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Ella subió las escaleras de la caravana y cuando abrió la puerta, Bobby Tom se levantó de un salto.

– ¿Pero dónde demonios te has metido?

– Fui a recoger la manta que usarás en la escena con Natalie esta mañana.

Él se acercó a ella con el guión en la mano. Ella notó con alivio que aunque fuera por una vez estaba cubierto por completo. Resultaba irónico que la escena de amor era una de las pocas que se rodarían donde él llevaba puesta toda la ropa. Para variar, sus vaqueros estaban cerrados hasta arriba y una camisa vaquera, con las mangas enrolladas, cubría la desnudez de su pecho.

– Ya no eres ayudante de producción. Eres mi ayudante y además recoger una manta no lleva tres horas.

Como ella no ofreció ninguna explicación pues sería muy larga, él la miró suspicazmente.

– ¿Y bien?

– Tuve que recoger unos documentos en la oficina para Willow.

– Y…

Ella se rindió a lo inevitable.

– Paré en Arbor Hills.

– ¿Arbor Hills?

– Es el asilo local, Bobby Tom. Seguramente lo conoces. Lo ví un día, cuando hacía un recado de Willow.

– Ya, lo sé. ¿Pero para qué fuiste allí? Pensaba que huías de los asilos como de la peste.

– Curiosidad profesional. Cuando pasaba por delante, vi una grieta peligrosa en las escaleras. Naturalmente, tuve que entrar para avisarles y mientras estaba allí, descubrí que sus instalaciones recreativas son malísimas. No estoy demasiado contenta con el administrador. -No vio necesidad de contarle que recientemente había tomado la costumbre de pasar tiempo con algunos residentes en cuanto tenía la oportunidad y esperaba hablar con el administrador en breve.

– Bueno, pues yo no me lo paso tan bien como tú. Me tengo que aprender el guión de la próxima escena y me gustaría que me ayudaras un poco.

– ¿Pero no gimes y gimes?

– No es divertido. -Empezó a caminar de un lado a otro por el estrecho espacio de la caravana-. Por si no te has dado cuenta, Gracie, no todo en la vida es un gran chiste.

¿Estaba Bobby Tom Denton, el hombre que nunca se tomaba nada en serio, diciéndole que no se debían gastar bromas? Ella reprimió su diversión mientras un interesante pensamiento la golpeaba.

– ¿Bobby Tom, estás nervioso por tener que rodar esa escena de amor?

Él se detuvo.

– ¿Nervioso? ¿Yo? Es mejor que te acerques y me dejes oler tu aliento, porque pienso seriamente que le has vuelto a dar al vino otra vez. -Se pasó los dedos por el pelo-. Deberías saber que hay más escenas de amor en mi vida que las que la mayoría de los hombres tienen en sueños.

– No detrás de la cámara. Y no con un montón de gente mirando. -Ella hizo una pausa mientras un pensamiento preocupante la golpeaba-. ¿O sí?

– ¡Claro que no! Bueno, no exactamente. ¡No como estás pensando! La cosa es que aunque hago esta película estúpida, no tengo intención de parecer un idiota. -Abrió el guión-. Aquí, al principio, “estos musculos deberían venir con licencia”. -La miró con un oscuro semblante ceñudo-. Y no quiero un comentario sarcástico sobre el dialogo, ¿entendido?

Ella reprimió firmemente una sonrisa. Él estaba realmente molesto por el asunto de la escena de amor. Mientras se apoyaba contra el pequeño mostrador de la cocina, se sintió mucho mejor que momentos antes.

Después de encontrar la frase en el guión, dijo la primera línea de la mejor manera posible.

– Estos músculos deberían venir con licencia.

– ¿Qué te pasa en la voz?

– Nada. Estoy actuando.

Él puso los ojos en blanco.

– Sólo dí la estúpida frase.

– No es necesariamente estúpida. Alguien la podría encontrar provocativa.

– Es estúpida, y los dos lo sabemos. Ahora, sigue.

Ella se aclaró la voz.

– Estos músculos deberían venir con licencia.

– No tienes que leerlo como si estuvieras en coma.

– No sabes la siguiente línea, ¿verdad? Por eso me criticas.

– Estoy pensando.

– En vez de criticarme a mí, por qué no reconoces que te has olvidado la respuesta y me dices: “Gracie, cariñooo, me parece que olvidé mi dialogo. ¿Por qué no me diiiices como empiiiieza?”

La imitación de su acento arrastrado lo hizo reírse. Se tumbó desgarbadamente sobre el sofá. Era demasiado pequeño para sus piernas largas, y apoyó sus pies, cubiertos por un par de gruesos calcetines blancos, contra la pared.

– Lo siento, Gracie. Tienes razón. Dime como empieza.

– Dices: “Y tú deberias…

– Ya me acuerdo: “ Y tú deberias venir con una advertencia, querida”. Joder, eso es todavía más estúpido. No es extraño que no la pueda recordar.

– Pues no es tan mala como la siguiente: “Por qué no me registras y miras si la tengo.” -Ella miró el guión con preocupación-. Tienes razón, Bobby Tom. Esto es realmente estúpido. No creo que al guionista le gusten más las escenas de amor que a tí. El resto del guión es por el estilo.

– Ya te lo dije. -Él se incorporó en el sofá-. Me dan ganas de tener una de esas pataletas en plan estrella que se lee en People. Necesitamos que se reescriba.

– En realidad, no hay tiempo para eso. -Ella miró otra vez el guión-. Sabes, esto podría funcionar si los dos lo decís con naturalidad. Sólo con una sonrisa. Los dos sabeis que es estúpido. Una especie de broma sexual, nada más.

– A ver -Tendió la mano para que se lo pasara. Ella se lo dio y él lo estudió-. Puede que tengas razón. Hablaré con Natalie sobre ello. Cuando no tiene delante ese bebé, alguna que otra vez muestra algunos atisbos de sentido común.

Pasaron los diez minutos siguientes estudiando el guión. En cuanto Bobby Tom decidía hacer algo, lo hacía bien. Resultó tener una memoria rápida y cuando lo llamaron al escenario, lo sabía sin fallos.

– Te vienes conmigo, Gracie.

– Me temo que no puedo. Tengo que hacer demasiadas cosas. -Si bien Bobby Tom no sentía nada por Natalie, era un hombre saludable y viril, e inevitablemente, iba a disfrutar de todo ese contacto físico. Ella no quería verlo. ¿Qué mujer en sus cabales observaría deliberadamente al hombre que amaba hacer el amor con otra mujer, especialmente una tan bella como Natalie Brooks?

– Todo lo demás tendrá que esperar. Te quiero conmigo allí mismo, en el cañón. -Se puso un par de botas de cuero.

– Molestaré. Será lo único que haga.

– Es una orden, Gracie. De tu jefe. -Agarró rápidamente el guión y su brazo y la empujó a la puerta. Pero cuando iba a agarrar el picaporte, se paró repentinamente. Girándose, la comenzó a estudiar de una manera que hizo que punzadas de excitación recorrieran su piel.

– Gracie, cariño, si no te importa, me gustaría que me dieras tus bragas antes de irnos.

– ¡Qué!

– Creo que lo dije bien claro.

Su pulso aceleró a toda velocidad ante el sonido de esa ronca voz arrastrada.

– ¡No puedo salir sin bragas!

– ¿Por qué no?

– Porque… porque estaría afuera, y estaría…

– Estarías desnuda bajo esa linda faldita tuya, pero mientras aparentas ser una dama delante de todo el mundo, yo lo sabría.

Otra vez, la recorrió con la mirada, haciendo que su piel se volviera húmeda y caliente. Él no entendía que ella no era el tipo de mujer que se paseaba sin ropa interior, ni siquiera en su versión “arreglada”.

Ante su vacilación, él suspiró pacientemente con exageración, de la manera que lo hacía cuando quería manipular a alguien.

– No me puedo creer que discutamos por esto. Aparentemente todas esas distracciones de estas dos semanas han hecho que olvides nuestro trato. Tú y yo sabemos lo que hay debajo de la falda. -Otro suspiro-. Nunca pensé que tendría que darte a ti, una catequista, un sermón sobre ética.