Bobby Tom arqueó las cejas con alarma. Al mismo tiempo, su cuerpo reaccionó con el instinto de un receptor profesional y automáticamente acercó el bebé a su pecho.
Elvis emitió un gorgoteo feliz. Rozando con familiaridad la piel con la mejilla, instintivamente movió la cabeza buscando sobre el bien formado músculo pectoral desnudo de Bobby Tom y abrió su ávida boquita.
Bobby Tom le dirigió una severa mirada.
– Ni lo sueñes, colega.
Elvis rió entrecortadamente y se chupó los dedos.
capítulo 14
Al caer la tarde siguiente, Gracie y Bobby Tom estaban sentados en la última fila de las gradas de madera del Instituto de Telarosa, mirando el campo vacío de fútbol.
– No me puedo creer que nunca fueras a un partido de fútbol en secundaria -dijo él.
– Había mucho que hacer en Shady Acres por las tardes. Era difícil poder salir. -Incluso a sus oídos, sonaba tensa. El día anterior, en el cañón, él había dicho que esa noche sería la noche en que acabarían lo que habían comenzado y ella estaba tan nerviosa que apenas podía soportarlo. Al mismo tiempo, él estaba tan frío y controlado como siempre. Quería matarlo.
– Parece como si no te hubieras divertido demasiado de niña. -Rozó el costado de su pierna y ella dio un brinco. La miró con aire inocente, luego se estiró para coger un muslo de pollo del envase que había comprado para comer, junto con patatas fritas, ensalada y pan de ajo.
Quizá su roce había sido accidental. Por otra parte, conociéndolo como lo conocía, era muy posible que él deliberadamente la estuviera distrayendo. Debía saber que ella estaba impaciente desde que había abierto la puerta de su pequeño apartamento y lo había visto de pie al otro lado con unos vaqueros, el stetson, y una camiseta descolorida de los Titans del Instituto de Telarosa que podía tener sus buenos quince años, y que en aquel tiempo podría haber quedado perfecta sobre sus espectaculares pectorales, pero ahora, definitivamente le apretaba. Como Bobby Tom siempre llevaba la ropa impecable, supo que vestir la desgastada camiseta era intencionado. Formaba parte de su intento de recrear una cita de secundaria.
Ella mordisqueó una patata frita y cuando él apartó la mirada, la metió por la abertura debajo de sus piernas y la dejó caer al suelo bajo las gradas, su estómago estaba demasiado agitado para comer.
– Lo echas de menos, ¿verdad?
– ¿El instituto? Para nada. Fueron los deberes lo que puso en un serio aprieto mi vida social.
– No hablo de deberes. Hablo del fútbol.
Él se encogió de hombros y lanzó el hueso de pollo al envase, rozándola con el brazo de camino. Ella sintió como si una onda expansiva la atravesara.
– Tarde o temprano, tenía que dejarlo. Un hombre no puede jugar siempre a la pelota.
– Ya, pero tú no habías planeado dejarlo tan pronto.
– Quizá me dedique al entrenamiento. Aquí entre nosotros, he hablado con un par de personas. Entrenar será probablemente el paso siguiente.
Ella esperaba oír algún entusiasmo en su voz, pero no oyó ninguno.
– ¿Qué piensas de tu carrera como actor?
– Tiene partes buenas. Me gustan las escenas de acción. -Torció su boca irritado-. Pero te aseguro que me alegraré mucho cuando acabemos con la escena de amor. ¿Sabes que hoy esperaban en serio que me quitara los pantalones?
Ella sonrió a pesar de su agitación.
– Estaba allí, ¿recuerdas? Y también cuando acabaste con toda la cara roja, sacudiendo la cabeza y atragantándote. Creo que ni Willow, ni el director, ni nadie, tenía la más leve idea de lo que decías.
– ¿Tendría que haberme quitado los pantalones?
– Lo hizo la pobre Natalie.
– Desnudarse forma parte de la vida de una mujer. Cuanto antes lo aceptan, más felices son. -Palmeó su rodilla desnuda, haciendo que una oleada de deseo la atravesara cuando dejó la mano allí un segundo más de lo necesario.
Le costó todo su autocontrol no responder al cebo que le puso. No era que ella no tuviera los nervios de punta por todos esos jueguecitos, pero se sentía notablemente tolerante con él, a pesar de su tortura sensual. La había emocionado su comportamiento con Natalie durante los últimos dos días, cuando habían rodado la escena de amor. Natalie había seguido teniendo subidas de leche, la mayoría de las veces encima de él, hasta el punto que Natalie habia pasado tanta vergüenza que había estallado en lágrimas. Bobby Tom había sido un perfecto caballero, bromeando con ella hasta conseguir que se relajara y haciéndola sentir como si ese tipo de cosas pasara cada dos por tres, como si cualquier día no estuviera completo sin eso, como si él encontrara agradable que le mojaran el pecho con leche materna.
Algunas veces su habilidad para disfrazar sus verdaderos sentimientos la asustaba. Nadie debería tener tanto autocontrol. Ella ciertamente no lo hacía. Ahora mismo, sólo pensar en hacer el amor con él convertía sus entrañas en papilla.
Él dio ligeros toquecitos en su muslo desnudo con la servilleta, aunque ella no había dejado caer nada allí. Su pulgar pasó rozando el interior y ella contuvo el aliento.
– ¿Pasa algo?
Ella rechinó los dientes.
– No… No… eh…, absolutamente nada. -La estaba reduciendo a ser una piltrafa emocional, con sus toquecitos, rozando la pierna cuando se movía, acariciando su pecho con el brazo cuando se inclinaba a coger un trozo de pollo. Cada uno de los contactos podía haber sido accidental, pero Bobby Tom no hacía nada por accidente, así que dedujo que estaba jugando con ella. Si por lo menos sacara el tema de lo que les depararía la noche, podría aclarar las cosas entre ellos y dejaría de estar tan a la expectativa. Lo sacaría ella misma, pero no tenía ni la más remota idea de cómo hacerlo.
Sacudió algunas migas de pan de sus blancos pantalones cortos para hacer algo con las manos. Había sido él quien le dijera que se pusiera pantalones cortos esa noche, y aunque no los veía demasiado apropiados, había accedido al recordar sus lisonjeros comentarios sobre sus piernas. También llevaba un jersey corto de algodón color turquesa que dejaba al descubierto la espalda en cuanto se inclinaba un poco hacia delante, algo, pensó, que no iba a escapar a la atención de Bobby Tom.
– Desearía que empezaras a ir a ver la proyección de los rodajes diarios -dijo ella, tratando de alejar su mente de su cuerpo caliente-. Quizá así, te entusiasmarías más con la película. Todos sabían que serías fotogénico, pero creo que nadie esperaba que actuaras tan bien como lo haces.
Varias veces ella había tenido oportunidad de sentarse con Willow, el director, y otros miembros de producción de Luna Sangrienta para previsualizar el rodaje del día. Bobby Tom tenía una presencia bastante tranquila en pantalla, parecía incluso como si no estuviera actuando. Actuaba de una manera sólida y comedida, a pesar del predecible guión.
En lugar de sentirse halagado por su alabanza, él frunció el ceño.
– Por supuesto que soy bueno. ¿Acaso piensas que me habría prestado a algo así si creyera que lo podía hacer mal?
Ella lo observó con suspicacia.
– Desde el principio, has estado sorprendentemente confiado para no haber actuado nunca. -Entrecerró los ojos ante una idea repentina-. No sé de qué me extraño, era de suponer. Es otro de tus trucos, ¿no?
– No tengo ni la más remota idea de lo que me hablas.
– Has tomado lecciones de interpretación.
– ¿Lecciones de interpretación?
– Ya me has oído. Has tomado lecciones de interpretación, ¿no es cierto?
Él se puso hosco.
– Puede que haya hablado con uno de mis colegas de golf mientras jugamos, pero nada más. Un par de conversaciones no son precisamente lecciones. Un par de ideas entre hoyo y hoyo. Eso es todo.