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Gracie abrió la puerta en respuesta al golpeteo, pero su sonrisa se desvaneció al ver a Suzy.

– ¿Qué sucede? ¿Qué ha ocurrido?

– Voy a llevarla a casa -dijo él.

– ¡No! -Suzy se alejó y se restregó las lágrimas con el dorso de la mano-. Lo siento. Yo… os pido perdón a ambos. No sé que me pasó, me siento muy avergonzada.

– No hay ninguna necesidad de que te sientas avergonzada. Soy tu hijo.

Gracie salió un momento al porche.

– Venir aquí tiene que remover todo tipo de emociones dolorosas para ti. No serías humana si no reaccionases.

– Bueno, eso no es excusa. -Les dirigió a los dos una sonrisa débil y poco convincente-. Ahora estoy bien -de verdad- pero creo que no voy a entrar. -Señaló la caja-. ¿Puedes poner esos trofeos en el dormitorio de Bobby Tom por mi? Bobby Tom te puede mostrar donde van.

– Por supuesto -contestó Gracie.

Él tomó el brazo de su madre.

– Voy a acompañarte a casa.

– ¡No! -Ella se apartó bruscamente, y para su asombro, comenzó a llorar otra vez-. ¡No, no lo harás! Quiero estar sola. ¡Solo quiero que todo el mundo me deje en paz! -Cubriéndose la boca con la mano, huyó hacia su coche.

Los ojos de Bobby Tom encontraron los de Gracie y él la miró con impotencia.

– Tengo que asegurarme que llega bien. Ahora vuelvo.

Gracie asintió con la cabeza.

Siguió a su madre a casa, sintiéndose sacudido hasta la médula por lo que había ocurrido. Se percató que estaba acostumbrado a pensar en Suzy como su madre, no como en un ser humano con una vida propia y se sentía avergonzado. ¿Por qué no había escuchado a Gracie? Al día siguiente tendría con su madre la conversación que debería haber tenido tres semanas antes.

Observó desde el coche cómo su madre entraba a salvo, luego regresó a la pequeña casa blanca de una planta donde había crecido. Gracie había dejado la puerta abierta y la encontró en su dormitorio de infancia. Estaba sentada en el borde de la cama mirando fijamente la caja con sus viejos trofeos, a sus pies. Ver a Gracie en esa habitación rodeada de tantas cosas de su niñez envió una sensación extraña por su columna.

El escritorio del rincón no era como él lo recordaba, pero el flexo verde todavía tenía las pegatinas de los Titans que él había pegado en el pie hacía mucho tiempo. Un perchero exhibía su colección de gorras de béisbol y su viejo poster de Evel Knievel estaba colgado en la pared. ¿Por qué su madre había hecho eso? La estantería de al lado de la ventana, la había hecho su padre para poner sus trofeos. La silla del escritorio era un duplicado de la original, pero la colcha dorada no se parecía nada a la de cuadros con la que había crecido.

Gracie levantó la cabeza.

– ¿Llegó bien a casa?

Él asintió con la cabeza.

– ¿Qué sucedió?

Él se acercó a la ventana, apartó la cortina, y miró el patio.

– No puedo creer lo altos que están los árboles. Todo lo demás, en cambio, está más pequeño de lo que recordaba.

Gracie no sabía por qué debería sentirse desalentada ante su renuencia a hablar con ella; Debería tenerlo asumido a esas alturas. Pero sabía que esa escena con su madre lo había afligido y le hubiera gustado poder comentarla con él. Se levantó de la cama y se arrodilló sobre el suelo para empezar a sacar los viejos trofeos enrollados en papel de periódico.

Sus botas aparecieron en su campo de visión cuando él se acercó donde estaba ella, luego se sentó en la cama en el lugar que ella acababa de dejar libre.

– No sé que sucedió. Un momento estábamos hablando y al minuto siguiente estaba golpeando la puerta porque mi padre no estaba allí para contestarle.

Gracie se sentó sobre los talones y lo miró.

– Lo siento mucho por ella.

– ¿Qué pudo pasar?

Como ella no contestó, él la miró acusadoramente.

– Tú piensas que esto tiene algo que ver con Sawyer y lo que sucedió en el restaurante, ¿no? Y me echas la culpa a mi.

– Yo no he dicho nada.

– No tienes que hacerlo. Puedo leer tu mente.

– Quieres mucho a tu madre. Sé que jamás le harías daño deliberadamente.

– Esto no tiene nada que ver con Sawyer; Estoy seguro. Y ella me ha dicho que no lo verá más.

Gracie inclinó la cabeza, pero no comentó nada. Con todo lo que los quería a los dos, sabía que tendrían que resolver eso ellos solos.

Ella observó como él miraba su antiguo dormitorio y no se sorprendió cuando dejó de hablar de Way Sawyer y su madre.

– Todo este rollo de lo de “La casa de Bobby Tom” me pone la piel de gallina. No sé por qué la gente del pueblo piensa que alguien va a perder el tiempo visitando este lugar para ver mis viejos trofeos de fútbol. Supongo que ya sabes que no estoy nada contento con tu participación en todo esto.

– Alguien tenía que velar por tus intereses. Deberías ver los llaveros que llegaron hoy. Llevas el uniforme de los Cowboys.

– No me he puesto el uniforme de los Cowboys en mi vida.

– La magia de la fotografía digital. Lo único que pude hacer fue situarlos en una esquina, pero tuve más suerte con una idea que se me ocurrió hace algunas semanas.

– ¿Cuál?

– En el pueblo se necesita un centro cívico para personas de la tercera edad y esta tarde hablé con Terry Jo y Toolee sobre usar la casa para eso. Ya se lo había comentado a Suzy y estuvo de acuerdo en que sería el sitio ideal.

– ¿Un centro social para las personas de la tercera edad? -consideró la idea-. Me gusta.

– ¿Lo suficiente como para donar dinero para poner una rampa para sillas de ruedas y adaptar los baños?

– Claro.

Ninguno de los dos comentó nada de que Gracie parecía sentirse plenamente libre de pedirle dinero para otros, pero que insistía silenciosamente en darle parte de su sueldo, si bien el dinero permanecía sin tocar en el cajón de su escritorio. Ella se enorgullecía de que, restringiendo sus gastos personales, habría pagado el vestido negro a tiempo para ponérselo para la fiesta de inauguración que habría en el club de campo antes del torneo de golf.

Él se puso de pie al lado de la cama y comenzó a dar vueltas por la habitación.

– Mira, Gracie, sé que me pasé un poco la noche que discutimos, pero debes comprender que Way Sawyer es un tema muy delicado para mí.

Ella se sorprendió de que él reabriera el tema.

– Lo entiendo.

– Bueno, supongo que no debería haber volcado en ti mi mal humor. Tenías razón, debería haber hablado con mi madre; me doy cuenta ahora. Lo haré mañana en cuanto acabe el rodaje.

– Vale. -Ella se sintió agradecida de que el alejamiento entre ellos finalmente hubiera terminado.

– Supongo que tenías razón en un montón de cosas. -Otra vez se dirigió a la ventana y miró el patio trasero. Bajó los hombros ligeramente-. Cada vez echo más de menos el fútbol, Gracie.

Ella se irguió atónita. Ésa sería una pequeña revelación para cualquiera, pero el que Bobby Tom lo admitiera por fin la sorprendió.

– Lo sé.

– ¡No es jodidamente maravilloso! -Cuando él se dio la vuelta, sus rasgos estaban desfigurados por lo que sentía. Estaba tan agitado, que ni siquiera pareció percatarse que había dicho una obscenidad delante de ella, algo que raramente hacía delante de una mujer-. ¡Un golpe y me quedo fuera de juego para siempre! ¡Un jodido golpe! Si Jamal me hubiera golpeado dos segundos antes o dos segundos después, no habría pasado nada.

Ella pensó en la cinta de video y supo que nunca olvidaría la vista de su cuerpo elegantemente estirado recibiendo el brutal golpe.

La miró con cólera, con una mano cerrada con fuerza en un puño en el costado.

– Me quedaban tres o cuatro años buenos. Tenía ese tiempo para planear que hacer al retirarme, si quería entrenar o retransmitir partidos. Necesitaba ese tiempo para prepararme.

– Eres listo -dijo ella suavemente-. Aún puedes hacer esas cosas.