Выбрать главу

– Lo recuerdo. Intenté trabajar de cadi en el club de campo cuando era niño, pero me dijeron que tenía que cortarme el pelo antes -sonrió-. No estaba dispuesto a hacerlo, así que me lo engominé.

Suzy tuvo una imagen mental de él apoyado contra las taquillas pasándose un peine de plástico negro por su pelo brillante. Hoyt llevaba el pelo muy corto.

Él se quitó la corbata y abrió el botón superior de la camisa.

– Hice una reserva para jugar mañana a las siete y media en mi club. Así evitaremos el calor.

– No traje ni mis palos, ni mis zapatos.

– Me ocuparé de ello.

– ¿No tienes que trabajar?

– Soy mi propio jefe, Suzy.

– Yo… en serio, tengo que estar de vuelta al mediodía.

– ¿Tienes otro compromiso?

No lo tenía y se dio cuenta de lo tonta que estaba siendo. Si tenía que pasar tiempo con él, ¿dónde mejor que en un campo de golf?

– Tengo unos recados que hacer, pero los dejaré para más tarde. Lo del golf estará bien.

– De acuerdo. -Él se levantó, se quitó la chaqueta, y la echó sobre el sofá-. ¿Te gustaría ver la terraza?

– Me encantaría. -Cualquier cosa con tal de postergar lo que se avecinaba.

Alarmada vio que él se dirigía hacia la escalera. Había asumido que la terraza estaba en la planta baja del duplex, pero en ese momento se dio cuenta de que se debía acceder a ella desde el dormitorio principal. Él había subido el primer escalón cuando se dio cuenta de que ella no lo seguía. Se giró hacia ella y la miró fijamente.

– No tienes que desnudarte para ver la vista.

– Por favor no bromees con esto.

– Entonces no me mires como si fuera a violarte. No lo haré, lo sabes. -Dándole la espalda, continuó subiendo las escaleras.

Ella lo siguió lentamente.

capítulo 17

Suzy se acercó a la barandilla donde Way estaba apoyado con las manos en los bolsillos, mirando el horizonte de San Antonio. Manteniendo una distancia prudencial entre a ellos, se colocó a su lado.

– Todo se seca rápidamente aquí arriba -dijo él sin mirarla-. Es realmente necesaria la irrigación.

Ella recorrió con la vista las macetas de terracota que contenían árboles ornamentales y plantas de brillantes colores. Una de flores amarillas de hibisco rozaba un lado de su falda. Prefería hablar de jardines que de cualquier otra cosa más amenazadora.

– Tengo el mismo problema con algunos de mis maceteros colgantes. Cuelgan de los aleros, por lo que no les llega el agua de lluvia.

– ¿Por qué no las pones en otro sitio?

– Me encanta verlas por la ventana de mi dormitorio.

Ella inmediatamente lamentó mencionar el dormitorio y apartó la vista de él.

– Para ser tan mayor te sonrojas como una adolescente. -Su voz era suave y vagamente ronca. Se tensó cuando él se volvió hacia ella y ahuecó la parte superior de sus brazos con la palma de sus manos. El calor de sus manos traspasó la delgada seda de su vestido. Él inclinó la cabeza.

Separó los labios en señal de protesta cuando su boca cubrió la de ella. Se puso rígida y se preparó para un asalto violento, pero su beso fue sorprendentemente suave. Rozó sus labios sobre los de ella que no esperaba que se sintieran tan suaves y cálidos. Cerró los ojos y se dejó llevar.

Él cambió de posición y presionó ligeramente sus caderas contra las de ella. Ella se tensó al sentir su deseo. Él lentamente se apartó de ella, y, cuando lo miró, fue incapaz de ocultar su confusión. ¿Le había respondido aunque fuera unos breves segundos? Seguramente no. Seguramente estaba sintiendo repulsión. A pesar de su poder y su dinero, ese era todavía Way Sawyer, el mayor matón del Instituto de Telarosa.

Él rozó un mechón de pelo que caía sobre su mejilla.

– Pareces una chica a la que acaban de dar su primer beso.

Su comentario la puso casi tan nerviosa como su beso.

– No tengo demasiada experiencia.

– Estuviste casada treinta años.

– No es eso lo que quería decir. Quería decir… con otros hombres.

– ¿No has estado nunca con alguien que no fuera Hoyt?

– Supongo que te parecerá raro, ¿no?

– Lleva muerto cuatro años.

Ella bajó la cabeza y oyó el murmullo de sus palabras en la brisa de la noche.

– Lo sé.

El silencio se extendió entre ellos, y cuando él habló, ella oyó algo de incertidumbre en su voz.

– Creo que necesitamos algo de tiempo para conocernos antes de que esto vaya más allá, ¿estás de acuerdo?

Dentro de ella brotó la esperanza y abrió los ojos mientras lo miraba.

– ¿No vas a… no vas a presionarme?

La boca que había besado momentos antes se endureció.

– ¿Tengo que presionarte?

Se desvaneció su esperanza siendo reemplazada por una terrible cólera.

– Estás jugando conmigo otra vez. ¿Cómo puedes ser tan cruel?

Ella le dio la espalda y se apresuró hacia las puertas de la terraza. Él la cogió por los hombros en ese punto, justo donde se entraba al dormitorio principal y ella ocultó la desolación de sus ojos.

– Tú no sabes lo que es la crueldad -dijo él-. Has estado entre algodones desde el momento en que naciste.

– ¡Eso no es cierto!

– ¿No lo es? ¿Sabes lo que es ir a la cama con hambre? ¿Sabes lo que es ver como lentamente tu madre se muere de vergüenza?

Nunca lo había visto tan duro. Girando abruptamente hacia las puertas del dormitorio, tomó el pomo entre las manos.

– Terminemos con esto.

Cuando entró en la habitación, lo oyó maldecir suavemente por lo bajo. Sientiendose prisionera, miró alrededor percibiendo las paredes granates como si fueran murallas. Una enorme cama de caoba maciza, cubierta de almohadones oscuros, estaba situada a sus espaldas. Temblando se giró hacia él.

– No quiero las luces encendidas.

Otra vez, él pareció indeciso.

– Suzy…

Ella lo interrumpió.

– No lo haré con las luces encendidas.

– ¿Quieres fingir que soy Hoyt? -dijo él con cólera.

– Nunca te podría confundir con Hoyt Denton.

Él contestó tan fríamente como ella.

– Vamos abajo. Puedes pasar la noche en la habitación de invitados.

– ¡No! -Cerró las manos en puños a los costados-. No dejaré que me hagas esto. ¡No más juegos mentales! Los dos sabemos que me has comprado y pagado. Así que supongo que sabes exactamente como funciona esto. Lo has debido aprender de tu madre. -Se giró, dirigiéndose al baño; se quedó consternada cuando comprendió lo que había dicho. A pesar de las circunstancias, no debería haber dicho algo tan odioso.

– Llena la bañera mientras estás allí.

Ella tembló aunque su voz fue de una calma mortífera.

– No quiero hacerlo.

– Hazlo -dijo él sin ningún tipo de inflexión-. Apaga las luces si quieres, pero llena la bañera.

Con un siseo consternado, ella escapó al cuarto de baño y cerró la puerta. Apoyándose contra ella, se le oprimió el corazón y se dejó caer pesadamente mientras sus ojos se llenaban de las lágrimas por la desagradable escena. Había pensado que simplemente podría meterse bajo las sábanas del dormitorio a oscuras, abrirse de piernas y dejar que él hiciera, rápida y eficientemente, lo que quisiera hacer, mientras ella se sumía en una bendita inconsciencia. No quería bañarse con él ni mantener juegos sexuales. Ella quería hacerlo esa primera vez y salir de todo el asunto tan poco afectada como fuera posible.

Se dijo a sí misma que su manera de hacer el amor sería mecánica, tan fría y desapasionada como era el propio hombre, pero cuando encendió nerviosamente el interruptor, la imagen de un niño de ojos enojados y una boca ansiosa apareció en su mente. Se estremeció y la rechazó con fuerza.

Mientras se desvestía, evitó mirar su reflejo en los espejos que cubrían las paredes. El baño era opulento, con sus grifos dorados y la bañera de marmol negro, de forma cuadrada y tan espaciosa como para contener a dos personas. Se demoró todo lo que pudo, doblando pulcramente sus ropas y colocándolas en el taburete de tapicería situado cerca de la bañera. Colocó sus zapatos debajo, uno al lado del otro como buenos soldaditos. Después de envolverse en una toalla negra gruesa, abrió el grifo de la enorme bañera. Mientras se llenaba, ella trató de relajarse pensando en su jardín y en lo que plantaría, pensando en cualquier cosa excepto en Hoyt y en que estaba a punto de cometer adulterio.