Él la miró. Jesús. Era todavía tan bella. Tan dulce y sensible. ¿Sería tan terrible si esperase un día más antes de hacerlo? No la tocaría. La trataría con cortesía. ¿Era tan terrible? Sólo un día más para ganarse el afecto de Suzy Denton.
capítulo 18
1234Bobby Tom se preparaba para dejar el plató ese día cuando Connie Cameron se dejó caer en su caravana con dos botellas de cerveza fría en las manos. Era sábado, esa semana ya no rodarían nada más y esperaba el día libre con ilusión.
– Hoy ha hecho calor; Pensé que te gustaría compartir una cerveza fría.
La observó mientras terminaba de abotonarse la camisa. Se había pasado toda la semana o torturado por Paolo Méndez, el actor que hacía el papel de malo, o saltando al río con Natalie con la dinamita explotando a sus espaldas y no estaba de humor para ser seducido por nadie que no fuera Gracie. Sólo pensar en su dulce cuerpecito se ponía duro. Aunque ya había pasado un mes desde la primera vez que habían hecho el amor, no tenía bastante de ella.
– Lo siento, cariño, pero mi mujercita me espera en casa.
– Ojos que no ven, corazón que no siente. -Quitó las chapas de las dos botellas y le ofreció una.
Él la colocó sobre el mostrador mientras se metía la camisa por los vaqueros. La faldita elástica se subió por sus muslos cuando se apoyó en el respaldo del sofá. Tenía las piernas morenas, pero no parecían tan bien proporcionadas como las de Gracie.
– ¿Dónde se ha metido ella estos días? -Connie se abrió un boton de la blusa, como si tuviera mucho calor.
– Pues al teléfono o poniendo orden en el asilo. Está organizando el torneo de golf en mi lugar. Es un trabajo muy pesado.
– Te aseguro que lo puede manejar. -Tomó un sorbo de cerveza, luego levantó un pie y lo colocó bajo su trasero. En esa postura, le mostraba una buena vista de sus bragas púrpuras.
Ya que se exhibía, él miró, pero se sintió más irritado que excitado.
– Connie, ¿qué intentas? ¿Si estás comprometida con Jimbo, por qué andas revoloteando a mi alrededor?
– Me gustas. Siempre me has gustado.
– También me gustas. O por lo menos me gustabas.
– ¿Eso qué significa?
– Quiere decir que ahora mismo soy un hombre de una sola mujer. Y mientras lleves el anillo de Jimbo, pienso seriamente que deberías considerar ser mujer de un solo hombre.
– Tengo intención de ser una esposa buena y fiel, pero eso no significa que desperdicie una última oportunidad antes de caminar hacia el altar.
– No conmigo.
– ¿Desde cuando eres un jodido puritano?
– Desde que conocí a Gracie.
– ¿Qué le ves, Bobby Tom? Nadie lo entiende. Quiero decir, a todo el mundo le gusta y todo eso. Es simpática y la gente aprecía la manera en que se interesa por esos viejecitos de Arbor Hills. Siempre ayuda a todo el mundo. Caramba, incluso me ayudó a mi la semana pasada cuando Louann no apareció y eso que sabe que no la puedo ver ni en pintura. Pero baila de pena. Y aunque es mona, a ti siempre te han gustado las mujeres más exuberantes.
Ella mostró su cuerpo exuberante para asegurarse que sabía a que se refería. Se le ocurrió que Gracie tenía algo que Connie no tenía. Tenía escrúpulos.
Y tambien era terca como una mula y lo estaba volviendo loco. El dinero que ella guardaba en el cajón de su escritorio era un ejemplo. No era más que calderilla en su bolsillo, pero con ella era imposible tratar ese tema. Él ya sabía que no era como todas esas sanguijuelas que se aprovechaban de él, ¿por qué no dejaba que le regalara cosas? A pesar de lo bien que lo conocía, no parecía entender que él era siempre quien daba, y que cualquier otra cosa lo hacía sentir incómodo. El desasosiego lo embargó cuando recordó que ella no sabía quien pagaba su sueldo, pero se dijo a sí mismo que eso no era motivo de preocupación. Debería asegurarse que nunca se enteraba, eso era todo.
Connie lo miró con suspicacia.
– Otra cosa que mosquea a la gente… Gracie no parece saber demasiado de fútbol para ser alguien que se supone que pasó tu examen de fútbol.
– Hice algunas concesiones.
Ella se levantó de un salto del sofá ante la afrenta.
– ¡Eso no es justo! Las mujeres siempre han contado con tu imparcialidad cuando haces el examen.
Él se percató demasiado tarde que había cometido un error táctico.
– He sido justo. Eso fue porque llevaba tiempo bajando el nivel.
Eso pareció tranquilizarla. Él observó con recelo cómo ella posaba la cerveza sobre el suelo y con pasos lentos se aproximaba hacia él, apresándolo con sus ojos oscuros. Puede que fuera la mujer más bella de Telarosa, pero en ese momento no la encontraba ni la mitad de atractiva que a Gracie.
Un recuerdo particularmente tentador de los sonidos que Gracie había hecho en su oído la noche anterior surgió en su mente. Estaba seguro que sin lugar a dudas se lo había pasado tan bien en la cama con alguna otra mujer, pero aunque su vida dependiera de ello, no se acordaba de cuándo o con quién. Gracie estaba llena de sorpresas. Mostraba una irresistible combinación de pasión e inocencia, reticencia e intrepidez. Cuando hacían el amor, ella era tan innovadora que tenía que recordarse constantemente que era una novata en las artes amatorias y que era su primer amante. Sospechaba que no tendría esa reacción tan fuerte ante ella si no hubiese padecido tal abstinencia sexual después de su lesión, y más de una vez se había recordado que probablemente habría pasado lo mismo con cualquier otra mujer para retomar el control otra vez.
Cuando Connie envolvió los brazos alrededor de su cuello y presionó su boca contra la de él, tuvo la oportunidad de probar esa teoría, pero no le llevó más de diez segundos darse cuenta de que Connie no lo encendía. La agarró por los hombros y la separó firmemente de él.
– Cuando lo sepas, me dices que queréis de regalo de boda, ¿vale?
Contrajo los rasgos y supo que se sentía insultada, pero él no la había invitado y no le importó demasiado. Cogió las llaves del coche y el sombrero y se dirigió a la puerta que abrió para que ella saliera primero. Ella lo hizo sin chistar. Él se puso rápidamente el stetson y la siguió al exterior.
El jefe de policía, Jimbo Thackery, esperaba apoyado en el coche patrulla a no más de seis metros.
Connie no perdió el tiempo.
– Hola, Jim, cariño. -Se dirigió hacia él con la blusa desabotonada y le echó los brazos al cuello.
Jimbo se liberó de ella y le dirigió a Bobby Tom una mirada llena de celos.
– ¿Qué demonios sucede aquí? ¿Qué hacías con él?
Connie curvó los dedos posesivamente sobre su brazo.
– No te enfades, Jim. Bobby Tom y yo sólo estábamos tomando una cerveza. No pasó nada más, ¿no es verdad Bobby Tom? -Y le dirigió a Bobby Tom una sonrisita lenta y taimada que sugería que había ocurrido algo.
Bobby Tom los miró a los dos con cara de asco.
– Creo que nunca conocí a dos personas que se merecieran tanto la una a la otra.
Él se dirigió hacia su camionera. Jimbo se dirigió a él mientras se sentaba tras el volante. Los pequeños ojos del jefe de policía eran duros y significativos.
– Te estoy esperando, Denton. En el momento en que tires el papel de un chicle o escupas en la acera, yo estaré ahí.
– No escupo, Jimbo -dijo Bobby Tom-. A menos que te tenga delante.
Mientras se marchaba, miró el retrovisor y vió como Jimbo y Connie discutían a gritos. No sabía por cual de los dos sentía más pena.