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Había estado firmentente convencida cuando nació que sería el primero de los muchos niños que tendrían, pero no habían venido más y algunas veces deseaba que volviera a ser su bebé. Quería sostenerlo en su regazo, besar su cabecita, vendar sus heridas y aspirar ese olorcillo típico de los niños. Pero su hijo hacía mucho tiempo que era un hombre, y esos días de untar las picaduras de mosquito con calamina y curar las pupas con besos, se habían ido para siempre.

Ojalá Hoyt estuviera vivo todavía.

He perdido tanto, vida mía. ¿Por qué tuviste que dejarme sola?

*****

A las seis, el rodaje había terminado por ese día. Cuando Bobby Tom se alejó del corral, estaba acalorado, cansado, sucio e irritable. Llevaba comiendo polvo toda la tarde, y el día siguiente prometía más de lo mismo. Hasta donde él sabía, ese Jed Slade era la mayor estupidez personificada en un ser humano que había visto nunca. Bobby Tom no se consideraba un experto en caballos, pero sabía lo suficiente como para no tener ninguna duda de que no era un ranchero digno de respeto, si fuera él, borracho o no, no trataría de montar un caballo mientras estaba así.

A lo largo de todo el día, Bobby Tom se había ido irritando cada vez más. Tener que llevar el pecho artificialmente aceitado y ensuciado, y unos pantalones que no se podían cerrar y que no dejaban nada a la imaginación, lo habían conducido a una justa indignación. ¡Lo consideraban un objeto sexual! Y tenía que comportarse como tal, a eso se había visto reducido, a unos pectorales aceitados y un culo apretado. Joder. Doce años en la NFL para caer tan bajo. Pectorales y culo.

Salió disparado hacia su caravana, los tacones de sus botas levantaban nubes de polvo. Tenía la intención de darse una ducha rápida, irse a casa y echar la llave a la puerta después de visitar a Suzy. Esperaba que Gracie no le buscara las cosquillas, pues no tendría ningún inconveniente en disipar su frustración en ella. Cerró con fuerza la puerta de la caravana al entrar en el “hogar, dulce hogar” sólo para detenerse bruscamente cuando vio que estaba llena de mujeres.

– ¡Bobby Tom!

– ¡Hola, aquí, Bobby Tom!

– ¡Hola, vaquero!

Seis mujeres corrían hacia él como cucarachas. Llevaban comidas caseras, pasteles y jarras de cerveza fría. Una de ellas era una vieja conocida, a otras tres recordaba habérselas encontrado ese día en el rodaje y a las otras dos no las reconoció. Y toda esa actividad estaba siendo dirigida por una séptima mujer, una bruja morena con un vestido horroroso dorado y negro, que le dirigió una sonrisita con una oculta satisfacción mientras se quedaba en medio de toda esa conmoción y repartía cumplidos.

– Shelley, eso parece delicioso; Estoy segura que Bobby Tom va a disfrutar de cada bocado. Marsha, yo no recuerdo haber visto en toda mi vida un pastel semejante. Qué buena idea que lo hornearas. Hiciste un trabajo maravilloso con el suelo, Laurie. Sé que Bobby Tom lo aprecia. Es muy estricto sobre sus suelos, ¿no es cierto, Bobby Tom?

Lo miró con la serenidad de una madonna, pero sus ojos grises brillaban intensamente por su triunfo. ¡Ella sabía al dedillo que una manada de gansas con fines matrimoniales era lo último a lo que quería enfrentarse en ese momento, pero en vez de deshacerse de ellas, ¡las había animado a que se quedaran allí! Finalmente, comprendió la misión de Gracie en su vida. Era un castigo divino.

Una mujer con una gran mata de pelo sujeto por una diadema le dio una lata de cerveza.

– Soy Mary Louise Finster, Bobby Tom. La sobrina de la esposa de Ed Randolph es mi prima hermana. Ed me dijo que debía pasarme para saludarte.

Él tomó la cerveza y sonrió automáticamente, si bien le dolió la cara por el esfuerzo.

– Me alegra conocerte, Mary Louise. ¿Cómo está Ed?

– Pues genial, gracias por preguntar. -Señaló a la mujer que estaba a su lado-. Y ésta es mi mejor amiga, Marsha Watts. Salió con el hermano de Riley Carter, Phil

Una por una las mujeres se presentaron. Repartió buenos deseos y adulación por doquier, mientras, le dolía la cabeza y le picaba la piel por el aceite y la suciedad. Había suficiente perfume en el aire como para hacer un nuevo agujero en la capa de ozono y contuvo el deseo de estornudar.

La puerta se abrió a sus espaldas, golpeándole el trasero. Él automáticamente se hizo a un lado, acción que desafortunadamente permitió que otra mujer entrara a empujones.

– ¿Te acuerdas de mí, Bobby Tom? Soy Colleen Baxter, Timms antes de casarme; pero ahora estoy divorciada de ese hijo de puta que trabaja en Ames Body Shop. Hicisteis juntos la secundaria, yo iba dos cursos detrás.

Él sonrió a Colleen a través de la neblina roja que el enfado formaba ante sus ojos.

– Te has puesto tan guapa, cariño, que apenas te reconocí. Como si no lo fueras ya bastante.

Su aguda risa nerviosa mostró ligeramente sus dientes y vio que el lápiz de labios había manchado uno de sus incisivos.

– Eres demasiado, Bobby Tom.

Ella le dio un golpecito juguetón en el brazo, luego miró a Gracie y le pasó una bolsa de plástico de la tienda de comestibles de la IGA.

– Cogí el helado napolitano que me dijiste que le gustaba a Bobby Tom, pero será mejor que lo metas en el congelador de inmediato. El aire acondicionado de mi coche está estropeado, y temo que se haya derretido.

Bobby Tom odiaba el helado napolitano. Como la mayoría de sus compromisos, no le gustaba.

– Gracias, Colleen. -Cuando Gracie tomó la caja de cartón de la bolsa de IGA, su sonrisa de maestra de escuela lucía en contraste con las chispitas diabólicas que brillaban en sus ojos grises-.Bobby Tom, ¿no es encantador que Colleen haya ido hasta el pueblo sólo para que puedas disfrutar de helado?

– Realmente encantador. -Mientras hablaba, la mirada que le dirigió mostraba tal promesa de venganza que él medio se sorprendió de que no la fulminara en el acto allí mismo.

La chica lo tomó del brazo, pero su mano continuó deslizándose sobre el aceite Johnson, frotando la arena sobre su piel.

– He estado estudiando mucho sobre fútbol, Bobby Tom. Espero tener la posibilidad de hacer el examen antes de que dejes Telarosa.

– Yo he estudiado también -dijo su amiga Marsha tocándolo también-. La enciclopedia de fútbol de la biblioteca de cabo a rabo.

Él ya había agotado la paciencia, y con un suspiro de puro arrepentimiento, colocó una mano en el hombro de cada mujer.

– Siento haceros esto, señoras, pero lo cierto es que Gracie pasó el examen ayer mismo y se ha ganado ser la señora de Bobby Tom.

Un silencio profundo cayó en la caravana. Gracie se quedó paralizada en el lugar, con el medio litro de helado napolitano comenzando a gotear entre sus dedos.

Todas las mujeres fijaron sus ojos en ella, y luego en él y fue Colleen la que sonó ahogada:

– ¿Gracie?

– ¿Ésta Gracie? -dijo Mary Louise, revisando las ropa de Gracie y percatandose de todos los fallos.

Bobby Tom le dirigió la que pretendía ser la mejor sonrisa falsa y tierna que podía dirigir a alguien a quien tenía intención de asesinar a sangre fría.

– Esta misma señorita tan simpática. -Apartó a Reba McEntire para llegar a su lado-. Te dije que no seríamos capaces de mantenerlo en secreto mucho tiempo, querida.

Pasándole el brazo alrededor de los hombros, la acercó contra su pecho desnudo todo lo que pudo para que su cara quedara bien manchada por la suciedad y el aceite.

– Tengo que deciros, señoras, que Gracie sabe más sobre la historia de la Super Bowl que cualquier otra mujer que haya conocido. Señor, es pura magia en lo referente a hablar sobre records de juegos. La manera en la que dijiste esos porcentajes anoche, cariño, hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas.