Ella miró el reloj de su muñeca y luego el mapa que había estudiado atentamente un poco antes.
– Sólo una cosa más antes de salir. Aunque no te hayas dado cuenta, son casi las diez y tienes que estar en el plató mañana a las ocho de la mañana. Tenemos más de mil kilómetros por delante, así que mira cuál es el camino más corto…
Bobby Tom cogió el mapa con una mano, hizo una bola con él y lo tiró del coche. Unos minutos después estaban de nuevo en la autopista.
Desafortunadamente, iban hacia el este.
El martes por la noche, Gracie tuvo que aceptar el hecho de que había fracasado. Mientras miraba fijamente los limpiaparabrisas que limpiaban el parabrisas del Thunderbird y escuchaba el repiqueo de la lluvia en el techo sobre ella, caviló sobre los dos días pasados. A pesar de estar ya en Dallas, no había podido llevar a Bobby Tom a Telarosa a tiempo.
Las gotitas de agua brillaban sobre el capó del coche por el destello de los faros de los coches que pasaban. Intentó no pensar en las llamadas enojadas de Willow y se puso a mirar el lado positivo de la situación. Esos días, había visto más país de lo nunca hubiera imaginado y había conocido personas de lo más interesante: cantantes de country, instructores de aerobic, muchos futbolistas y un travesti muy agradable que le había enseñado varias maneras de atarse una bufanda.
Y sobre todo, Bobby Tom no había tratado de quitársela de encima. Aún no estaba segura por completo de por qué no la había dejado en Memphis, pero a veces tenía la extraña sensación de que no quería estar solo. Con excepción de un desafortunado incidente en el que había detenido el coche sobre un puente, la había arrastrado hasta el borde y había amenazado con lanzarla por él, se habían llevado muy bien. Pero aún así, esa noche se sentía decididamente torpe.
– ¿Estás cómoda, Gracie?
Ella siguió mirando el limpiaparabrisas.
– Estoy bien, Bobby Tom. Gracias por preguntar.
– Parece como si se te estuviera clavando la manilla de la puerta. Este asiento no es para tres pasajeros. ¿Estás segura que no quieres que te deje en el hotel?
– Estoy segura.
– Bobby Tom, querido, ¿tiene pensado estar con nosotros toda la noche? -Cheryl Lynn Howell, su cita de esa tarde, sonaba petulante cuando se acurrucó contra su hombro.
– Ella tiene el corazón duro, cariño. ¿Por qué no finges que no está aquí?
– Es dificil ya que tú sigues hablando con ella. Joder, Bobby Tom, esta tarde has hablado más con ella que conmigo.
– Estoy seguro que no es así. Ni siquiera se sentó con nosotros en el restaurante.
– Se sentó en la mesa de al lado y te girabas para hablar con ella. Además, no sé para qué necesitas un guardaespaldas.
– Hay muchas personas peligrosas en el mundo.
– Puede ser, pero eres más fuerte que ella.
– Ella dispara mejor. Gracie es pura magia con la Uzi.
Gracie reprimió una sonrisa. Era un desvergonzado, pero increíblemente ocurrente. Se acomodó más cerca del centro del asiento. La falta de asiento trasero del antiguo Thunderbird no había sido un grave impedimento. Se suponía que Cheryl Lynn y ella compartían el asiento, aunque la reina de la belleza estaba prácticamente sentada en el regazo de Bobby Tom. De alguna manera había logrado sentarse a horcajadas sobre la caja de cambios con gracia.
Gracie miró el suave vestido drapeado sin hombros color coral de Cheryl Lynn con envidia. Su voluminoso traje de falda negra y chaqueta a rayas blancas y rojas hacía que pareciera que llevaba la bata de un barbero.
Cheryl apoyó la mano sobre el muslo de Bobby Tom.
– Explícame otra vez exactamente quién va detrás de ti. Pensaba que sólo tenías problemas con algunos casos de paternidad, no con la CIA.
– Alguno de esos casos de paternidad puede ponerse dificil. En este caso, la señorita en cuestión no mencionó la cercana conexión de su padre con el crimen organizado hasta que fue demasiado tarde. ¿No es así, Gracie?
Gracie se hizo la sueca. Aunque estaba encantada en secreto con la imagen de sí misma como agente de la CIA con Uzi y todo, sabía que probablemente no era bueno para su carácter que lo animase en sus mentiras.
Otra vez Bobby Tom la miró por encima de los alborotados rizos rubios de Cheryl Lynn.
– ¿Qué tal estaban esos espaguetis que pediste?
– Excelentes.
– No me gusta eso verde que tenían por encima.
– ¿Te refieres al pesto?
– Eso mismo, prefiero una buena salsa de carne.
– Por supuesto. Con una ración doble de grasientas costillas al lado, supongo.
– Se me hace la boca agua sólo de pensarlo.
Cheryl Lynn levantó la cabeza de su hombro.
– Lo estás haciendo otra vez, B.T.
– ¿Haciendo qué, cariño?
– Hablar con ella.
– Oh, no creo querida. No cuando te tengo a ti en la mente.
Gracie soltó una tosecita, haciendo que Bobby Tom supiera que la señorita Reina del Rodeo, podía creerse lo que decía, pero que ella leía en él como en un libro abierto.
Aunque la tarde había sido algo embarazosa, también había sido esclarecedora. No pasaba cada día que un mero mortal como ella misma pudiera observar a un genio en acción. Ella nunca hubiera imaginado que un hombre pudiera ser un manipulador de mujeres tan hábil. Bobby Tom estaba siempre conforme, era perpetuamente encantador e incesantemente indulgente. Implacablemente se aseguraba que ninguna de las mujeres que se movían a su alrededor se percatara de que sólo hacía lo que quería.
Llegaron a una serie de apartamentos estilo misión. Cheryl Lynn se apoyó más cerca y murmuró algo en el oído de Bobby Tom.
Él se rascó el cuello.
– No sé, cariño. Eso podría ser demasiado embarazoso con Gracie delante, pero si no te importa, supongo que por mí vale.
Eso fue demasiado, incluso para Cheryl Lynn, y la reina de la belleza a regañadientes terminó lo que fue una noche de cita. Gracie observó como él abría su paraguas y lo mantenía sobre su cabeza mientras la escoltaba hasta la puerta. En su opinión, Bobby Tom había mostrado bastante sentido común al no quedarse con Cheryl Lynn, aunque no podía estar de acuerdo en que hubiera quedado con ella. La reina de la belleza era testaruda, egocéntrica y considerablemente menos inteligente que los cangrejos que había pedido para la cena. Aun así, Bobby Tom la había tratado como si fuera el modelo por excelencia de feminidad. Era el perfecto caballero con todo el mundo salvo con ella.
En la puerta del apartamento, vio que Cheryl Lynn se había enroscado alrededor de él como la serpiente alrededor de El Árbol de la Sabiduría. A él no parecía importarle. Ella presionó sus caderas contra las de él como si hubieran estado así antes. Aunque Gracie se consideraba una persona muy apacible, que no le costaba hacer concesiones y tener mucho aguante, según se alargaba el beso de buenas noches, sentía como su indignación aumentaba. ¿Tenía Bobby Tom que hacer cirugía oral con cada mujer que conocía? Tenía tantas cabelleras de mujer colgando de su cinturón que podría pasear sin pantalones y nadie sabría si estaba desnudo o no. En lugar de perder el tiempo buscando nuevas pastillas para adelgazar, las compañias farmacéuticas del país harían mejor en encontrar un antídoto contra Bobby Tom Denton.
Su cólera hervía a fuego lento mientras miraba como la Reina del Rodeo intentaba escalar por sus piernas y cuando él regresó al coche, ella hervía como una olla express.
– Vámonos a urgencias para que te puedan vacunar del tétanos -escupió.
Bobby Tom levantó una ceja.
– Parece que no te cae bien Cheryl Lynn.
– Se pasó más tiempo preocupada de que todos advirtiesen con quién estaba que mirándote. No tenía porqué pedir lo más caro del menú porque seas rico. -Gracie estaba descargando cuatro dias de frustración-. Y ni siquiera te gusta a ti. Eso era lo más repugnante de todo. Tú no podrías aguantar a Bobby Tom Denton hecho mujer y ni siquiera intentes negarlo porque leo en ti como en un libro abierto. Desde el principio. Tienes más cuento que Calleja. Y toda esa charada sobre la CIA y Uzis. Y te voy a decir más: yo no me creo ni una palabra sobre todos esos supuestos casos de paternidad.