Me complace igualmente dar las gracias a Sarah Chalfant y Jin Auh por sus esfuerzos y su estímulo, y a Jill Bialosky por su inestimable paciencia e infalible instinto.
Este libro no podría haber sido concebido ni escrito sin el certero asesoramiento de mis padres, Helen Chung-Hun Hsiang y Nai-Lin Chang. Estoy, asimismo, en deuda con la catedrática Eileen Cheng-yin Chow de la Universidad de Harvard por su inteligencia y conocimientos, y con Siqin Ye, por su ayuda con el mandarín y su duro trabajo. También quiero dar las gracias al difunto Wen Guangcai, de Hangzhou, por ayudarme en mi documentación sobre China y, en particular, sobre el Hangzhou de las décadas de 1920 y 1930.
Estoy especialmente agradecida a los siguientes amigos y amigas por sus perspicaces y generosos comentarios al manuscrito: Eileen Bartos, Andrea Bewick, Nan Cohen, Craig Collins, Alyssa Haywoode, Ray Isle, Elizabeth Rourke y Kris Vervaecke.
En los últimos siete años, he mostrado con frecuencia mi agradecimiento por su sabiduría a Eavan Boland, Connie Brothers, Deborah Kwan, Margot Livesey y Gay Pierce. También me he mantenido a flote gracias al apoyo moral de Augusta Rohrbach, Scott Johnston y mis queridas hermanas Ling Chang, Huan Justina Chang y Tai Chang Terry.
Por último, quiero dar las gracias a Robert Caputo por su sentido del humor, su perspicacia y su confianza inquebrantable.
Lan Samantha Chang