– Supongo que te habrá dicho que te fueras al infierno.
Way se aclaró la voz.
– No. No, no lo hizo.
– Voy a matarte -Las manos de Bobby Tom se tensaron sobre la chaqueta, y empujó a Sawyer contra el mostrador.
Way lo agarró por las muñecas.
– Ahora escúchame bien. A ti se te suele dar bien.
Bobby Tom necesitaba conocer el resto, y se obligó a sí mismo a dejar de empujarlo, aunque no lo soltó. Su voz fue baja y mortífera.
– Empieza a hablar.
– Nunca se lo dije, pero es lo que creyó que quería decir. Esperé demasiado para decirle la verdad. Aunque parezca mentira, en el resto del mundo me consideran un tío medianamente decente y pensé que si pasábamos tiempo juntos, ella se daría cuenta. Pero las cosas se me fueron de las manos.
– La violaste.
– ¡No! -Por primera vez apareció la cólera de Sawyer y entrecerró los ojos-. Puedes creer un montón de cosas sobre mi, Denton, pero no eso. Lo que sucedió entre nosotros no es asunto tuyo, pero te diré una cosa: no la forcé.
Bobby Tom estaba irritado. No quería pensar mal de su madre en ninguna circunstancia. Y lo que era peor, no podía soportar la idea de que se hubiera entregado a Way Sawyer voluntariamente, no cuando estaba casada con su padre, no mientras el recuerdo de Hoyt Denton aún estaba vivo.
Tan abruptamente como había aparecido, la cólera de Sawyer se desvaneció.
– No la forcé, pero era demasiado pronto para ella y yo lo sabía. Aún ama a tu padre, muchísimo. Era un hombre intachable y no la puedo culpar por ello. Pero él está muerto y yo no. Y ella está sola. Además a ella le importo, pero no hará nada y creo que principalmente será por ti.
– Eso no lo sabes.
– Eres la persona más importante de su vida y se cortaría el brazo antes que hacerte daño.
– Quiero que te mantengas alejado de ella.
Way lo miró con manifiesta hostilidad.
– Espero que no hayas imaginado que he abierto mi corazón ante ti porque soy masoquista. No me gustas demasiado -por lo que veo eres un bastardo egoísta- pero espero equivocarme. Espero que haya más de tu padre en ti de lo que veo en este momento. He sido honesto contigo porque a no ser que suceda un milagro, sin tu aprobación, no tenemos ni una oportunidad.
– No va a haber ningún milagro.
Era un hombre orgulloso, y no hubo súplica en su voz.
– Todo lo que quiero es tener la oportunidad, Bobby Tom. Sólo quiero eso.
– ¡Tú quieres mi jodida bendición!
– Eres el único que puede hacer que no se sienta culpable.
– ¡Pues es una lástima, porque no voy a hacerlo -Clavó el dedo en el pecho de Sawyer-. Te lo advierto. Deja en paz a mi madre. Si vuelves siquiera a mirarla, lo lamentarás.
Way lo miró con ojos duros y resueltos.
Bobby Tom se dio la vuelta y salió de la habitación, respiraba tan fuerte que tuvo que detenerse y tranquilizarse después de subir las escaleras. Tenía razón sobre eso, lo sabía. Way había lastimado a su madre y costara lo que costara, iba a impedir que sucediera de nuevo.
Uno de sus viejos compañeros de equipo le llamó, y se encontró en medio de la gente que se reunía alrededor de la barra. Fue de un grupo a otro, dando palmaditas en la espalda e intercambiando viejas historias como si no le preocupara nada en el mundo; Pero mientras iba saludando a sus viejos colegas, miraba hacia la puerta buscando a Gracie, necesitándola para serenarse después de su encuentro con Sawyer. ¿En qué demonios se estaba entreteniendo? Ahogó el alocado impulso de correr al aparcamiento para buscarla.
Por el rabillo del ojo, vio a Sawyer de pie en la barra hablando con Luther y no mucho después vio a su madre en la otra punta de la habitación charlando con algunas de sus amigas. Parecía estar pasándolo bien, pero estaba demasiado lejos para asegurarlo. Pensaba ir con ella a ese crucero del que le había estado hablando tan pronto se acabara el rodaje. No pensaba que fuera a disfrutarlo, pero le gustaba estar con su madre y sería un buen escape para ella. Gracie también iría, así no se volvería loco por estar confinado en un barco y los tres se divertirían de lo lindo. Cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea, sentía como se evaporaba su mal humor.
Bruscamente se paralizó al ver como la mirada de su madre se detenía en Way Sawyer. Instantaneamente, sus ojos se llenaron de tristeza y de un anhelo tan grande que apenas pudo soportar verlo. Way se giró y la vio. Lo que estaba apunto de decir a Luther quedó en el olvido. La expresión de la cara de Sawyer se suavizó con una emoción que, Bobby Tom supo en su interior lo que era, pero no quiso darle nombre.
Los segundos pasaron. Ni Way ni Suzy se movieron. Finalmente, se giraron al unísono como si no pudieran tolerar más el dolor.
capítulo 22
Gracie se detuvo tras pasar la puerta del comedor más pequeño del club, donde la fiesta estaba en su apogeo. Mientras deportistas aguerridos y bellas mujeres se arremolineaban a su alrededor, se sintió por un momento como si hubiese sido teletransportada a la noche en que había conocido a Bobby Tom. Aunque no había jacuzzi a la vista, reconoció la atmósfera festiva y parte de la gente.
Su viejo traje azul marino acrecentaba la sensación déja vu, y como había llegado a amar sus hermosas ropas, se sentía todavía más desaliñada y con la ropa más grande que esa noche. También había recuperado sus prácticos zapatos negros, dejando la cara limpia de maquillaje y sujetando el pelo hacia atrás con un par de útiles horquillas. Esa noche, sin más, no había sido capaz de sumergirse en la imagen que había conseguido Bobby Tom, por mucho que le gustara esa imagen de sí misma. Especialmente no se había podido poner el vestido negro de coctel con el que había querido deslumbrarlo. En su lugar se había despojado de todo hasta llegar a ser la persona que había sido antes de que él hubiera jugado a ser Pygmalion con su vida.
Él nunca sabría lo difícil que había sido para ella acudir esa noche y sólo por el hecho de que siempre aceptaba sus responsabilidades se había obligado a ir. Él aún no la había visto. Estaba enfrascado en la conversación que mantenía con una encantadora belleza rubia que a Gracie le recordó a Marilyn Monroe en pleno apogeo. Era un poco mayor que Bobby Tom y lucía un espectacular vestido plateado con una raja hasta medio muslo. Bobby Tom la miraba con tal afecto que Gracie sintió una presión en el pecho. Ese era exactamente el tipo de mujer con el que él se casaría algún día, una mujer tocada por el mismo polvo de estrellas que lo había tocado a él la mayor parte de su vida.
La rubia pasó el brazo alrededor de la cintura de Bobby Tom y descansó la mejilla contra su chaqueta. Cuando él correspondió al abrazo, Gracie la reconoció como a Phoebe Calebow, la encantadora dueña de los Chicago Stars y anterior jefa de Bobby Tom. Recordó las fotos de los periódicos en las que lo besaba antes de los partidos y se preguntó por qué dos personas tan afines no habían terminado juntas.
En ese momento él levantó la mirada y vió a Gracie. La confusión de sus ojos fue reemplazada, casi inmediatamente, por la contrariedad, y quiso gritarle: ¡ésta soy yo, Bobby Tom! ¡Soy así! Una mujer corriente que fue lo suficientemente tonta para creer que le podía dar algo a un hombre que ya tenía todo.
Phoebe Calebow levantó la cabeza y miró en su dirección. Gracie no podía postergarlo más. Enderezando los hombros, se dirigió hacia ellos, un patito feo acercándose a dos cisnes dorados.
El cisne masculino la miraba ceñudamente con sus plumas doradas encrespadas.
– Llegas tarde, ¿dónde te has metido y por qué demonios te has vestido así?