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– ¡Pero no quiero! -Las palabras surgieron bruscamente y ella tuvo el extraño presentimiento que lo asombraban más que a ella. Su voz descendió hasta no ser más que un susurro-. ¿No lo entiendes? Yo lo que quiero es jugar al fútbol.

Ella asintió con la cabeza. Lo entendía perfectamente.

El torció los labios en una mueca de desagrado.

– No sé cómo puedes aguantar ahí sentada, escuchándome sin querer vomitar. Qué patético, ¿no crees? Un hombre con el mundo a sus pies lloriqueando sólo porque la vida le ha jugado una mala pasada. Tengo todo el dinero del mundo; Tengo amigos, casas, coches… pero siento lástima de mi mismo porque no puedo jugar al fútbol. Si yo fuera tú, me estaría partiendo de risa ahora mismo. Si yo fuera tú, iría a al Wagon Wheel ahora mismo y le contaría a todo el mundo como está lloriqueando Bobby Tom Denton y así ellos se reirían también.

– No me parece gracioso.

– Bueno, pues debería -soltó un bufido desdeñoso-. ¿Quieres oír algo realmente penoso? No tengo ni la más leve idea de quién soy. Desde que puedo recordar, siempre he sido jugador de fútbol y ahora da la impresión de que no sé ser otra cosa.

Ella habló en voz baja.

– Creo que podrías ser cualquier cosa que quisieras.

– ¡No lo entiendes! Si no puedo jugar al fútbol, entonces no quiero ser parte del juego. No soy capaz de entusiasmarte entrenando, no importa lo mucho que lo intente y sin duda alguna no quiero ponerme a comentar fría y sarcásticamente un partido desde una cabina para la gente que está en casa.

– Tienes bastantes más talentos que esos.

– ¡Soy jugador de fútbol, Gracie! Eso es lo que he sido siempre. Eso es lo que soy.

– Ahora mismo eres actor. ¿Qué pasa con tu carrera cinematográfica?

– Bueno ya. No me importaría hacer otra película, pero por más que trato de convencerme que no es así, sé que no pongo mi corazón en ello. Me parece un juego en lugar de un trabajo. Y sigo pensando que no hay nada más patético en el mundo que un deportista retirado tratando de ser una estrella del cine porque no puede hacer otra cosa.

– Te conocí después de que dejaras de jugar al fútbol, así que para mí no eres un futbolista, retirado o en activo. Y me resulta difícil pensar que eres una estrella de cine. Para ser honesta, siempre te he considerado más un hombre de negocios que cualquier otra cosa. Obviamente tienes talento para hacer dinero y pareces disfrutar haciéndolo.

– Y lo disfruto, pero no es algo respetable desde mi punto de vista. Quizá algunas personas puedan ser felices haciendo dinero sólo por tener más, pero yo no soy una de ellas. La vida debe ser algo más que comprar juguetitos. Poseo demasiadas cosas. No necesito ni otra casa, ni quiero otra avioneta y tengo de sobra para comprarme algún que otro coche sin arruinarme.

Bajo otras condiciones, su indignación la podría haber hecho sonreír, pero él estaba demasiado preocupado para que ella se lo tomara como un chiste. Pensó en la cantidad de veces que había entrado en el estudio y lo había visto hablar por teléfono, con las botas sobre el escritorio y el stetson echado hacia atrás mientras discutía sobre el acierto de invertir dinero en unas nuevas acciones o en carne de cerdo o en cualquier otra cosa.

Ella se levantó del suelo y se acercó a él.

– Lo cierto, Bobby Tom, es que te encanta hacer dinero y hay montones de cosas respetables que podrías hacer con él aparte de comprarte juguetitos o como los llames. Sé cuánto te preocupas por los niños. En lugar de dejar que las mujeres te amenacen con casos de paternidad, por qué no haces algo más por los niños sin padre. Establece fondos para becas o financia centros para cuidar de esos niños; Abre comedores gratuitos. ¿O no podrías ir al hospital del condado y ver las necesidades del ala de pediatría? Hay un mundo de necesidades ahí fuera y tú estás en una posición envidiable para ayudar. El fútbol te ha dado mucho. Quizá sea el momento de que tú hagas algo.

Él clavó los ojos en ella, sin decir ni una sola palabra.

»Tengo una idea. No sé qué te parecerá, pero… ¿Por qué no creas una fundación de caridad? ¿No podrías hacer dinero para la fundación en vez de para tí mismo? -Como él no respondió, ella continuó-. Hablo de hacerlo a jornada completa, no como un juego de un hombre rico, sino de usar tu talento para mejorar la vida de otras personas.

– Es una locura.

– Tú piénsalo.

– Ya lo he hecho, y es una locura, la locura más grande que he oído nunca. Yo no soy ningún tipo de benefactor. Si tratara de hacer algo así, la gente se reiría tanto que se caería al suelo de risa. -Estaba tan alucinado, que practicamente sonaba como si se estuviera ahogando y ella no podía hacer más que sonreír.

– No creo que la gente se sorprendiera. Forma parte de tu carácter. -Ella centró de nuevo su atención en desenvolver los trofeos. Había plantado la semilla, pero el resto dependía de él.

Él se sentó sobre la cama y miró como ella trabajaba durante varios minutos. Cuando finalmente habló, era obvio por el destello de sus ojos que tenía otra cosa que no era el futuro en su mente.

– Te aseguro, Gracie, que me enojaste tanto que casi me hiciste olvidar lo precioso que se ve ese trasero tuyo con esos vaqueros. -Se quitó el sombrero y palmeó el colchón-. Ven aquí, cariño.

– No sé si me gusta lo que veo en tu cara. -Lo cierto era que le gustaba mucho. Estar sola con él en una pequeña habitación hacía que pensara en cuánto tiempo había pasado desde la última vez que habían hecho el amor.

– Te aseguro que te gustará bastante. Si supieras cuánto tiempo solía pasar en este mismo dormitorio soñando con conseguir desnudar a una chica, ni siquiera se te ocurriría negarte.

– ¡Habrase visto! -Ella se movió hasta ponerse delante de él.

Él la agarró por la parte trasera de sus muslos y la atrajo hacia sus piernas abiertas.

– ¿Conseguiste desnudar alguna? -Él abrió el botón de sus vaqueros y se inclinó hacia delante para mordisquear su ombligo.

– Me temo que no. Mi madre era bastante estricta. -Sus labios se movieron más abajo, hacia la cremallera-. Cuando estaba en noveno grado, casi lo conseguí con la hija de una amiga suya que estaba de visita, pero supongo que nuestras madres tenían una especie de radar para este tipo de cosas, porque cada vez que se podía poner interesante, Suzy aparecía con un plato de Oreos.

– Así es que te tuviste que conformar con los asientos traseros o los aparcamientos del río. -Ella comenzaba a sonar jadeante.

– Eso fue mucho después. -Él subió las manos por debajo de la colorida blusa de ganchillo y ahuecó sus pechos sobre el sujetador. La respiración de Gracie se volvió más entrecortada cuando él frotó los pulgares sobre sus pezones, jugando a rozarla con la seda hasta que sintió como se derretía.

– Uhmm -murmuró él-. Hueles a melocotones otra vez.

Antes de que pasara mucho tiempo los dos estaban desnudos y haciendo el amor de una manera tan dulce en esa estrecha cama que todos los pensamientos sobre el futuro se evaporaron. Cuando acabaron y Gracie yacía desmadejada encima de él, que curvaba la mano sobre su trasero, ella finalmente abrió los ojos lo suficiente como para ver la sonrisa satisfecha de su cara.

– Tuve que esperar un montón de años para conseguir desnudar una mujer en mi habitación, pero ha valido la pena cada minuto de espera.

Ella le acarició el cuello con la nariz y sintió la suave abrasión de su barba contra su sien.

– ¿Soy mejor que Terry Jo?

Su voz era ronca cuando rodó a un lado y ahuecó su pecho.

– Terry Jo era simplemente una chica, cariño. Tú eres una mujer hecha y derecha. No hay comparación posible.

Ella oyó un ruido en el piso de abajo y elevó la cabeza rápidamente al darse cuenta que la puerta del dormitorio estaba abierta. Tuvo un presentimiento.