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– Tenemos un presupuesto muy ajustado -contestó Willow-. No hizo su trabajo, así que la despedí.

Bobby Tom inclinó la cabeza y se frotó la ceja con el pulgar.

– Willow, me temo que no has entendido algo que Gracie comprendió desde que me conoció.

– ¿El qué?

– Soy completamente irresponsable.

– Por supuesto que no.

– Lo soy. Te aseguro que soy inmaduro, indisciplinado y egocéntrico, más un niño que un hombre, aunque apreciaría que no lo comentases por ahí.

– Eso no es cierto, Bobby Tom.

– Lo cierto es que nunca pienso en nadie salvo en mí mismo. Probablemente te lo debería haber contado desde el principio, pero mi agente no me dejó. Voy a ser honesto contigo. Si tengo que tener a alguien a mi alrededor para mantenerme bajo control, me temo que hay muchas posibilidades de que tú no puedas.

Ella toqueteó su pendiente, algunas mujeres lo hacían cuando estaban nerviosas.

– Supongo que Ben podría hacerlo. -Señaló a uno de los chicos.

– ¿Ese que parece bobo con un sombrero de los Rams? -Bobby Tom la miró con incredulidad-. ¿Piensas en serio que haría caso a un hincha de los Rams? Cariño, gané mis anillos de la Super Bowl jugando en un equipo de verdad.

Claramente, Willow no sabía que hacer.

– Pareces haber impresionado a Maggie. Te la asignaré.

– Es una chica agradable, esa Maggie. Desafortunadamente, saltan chispas entre nosotros cada vez que nos miramos, cada vez que me enredo con una mujer, puedo hacer que haga cualquier cosa. No lo digo por jactarme, entiéndeme, sólo para informarte. Dudo que Maggie pueda encargarse de mí mucho tiempo.

Willow lo miró con ojos perspicaces.

– Si estás intentando que vuelva a contratar a Gracie, te puedes ir olvidando. Es evidente que ella no te puede controlar.

Bobby Tom la miró boquiabierto como si ella hubiera perdido el juicio.

– ¿Estás bromeando? Esa mujer podría dar lecciones a un guardia de prisión. Mira, si dependiese de mí, probablemente no hubiera llegado aquí hasta octubre. Lo cierto es que tuve que visitar a un tío en Houston, y pensamos que era antiamericano pasar por Dallas sin visitar el rodeo de Mesquite. También necesité un corte de pelo, y el único barbero en el que confío está en Tallahassee. Pero la Señorita Gracie siguió insistiendo y no pude deshacerme de ella. Ya la has visto. No me digas que no es como una de esas solteronas que dan inglés en secundaria.

– Ahora que lo dices… -Willow pareció percatarse que la había acorralado e inmediatamente retrocedió-. Entiendo lo que tratas de hacer, pero me temo que no te servirá de nada. He tomado una decisión. Gracie está despedida.

Él suspiró.

– Disculpa, Willow. Sé lo ocupada que estás y estoy haciendote perder tu tiempo y el mío. -Su sonrisa se volvió más tierna, su voz más suave, pero sus ojos eran tan fríos como bloques de hielo-. Voy a necesitar una ayudante personal y quiero que sea Gracie.

– Ya veo. -Bajó los ojos consciente de que había recibido un ultimátum-. Entonces te diré lo que hay. Si la vuelvo a contratar, tendré que despedir a otra persona, andamos mal de presupuesto.

– No hay necesidad de despedir a nadie. Yo pagaré su sueldo, aunque será mejor que lo guardemos en secreto. Gracie es muy pesada con el tema del dinero. ¿Cuánto le pagais?

Willow se lo dijo.

Él negó con la cabeza.

– Ganaría más repartiendo pizzas.

– Es un empleo de principiante.

– No quiero ni suponer a donde iba a llegar aceptando ese empleo de principiante. -Se empezó a dirigir hacia el Thunderbird y después se paró.

– Una cosa más, Willow. Cuando hables con ella, quiero que le dejes una cosa totalmente clara. Dile a Gracie que está a mi cargo. Al cien por cien. Su único propósito en esta vida es tenerme contento. Soy el jefe y hace lo que yo le digo. ¿Lo has entendido?

Ella lo miró con desconcierto.

– Pero eso es contrario a todo lo que dijiste antes.

Él le dirigió esa amplia sonrisa que derretía a las mujeres.

– No te preocupes por eso. Gracie y yo ya nos arreglaremos.

*****

A las nueve de la noche, Willow todavía no había encontrado a Gracie, y ni siquiera el brutal entrenamiento al que Bobby Tom se había sometido en el gimnasio que había montado al lado del apartamento sobre el garaje había aliviado su frustración ante su incompetencia. Después de refrescarse en la ducha, se sentó en la tumbona del dormitorio de su casa de madera blanca que se asentaba en una pequeña arboleda a las afueras de Telarosa. La había comprado tres años atrás para no molestar a su madre cuando volvía a casa. En ese momento, el teléfono comenzó a sonar. Lo ignoró y dejó que el contestador automático saltara. La última vez que lo había mirado, el aparato había registrado diecinueve mensajes.

En las últimas horas, le habían hecho una entrevista para The Telarosa Timer, Luther había aparecido por la puerta para dar la vara sobre el Festival de Heaven, dos de sus viejas novias, junto con una mujer que no conocía, se habían presentado para invitarle a cenar, y su entrenador de secundaria le había preguntado si podía ir a uno de los entrenamientos de la semana siguiente. Lo que realmente quería era comprarse la cima de una montaña perdida en alguna parte y sentarse allí solo hasta que pudiera tolerar de nuevo a la gente otra vez. Lo habría hecho si no odiase tanto estar solo. Recordó que tenía treinta y tres años y que lo único que no podía ser era futbolista. Sólo recordarlo le hacía pensar que ya no sabía quién era.

Aún no se podía explicar por qué no se había deshecho de Gracie allá por Memphis, quizás porque aún seguía sorprendiéndolo. Estaba loca, pensó, recordando la manera en que había saboteado su coche y se había tirado delante de las ruedas. Pero además era simpática. Lo mejor de Gracie era que no importaba lo loca que estuviera, no lo aburría como muchas otras personas.

Cuando estaba con ella, no tenía que agotar toda su energía en tratar de ser él mismo. Y además lo divertía muchísimo, y en ese momento de su vida, eso era suficiente.

¿Dónde diablos estaba? Entre su inocencia y su maldita curiosidad, probablemente ya se habría metido de lleno en algún follón. Según Willow, nadie del pueblo sabía dónde estaba, sólo que había recogido el cheque de su salario en el hotel y se había ido. Él todavía tenía su maleta en el maletero. Aunque cualquier cosa que estuviera allí debía ser quemada por el bien de la humanidad. Excepto su ropa interior. Durante su strip-tease y cuando había saltado sobre la puerta de su coche, no había dejado de notar que Gracie tenía debilidad por la ropa interior bonita.

Impulsando sus piernas por un lado de la tumbona, se levantó y comenzó a vestirse. No quería que la gente de Telarosa pensasen que el éxito se le había subido a la cabeza, así que sustituyó sus Levi’s por unos Wranglers, luego se puso una camiseta azul claro, un chaleco negro de tela vaquera y unas botas. Antes de salir de la habitación agarró un sombrero vaquero del armario. Hasta ahora había logrado evitar entrar en el pueblo, pero con Gracie perdida, sabía que no lo podía posponer más.

Con una combinación de desesperación y resignación, se encaminó hacia un pequeño cuadro de una bailarina, la descolgó y marcó la combinación de la caja fuerte que ocultaba. Cuando la abrió, extrajo un joyero azul marino de terciopelo y levantó la tapa con el pulgar.

Dentro estaba el segundo anillo que había conquistado al ganar la Super Bowl [12].

El logotipo del equipo, tres estrellas doradas rodeadas de un círculo azul, estaba tallado en lo alto del anillo, las puntas de las estrellas eran diamantes blancos, mientras que el centro de cada estrella era un diamante amarillo algo más grande. Más diamantes formaban el número de la Super Bowl en cifras romanas y el año. Era grande y llamaba la atención, requisito imprescindible de cualquier anillo de la Super Bowl que se preciara.

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[12] Cuando un equipo gana la Super Bowl, cada miembro del equipo recibe un anillo de diamantes con el emblema del equipo. Por tanto no es siempre el mismo, tiene un diseño distinto cada año, eso si, bien hortera. http://www.post-gazette.com/pg/05013/441330.stm (N de T)