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Era lo mínimo que podía hacer por él.

Otra vez, ella sintió el roce de sus manos en los muslos, y luego su dedo invasor. Él gimió.

– Eres tan estrecha.

– Lo siento. Eso es porque nunca… -Se quedó sin aliento cuando comenzó a mover el dedo lenta y rítmicamente, acariciándola interiormente y provocando ardientes sensaciones. La exploró con sus hábiles e indagadores dedos, creando un sedoso ritmo íntimo.

– ¿Bobby Tom? -Ella murmuró su nombre como si fuera una pregunta.

– No te disculpes, cariño. No puedes evitar ser un fracaso. -En medio de la niebla de su excitación, se percató que él sonreía contra su mejilla húmeda. Pero antes de que se pudiera plantear por qué lo hacía sintió un duro empuje en la estrecha entrada de su cuerpo. Tensó las manos sobre sus hombros cuando sintió el cosquilleo de un placer que invadía todo su cuerpo.

– Oh…

Él se adentró, invadiéndola poco a poco, dándole tiempo para ajustarse a su tamaño. Ella sentía su contención en la tensión de los músculos bajo sus manos. Pero no quería que se contuviera. Llevaba esperándolo una eternidad.

– De prisa -dijo sin aliento-. Por favor, date prisa.

– No quiero, cariño. -Su voz era tensa, como si estuviera levantando pesas.

– Por favor. No te contengas.

– No sabes lo que me pides.

– Lo sé. Lo quiero todo.

Él tembló y se impulsó en su interior. Oleadas de placer recorrieron su piel y calentaron su sangre. Ella levantó las caderas y envolvió las piernas alrededor de las de él. Él enterró las manos bajo ella y la levantó más, empujándose profundamente en su interior. Ella celebró su propia habilidad para soportar su peso, para aceptar su sexo, y dio una boqueada de pura alegría ante su magia de mujer que permitía que su cuerpo acomodara el de él.

Su respiración sonaba áspera en su oído, y ella se movió contra él como si llevara toda la vida haciéndolo. Las sensaciones que la envolvieron fueron las más poderosas que había sentido, como el viento o el trueno. La llevó más y más alto, hacia las nubes, hacia un lugar misterioso donde sólo existía el éxtasis. La humedad de sus cuerpos se mezcló con sus gritos hasta que alcanzaron el cielo. Por un momento permanecieron allí, perfectamente suspendidos. Luego se dejaron caer juntos en una cascada de lluvia plateada.

Quizás habían pasado minutos o horas antes de que recuperara sus sentidos. Volvió a percibir el mundo poco a poco: el roce del aire fresco en su brazo, el sonido distante de un avión a reacción en lo alto. El cuerpo de él se sentía pesado entre sus brazos. Pero le encantaba su peso y experimentó una sensación de pérdida cuando sintió la suave succión al salir de ella.

Él rodó sobre su estómago, manteniendo la cara hacia ella y colocando el brazo sobre su pecho, justo debajo de sus pechos. Él cerró los ojos y, cuando se puso boca arriba, lo estudió, memorizando cada detalle de su cara: El sensual labio inferior, las pestañas que descansaban sobre sus mejillas, la nariz recta y firme y el húmedo rizo rubio en su sien. Su piel parecía dorada bajo la suave luz de la lámpara. Era tan guapo que la dejaba sin respiración.

La alegría la invadió. Quería bailar; Quería subir al tejado y gritar de júbilo. Nunca había estado tan llena de energía.

– ¿Bobby Tom?

– Uhmm…

– ¿Puedes abrir los ojos?

– Urgmm…

Ella pensó en una caricatura que había visto hacía mucho tiempo de unos ratones danzando en la tela de un paraguas. Así era como se sentía ella, desnuda en la cama con ese hombre, tan feliz como un ratón bailando en la tela de un paraguas.

– Es todavía mejor de lo que pensé que sería. Sabía que eras un amante excelente -y realmente lo eres, Bobby Tom- te aseguro que eres excepcional. Pero no deberías haberte reído de mi cuando pensé que lo había echado todo a perder con mi orgasmo precoz.

Él abrió un ojo y, manteniendo la mejilla contra la almohada, la miró fijamente.

– En caso de que aún no te hayas enterado, no existe nada que se parezca a un orgasmo precoz en las mujeres.

– ¿Y por qué se supone que debería saberlo? Voy a hacerte una crítica constructiva, así que no te ofendas, pero tienes la molesta costumbre de hacer chistes a los que sólo tú ves la gracia.

Él sonrió y levantó el brazo que reposaba bajo sus pechos para juguetear con su pelo entre sus dedos.

– Es que era irresistible -se echó a reir a carcajadas-. Un orgasmo precoz.

– Los hombres los tienen. No veo porqué las mujeres no lo iban a tener.

– Joder, las mujeres modernas lo quieren todo, ¿no es cierto? Pues bien, cariño, eso es algo que los hombres nos reservamos para nosotros solos, aunque nos llevéis al Supremo. -Bostezó y comenzó a rodar sobre su espalda, llevándose la sábana con él.

Ella se sentó con la espalda contra el cabecero.

– ¿Tienes hambre? Yo sí. No pude tragar bocado antes, por lo nerviosa que estaba, pero te juro que ahora me comería hasta un caballo. Me voy a preparar un sandwich, o mejor, un tazón de cereales, o sopa. O tal vez…

– Eres una charlatana, ¿no?

– ¿Crees que lo podemos hacer de nuevo?

Él gimió.

– Necesito un poco de tiempo para recuperarme. No soy tan joven como era hace unas dos horas.

– Creía…, bueno, sé que hay diferentes posturas y todo eso, pero, para ser completamente sincera, me siento fascinada por… eh… el órgano masculino, y no he tenido oportunidad de estudiarlo bien, y…

Ella se interrumpió cuando la cama comenzó a temblar por su risa.

– ¡Órgano masculino!

Ella lo miró con mala cara.

– No le veo la gracia. Soy demasiado vieja para ser tan ignorante y tengo un montón de años que recuperar.

Bobby Tom arrugó la frente con fingida alarma.

– No en una noche, espero.

– Creo que de alguna manera no tendrías problema para seguirme el ritmo. -Ella no había pasado por alto que, a pesar de sus palabras, él había estado observando algunas partes de su cuerpo con cierto interés.

El teléfono se entrometió. Aunque el que estaba en la mesita al lado de la cama estaba sin timbre, oyeron el que estaba en el despacho y que había sonado intermitentemente desde que entraron en la casa. Ya estaba acostumbrada al hecho de que él dejaba que su contestador cogiera la mayor parte de sus llamadas y no le había dado importancia. Esta vez él suspiró y estiró el brazo para cogerlo.

– Puede que si contesto, quien quiera que sea nos deje en paz por el resto de la noche. Hola… No, Luther, no importa, no estaba dormido… Ajá. Bueno, debería de tener confirmada la lista en un par de días… ¿Quieres que venga también, George Strait? -Puso los ojos en blanco-. No puedo hablar más, Luther. Tengo una llamada en la otra línea y estoy seguro de que vendrá Troy Aikman. Bien, se lo diré.

Él colgó de golpe el teléfono y se incorporó para sentarse con la espalda contra las almohadas.

– Me ha dicho que te recuerde que tienes una reunión del comité de “La casa de Bobby Tom”. Pero no vas a ir. Condenados tontos.

– De hecho, creo que sí que iré. Uno de los dos tiene que saber que se traen entre manos.

– Una locura, eso es lo que están haciendo y será mejor que te mantengas alejada porque puede ser contagioso. -Sus ojos vagaron por sus pechos-. ¿Estás lista para el segundo asalto o prefieres quedarte aquí sentada farfullando toda la noche?

Ella sonrió.

– Definitivamente estoy lista para el segundo asalto. Pero… -Buscó valor, determinada a no dejar que se saliera en todo con la suya, aunque tuviera más experiencia que ella y no confiara del todo en sus nuevas habilidades como sirena sexual-. Estoy preparada para el segundo asalto, pero esta vez seré yo quien lleve la voz cantante.

Él la miró con cautela.

– ¿Exactamente qué quieres decir?