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Los últimos días, había jugueteado con la excitante posilidad de que Bobby Tom se pudiera enamorar de ella. Ante esa idea le ardieron las mejillas mientras regresaba al coche. Si bien se decía a sí misma que pensar eso era peligroso, no se lo podía sacar de la cabeza. ¿Cómo podría mirarla con tal ternura si ella no le importase? Era tan receptivo con su afecto, tan apasionado en la manera de hacer el amor. ¿Habría sido así con todas las mujeres de su pasado? ¿No sentiría algo especial por ella?

Algunas veces lo miraba para encontrarlo observándola como si ella fuera importante para él. En esos momentos era cuando comenzaba a pensar en el futuro y a imaginarse una casa llena del sonido de su risa. ¿Era imposible? ¿Podía sentir él lo mismo que ella sentía por él? Su piel se calentó sólo de pensarlo. ¿Sería posible que el futuro fuera para ella algo más que recuerdos?

Durante el resto del día, se entregó por completo a su trabajo para evitar fantasear. Primero preparó los regalos de bienvenida a los participantes que se alojarían en el Hotel Cattleman y luego se pasó por el club de campo donde estaban al borde del colapso. Al ir de un sitio a otro pasó por debajo de los carteles de bienvenida que colgaban en la Calle Mayor. Como en el resto de la ciudad en incluso en algunas camisetas ponía: HEAVEN, TEXAS. UN LUGAR EN EL CORAZÓN.

Pasó la mayor parte del día en el club de campo, solucionando los problemas de la distribución de la gente. Cuando terminó, eran casi las cinco y se dio cuenta de que no había recogido el cheque de su sueldo. Como tenía exactamente cuatro dólares en la cartera, se desplazó otra vez al hotel, donde en la suite, tenía Windmill sus oficinas, esperando llegar antes de que la secretaria que se encargaba de las nóminas se hubiera ido.

Para su decepción, Willow estaba cerrando la puerta cuando salió del ascensor. Gracie se apuró.

– Siento mucho llegar tan tarde, pero me entretuve. ¿Podrías darme tú el cheque de mi paga?

Wilow se encogió de hombros y abrió la puerta.

– Supongo.

Gracie lo agradeció interiormente. Si bien había tratado de ser tan útil para Willow como pudo, su relación seguía siendo tensa y Gracie sospechaba que era porque Willow había tenido intención de liarse con Bobby Tom. No quería ni pensar lo que se molestaría la productora si descubría que el compromiso era falso.

– Sé que piensas que paso poco tiempo en el set de rodaje, pero me dijiste que se suponía que recibía órdenes directas de Bobby Tom y él quiere que organice todos los detalles del torneo de golf.

– Está bien, Gracie. No pasa nada.

Willow era una jefa muy dura y exigente y Gracie no podía imaginar que fuera tan indulgente con cualquier otra persona. Ahora, mientras estaban solas, parecía tan buen momento como otro para sacar el tema de su futuro laboral.

– Me he estado preguntando cuáles son tus planes para mi.

– ¿Mis planes?

– Para cuando os trasladéis a L.A. Si quieres que vaya con vosotros o no.

– Supongo que deberías hablar con Bobby Tom. -Empezó a buscar entre la correspondencia de encima del archivador-. He oído que han llegado un par de jugadores de los Laker para el torneo de golf. Hace años que sigo a ese equipo, espero tener oportunidad de conocerlos en la cena.

– Estoy segura de que a Bobby Tom no le importará presentártelos. -Titubeó, eligiendo cuidadosamente las palabras-. Willow, no quiero que mi relación personal con Bobby Tom influya en mi futuro profesional. A pesar de que obedezco sus órdenes, tú eres mi jefa y supongo que estaría más tranquila si supiese qué tienes en mente para mí

– Lo siento, Gracie, pero no te puedo decir más ahora mismo. -Parecía tener dificultad para encontrar su cheque y comenzó a revisar todo otra vez, para detenerse y decir-: Ahh, es cierto. Tu cheque se hace aparte.

Un pequeño escalofrío se deslizó por la espalda de Gracie mientras miraba los movimientos de Willow por encima del escritorio, abriendo unos de los cajones y sacando un sobre largo.

Cuando habló su voz tuvo un sonido débilmente hueco.

– ¿Cómo es eso? ¿Por qué mi cheque es diferente a los demás?

Willow vaciló demasiado tiempo.

– ¿Quién sabe como hacen las cosas los de contabilidad?

– Tú -espetó Gracie-. Eres la productora.

– Mira, Gracie, quizá sea mejor que hables con Bobby Tom acerca de esto. Estoy muy apurada de tiempo-. Depositó con fuerza el cheque en la mano de Gracie.

Gracie sintió que otro escalofrío se deslizaba por su espalda y apenas pudo encontrar valor para hablar cuando una terrible certeza se apoderó de ella.

– ¿Bobby Tom ha estado pagando mi sueldo todo el tiempo? Es él quien me tiene contratada y no Windmill.

Willow recogió su bolso y caminó hacia la puerta.

– Lo cierto es que no quiero líos sobre esto.

– Ya los tienes.

– Mira, Gracie, una cosa que se aprende rápido si se quiere sobrevivir en este negocio es no llevarle la contraria a las estrellas… ¿sabes lo que quiero decir?

Gracie lo sabía demasiado bien. Bobby Tom había estado pagando su sueldo todo el tiempo, y le había dicho a Willow que lo mantuviera en secreto.

Con las rodillas temblando siguió a Willow fuera de la suite. Sintió como si algo frágil se hubiera hecho pedazos dentro de ella. Ésta era una traición que nunca hubiera esperado. Mientras bajaba en el ascensor, todos sus sueños se evaporaron. Esto había sido muy importante para ella. Esencial. Justo esa mañana, se había permitido albergar la idea de que él la podría amar, pero ahora sabía que para él no era diferente de todos los demás parásitos que vivían de él.

Dejó el hotel y entró temblando en el coche. Todo el tiempo, ella no había sido nada más que otro de sus casos de caridad. No podía detener las lágrimas. Le debía todo a éclass="underline" El techo sobre su cabeza, la comida, cada compra que había realizado, desde el champú a la caja de Tampax. Se sintió ridícula cuando pensó en lo orgullosamente que había dejado el dinero en el cajón del escritorio para pagar el alquiler y compensar los gastos del vestido de coctel. Cómo debía haberse reído él cuando lo había visto. Parecía ser especialista en dejar que hiciera chistes privados a su costa.

Agarró con fuerza el volante, pero no pudo detener las lágrimas. ¿Cómo era posible que hubiera pensado eso antes? Él no la amaba en absoluto. Había sentido lástima, así que se había inventado un trabajo para ella por piedad de la misma manera que daba dinero a niños que no eran suyos o ponía el dinero para los negocios de sus amigos sabiendo que no iban a funcionar. Nunca había tenido suficiente trabajo para ocupar su tiempo y ni siquiera podía tener la satisfacción de sentir que se había ganado el dinero. Él había sabido todo el tiempo que no necesitaba una ayudante toda la jornada, pero no había querido tenerla sobre su conciencia. A Bobby Tom le gustaba jugar a ser Dios.

Miró ciegamente hacia delante. Al no decirle la verdad desde el principio, se había burlado de ella de una manera que nunca podría perdonar. Le había explicado lo importante que era para ella pagar sus deudas. ¡Sabía lo que pensaba! Pero no le había importado porque ella no era importante para él. Si se preocupara por ella no la habría despojado de su dignidad. No quiero nada de ti, Bobby Tom. Sólo quiero complaterte. Qué chiste. Qué chiste tan horrible y doloroso.

*****

A algunos hombres no les quedaban bien el esmoquin, pero a Bobby Tom le sentaba como un guante. Le había dado su toque, por supuesto: la camisa color lavanda con los botones brillantes, el stetson negro y un par de botas negras de piel de serpiente que sólo se ponía para ir de etiqueta. El edificio de piedra caliza del club de campo habías sido pulido hasta estar reluciente para el acontecimientos más grande de su historia. La venta de entradas para el torneo habían superado todas las expectativas e incluso el tiempo había colaborado ofreciendo un día soleado, pero con temperaturas por debajo de los treinta grados.