Bobby Tom estiró el brazo sobre el respaldo del sofá, tocando los hombros de Gracie, luego lentamente metió el pulgar por el cuello de su jersey y lo movió sobre su clavícula. Se erizó la piel de su pecho y ella temió que la reacción de los pezones la delataran, la tela del jersey era sumamente reveladora para todos. El rubor cubrió sus mejillas.
Bobby Tom continuó acariciándola.
– Estoy seguro que ella apreciaría tu lealtad, Terry Jo, pero no será necesaria. Mi madre adora este pueblo, y te puedo ga-ran-ti-zar que ni pensaría en estar en compañía de ese hijo de puta.
– Eso es lo que dije a todo el mundo -dijo Terry Jo-. Honestamente, Bobby Tom, yo no sé cómo nos mantendremos después de que Tecnologías Rosa se vaya del pueblo. Son el pueblo. Si el Festival de Heaven no nos incluye en el mapa del turismo, podemos cerrar la calle Mayor.
Bubby se limpió las migas de patatas.
– Luther dice que Michael Jordan jugará en el torneo de golf de las estrellas con toda seguridad.
Los ojos de Bobby Tom tenían una expresión vaga que Gracie sospechaba que significaba que no había invitado a toda esa gente como había prometido. Mientras intentaba escaparse de su atención, pensó que no era un descuido casual. Intentó desembarazarse sin éxito de la mano que acariciaba deliciosamente su cuello.
– No con toda seguridad -dijo-. Fijo.
– Si Jordan viene, traerá un montón de turistas. ¿Cuántos de los Cowboys traerás además de Aikman?
– Aún tengo que concretarlo. -Bobby Tom sacó la mano del cuello de Gracie y cogió el stetson. Cuando se puso de pie, la arrastró con él-. Gracie y yo tenemos que irnos. Le prometí que escogeríamos los nombres de todos nuestros hijos esta noche. Ahora mismo le gusta Aloysius para nuestro primer niño y tengo que quitarle esa idea de la cabeza.
Gracie casi se atragantó con la patata frita que estaba tragando.
Terry Jo le brindó un gesto inconfundible de amistad al decirle a Bobby Tom que que consideraba Aloysius un nombre perfecto. Los buenos modales obligaron a Gracie a darle las gracias para diversión de Bobby Tom. Le palmeó el trasero y comenzó a sonrojarse otra vez. Su mano permaneció allí mucho tiempo y ella apenas pudo pensar en cómo despedirse. La poca comida que había consumido esa noche había formado una bola de nervios en su estómago.
El silencio se alargó entre ellos mientras él daba marcha atrás por el camino de acceso y enfilaba la Calle Mayor. Ella retorció las manos en su regazo. Pasaron los segundos. Él empezó a manipular la radio.
– ¿Prefieres rock o country? ¿O quizá música clásica?
– Me da igual.
– Pareces disgustada. ¿Pasa algo?
Su pregunta era tan inocente, tan completamente carente de malicia que ella supo que la provocaba deliberadamente. Rechinó los dientes.
– Música clásica estaría bien.
– Lo siento. Esa emisora no se pilla demasiado bien de noche.
Gracie explotó. Cerrando las manos en puños, comenzó a chillarle.
– ¿Qué estás tratando de hacerme? ¿Me estás sacando deliberadamente de quicio? No importa. No me contestes. Sólo llévame a casa. ¡En este mismo minuto!
Él le dirigió una sonrisa satisfecha, como si ella hubiera hecho algo que le complacía enormemente.
– Por el amor de Dios, Gracie, estás hecha un manojo de nervios. Cariño, no creo que duela, si es eso lo que te preocupa. Claro que no soy ginecólogo, pero tienes ya treinta años y puede que tu himen, aunque estuviera allí cuando eras más joven, a lo mejor a estas alturas ya se ha evaporado.
– ¡Ya basta! ¡Déjame salir de aquí ahora mismo! ¡No te aguanto un minuto más! -Aunque ella nunca había sido una gritona, se sintió muy bien al chillarle-. ¡Puede que pienses que eres gracioso, pero no lo eres! Y no eres sexy, que lo sepas, a pesar de todo lo que esas mujeres te digan. Das lástima, eso es. ¡Feo, estúpido y digno de lástima!
Él se rió entre dientes.
– Sabía que esta noche lo pasaríamos bien.
Ella apoyó los codos en sus rodillas desnudas y descansó la frente en la palma de sus manos, bajando los hombros bruscamente.
Él metió la mano bajo su jersey y palmeó su espalda.
– Está bien, cariño. Parte de la diversión es la anticipación. -Paseó las yemas de sus dedos por los nudos de su columna vertebral.
– No quiero anticipación -gimió ella-. Quiero que empecemos de una vez para poder terminar ya.
– Querida, empezamos hace un par de horas. ¿Aún no te has dado cuenta? Sólo porque llevemos puestas todavía nuestras ropas, no quiere decir que no hayamos empezado desde el mismo momento en que te subiste a la camioneta esta noche. -Dibujó círculos sobre los relieves de su columna.
Ella giró la cabeza para mirarle. Él sacó la mano de su jersey y le sonrió. Ella imaginó ver ternura en sus ojos, pero debía ser sólo porque era lo que deseaba ver. La camioneta comenzó a rebotar y se enderezó.
– ¿Dónde estamos?
– En el río. Te dije dónde iríamos, como en secundaria. Gradualmente, cariño, para que no te sientas defraudada. Aunque si fueramos estrictos en eso, primero tomaríamos un helado en el Dairy Queen, pero si te digo la verdad, creo que no puedo tener las manos alejadas de ti ni un minuto más. -Él detuvo la camioneta, apagó el motor y los faros, luego bajó la ventanilla. Entró la fresca brisa de la noche y ella oyó el sonido de agua corriendo. A través del parabrisas, la luz de la luna iluminaba las hojas de pacana y los cipreses que crecían en la ribera.
Ella tragó.
– Hemos venido aquí, para… Ya sabes… Aquí. ¿En la camioneta?
– ¿Quieres que te dé el orden del día?
– Bueno, yo…
Él sonrió y se quitó el sombrero.
– Ven aquí, Gracie Snow. Llegó el momento.
capítulo 15
Gracie se deslizó en los brazos de Bobby Tom tan fácilmente como si no hubiera hecho otra cosa en su vida. Él apoyó en ella la barbilla mientras metía una mano bajo su jersey. Con la oreja presionada contra su pecho, ella oyó el latido fuerte y regular del corazón de Bobby Tom.
Él rozó su pelo al tiempo que acaricaba la piel de su espalda con el pulgar.
– Gracie, cariño, sabes que esto no es para siempre, ¿verdad? -Su voz era tierna y más seria de lo que nunca había oído-. Eres una buena amiga y no quiero lastimarte, pero no soy de los que se atan. Aún puedes cambiar de idea si piensas que no puedes manejar algo temporal.
Ella había sabido desde el principio que su relación no era para siempre, pero no porque él no fuera de los que sientan cabeza. Simplemente no se ataría a alguien tan ordinario como ella. A él le iban rubias despampanantes y pelirrojas de infarto, mujeres con cuerpos modelados por el aerobic y magnificos pechos. Reinas de la belleza y del rodeo que posaban nada más que con una sonrisa. Su esposa, sería alguien así, pero Gracie esperaba que por lo menos tuviera tambien algo de cerebro o él nunca sería feliz.
Ella aspiró su olor y dibujó la L de su vieja camiseta de secundaria con la yema del dedo.
– Lo sé. No estoy esperando un final feliz. -Levantó la mirada hacia él y lo observó con gran seriedad-. No quiero nada de ti.
Él levantó una ceja, claramente desconcertado por su declaración.
– Lo digo en serio, lo sabes. No quiero ropa, ni dinero, ni tu autógrafo para ninguno de mis parientes. No voy a vender tu historia a los periódicos sensacionalistas, ni a pedirte que hagas negocios conmigo. Cuando me vaya. No me llevaré nada de ti.
Él entrecerró los ojos con una expresión inescrutable.
– No sé por qué dices todo eso.