– Nunca en mi vida hice nada así a ninguna mujer. Gracie, lo siento. Daría cualquier cosa del mundo para borrar lo que ha ocurrido.
El colchón se hundió a su lado.
– No soportaba oír que no venías conmigo y tenía que hacer que dejaras de hablar. ¿Por qué haces esto, Gracie? Lo pasamos bien juntos. Somos amigos. No hay ninguna razón para que se vaya todo al garete por un malentendido.
Ella finalmente se permitió mirarle y se sintió herida por la tristeza de sus ojos.
– Es bastante más que un malentendido -murmuró ella-. Ya no puedo estar contigo.
– Por supuesto que puedes. Nos divertiremos a lo grande en L.A. Y tan pronto como se termine la película, he estado pensando que deberíamos llevar a mi madre a un crucero.
En ese momento supo que tenía que ser honesta con él. Necesitaba encontrar el valor para decirle lo que había en su corazón, no porque pensara que cambiaría algo, sino porque ella nunca podría seguir adelante si no lo hacía. Tomando el toro por los cuernos dijo las palabras más dificiles que nunca había tenido que pronunciar.
– Te amo, Bobby Tom. Te he amado casi desde el principio.
Él no pareció sorprendido por su declaración y esa aceptación fue como otro cuchillazo. Se dio cuenta de que él lo había sabido todo el tiempo y, que al contrario de lo que había fantaseado, no le correspondía.
Él acarició su mejilla con el pulgar.
– No te preocupes, cariño. Ya he pasado esta experiencia antes y lo podremos manejar.
Su voz fue un chirrido seco.
– ¿Experiencia con qué?
– Con esto.
– ¿Con una mujer diciéndote que te ama?
– Caray, Gracie, es sólo una de esas cosas. No quiere decir que no podamos ser amigos. Somos amigos. Es probable que seas la mejor amiga que tuve nunca.
La estaba lastimando y ni siquiera lo sabía.
– Mira, Gracie, no tiene que cambiar las cosas. Si hay algo que he aprendido durante todos estos años es que mientras tratemos el tema de manera amistosa, no hay necesidad de ningún tipo de escándalo o escenita. Todavía podemos seguir siendo amigos.
Los cubitos de hielos se clavaron en sus manos palpitantes.
– ¿Sigues siendo amigo de las demás mujeres que te dijeron que te amaban?
– De la mayor parte. Y quiero que sea así contigo. Y ahora, de verdad, no creo que tengamos que seguir hablando de esto. Seguiremos como estábamos y todo se arreglará. Ya lo verás.
La declaración de amor que la había destrozado interiormente no era más que una ridiculez para él. Si había necesitado alguna prueba de lo poco qué significaba para él, acababa de tenerla y se sintió humillada y aturdida.
– ¿Aún piensas que voy a aceptar ese trabajo que me ofreces?
– Estarías loca si no lo hicieras.
– ¿No entiendes nada, verdad? -Las lagrimas brotaron de sus ojos.
– Mira, Gracie…
– No acepto el trabajo -dijo ella con suavidad-. El lunes me vuelvo a New Grundy.
– ¿No estás de acuerdo con el sueldo? Bueno, lo negociaremos.
– Deja de hablar, no sabes nada sobre el amor. -Las lágrimas cayeron y rodaron por sus mejillas. Tomó la cadena que sostenía el anillo de la Super Bolw y la sacó por su cabeza y la puso sobre la palma de su mano-. Te amo, Bobby Tom y te amaré hasta el día que me muera. Pero nunca he estado en venta. Siempre me dí libremente.
Lentamente, Bobby Tom dio unas largas zancadas para atravesar el patio trasero. En la mitad se detuvo para admirar la luna, por si acaso Gracie lo veía por la ventana, pero no podía apurar todo lo que quería porque estaba teniendo problemas para respirar. Siguió caminando hacia la puerta trasera, obligándose a seguir el paso. Incluso trató de silbar, pero tenía la boca demasiado seca. Sentía como si el anillo que llevaba en el bolsillo estuviera haciéndole un agujero en la cadera; Quería coger la jodida cosa y tirarla tan lejos como pudiera.
Cuando entró en la casa, cerró la puerta y se apoyó contra ella, cerrando los ojos con fuerza. La había pifiado y ni siquiera sabía cómo. ¡Maldita sea! Era él el único que precipitaba las cosas. ¡Era él quien decidía cuando era el momento de terminar una relación! Pero ella no lo entendía. Nunca había entendido ese tipo de cosas. ¿Quién seria tan tonto como para rechazar una oportunidad así por regresar a un pueblo de mierda a vaciar orinales?
Se apartó con fuerza de la puerta y miró a través de la cocina. No iba a sentirse culpable por esto. Era Gracie quien lo había alejado y que fuera ella la que se arrepintiera, no él. Así que lo amaba. Por supuesto que lo amaba; no lo podía evitar. ¿Pero se había parado a pensar siquiera un minuto cómo se sentía él? Que él se preocupara por ella no parecía importar. Ella pensaba que era muy sensible, pero no se había parado a pensar ni una sola vez en sus sentimientos. Era la mejor amiga que había tenido nunca, pero ni siquiera le importaba.
La puerta del dormitorio dio contra la pared cuando la abrió bruscamente. ¡Maldita sea! Si Gracie creía que iba a caer rendido a sus pies, podía esperar sentada, porque no iba a ir tras ella. Le había dicho que no se iría hasta el lunes y el supo que estaría en la celebración de la noche siguiente porque era quien dirigía la rifa de la colcha de Arbor Hills y siempre se tomaba muy en serio sus responsabilidades. Bueno, pues que se preparara.
Antes de acostarse, iba a llamar a Bruno para que mandara unos cuantos de sus antiguos ligues. La noche siguiente, en el Hoedown [17], tenía intención de estar rodeado por bellas mujeres. Haría que Gracie Snow viera exactamente qué dejaba atrás. Cuando ella tuviera que quedarse en la línea de fondo como un maldito patito feo mientras él estaba con todos esos trofeos sexuales pendientes de él, recuperaría la cordura. Una dosis de realidad era exactamente lo que ella necesitaba. Antes de darse cuenta, lo buscaría para decirle que lo había reconsiderado. Y como la quería tanto como amiga, ni siquiera la haría arrastrarse ante él.
Miró desoladamente la cama vacía. La noche siguiente ella habría aprendido la lección. Sabría donde estaban los límites. ¡Se enteraría de que ninguna mujer en su sano juicio dejaba a Bobby Tom Denton!
capítulo 23
Gracias a la obstinación de Gracie, Bobby Tom jugó el peor golf de su vida, y también del jodido torneo. Como consecuencia se vio forzado a aguantar la interminable burla de sus amistades. Algunos se contenían sólo por las noticias de la ruptura de su compromiso.
Esa noche, cuando llegó al Hoedown, se sentía totalmente agobiado por la conversación sin fin de los trofeos sexuales que Bruno había enviado desde Chicago. Ambar no dejó de decirle que la carrera de microbiólogo era mucho más aburrida que la de bailarina exótica; Charmaine anunció que era Leo pero que tenía la luna en la casa de las tortitas o una estupidez semejante y Payton sugería que ¡Le hiciera el examen de fútbol! Bobby Tom no quería otra cosa más que regalárselas a Troy Aikman, pero las necesitaba cerca cuando viera a Gracie para pasárselas por las narices.
Tenía que decir a favor de Bruno, que eran autenticos bombones, pero Bobby Tom no sentía ni una pizca de interés por ninguna de ellas. Llevaban sus personales versiones de lo que debía ser ropa del oeste: Ambar estaba embutida en unos vaqueros de plástico y un gran panuelo hacía de top con una estrella de sheriff en el canalillo, Payton llevaba la ropa de una chica de Saloon y Charmaine una falda vaquera muy corta. Cuando vio a Gracie que lucía el mismo vestido que había llevado en la inauguración del día anterior, no pudo dejar de pensar que estaba mejor vestida que las tres juntas, una observación que no hizo nada por mejorar su humor.
El Hoedown se había organizado en un rancho a varios kilómetros del pueblo y era una fiesta medio privada para los participantes del torneo de golf, la gente de la película y la comisión del Festival de Heaven, osea gran parte del pueblo. Por insistencia de Bobby Tom, la fiesta se había cerrado a los turistas para que los famosos pudieran disfrutarla sin ser acosados por los cazadores de autógrafos, algo que tenían prohibido todos los del pueblo. La única ceremonia de esa tarde sería en la que Bobby Tom premiaría a los ganadores del torneo de golf. Los turistas, mientras tanto, no podían ser desatendidos y los habitantes del pueblo estarían yendo y viniendo a lo largo de toda la tarde para que los diversos acontecimientos del pueblo fueran puntuales como un reloj: el desfile de rodeo, el grupo de música country, los servicios de comida.