ella corrió tras él.

– No te molestaré.

Él miró los números de las puertas.