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—Ahí tienes —dijo Miles—. Si no logras desaparecer de la Tierra con tu pasado y esta fortuna, no podrá hacerlo nadie. Buena suerte.

—Pero… ¿qué quieres de mí?

—Nada. Nada en absoluto. Eres un hombre libre mientras puedas. Desde luego, no informaremos de la, ah, muerte semiaccidental de Galen.

Mark se guardó la nota en el bolsillo de los pantalones.

—Querías más.

—Cuando no puedes conseguir lo que quieres, te quedas con lo que puedes conseguir. Como has descubierto —señaló el bolsillo de Mark. La mano de éste se cerró protectoramente sobre él.

—¿Qué quieres que haga? ¿Qué me tienes preparado? ¿De verdad te tomaste en serio lo de Jackson's Whole? ¿Qué esperas que haga?

—Puedes cogerlo y retirarte a las cúpulas de placer de Marte mientras dure. O pagarte una educación, o dos o tres. O tirarlo en la primera recicladora de desperdicios que encuentres. No soy tu dueño. No soy tu mentor. No soy tus padres. No tengo ninguna expectativa. No tengo ningún deseo.

«Rebélate contra eso… si eres capaz, hermanito…» Miles se encogió de hombros y dio un paso atrás.

Mark entró en el tubo, sin darle la espalda.

—¿POR QUÉ NO? —aulló de pronto, aturdido y furioso.

Miles echó la cabeza atrás y soltó una carcajada.

—¡Descúbrelo! —gritó.

El campo del tubo lo envolvió y desapareció, tragado por la tierra.

Miles regresó junto a sus amigos.

—¿Ha sido un acto inteligente? —Elli, informada rápidamente por Ivan, parecía preocupada—. ¿Dejarlo ir sin más?

—No sé —suspiró Miles—. «Si no puedes ayudar, no molestes.» No está en mi mano ayudarlo. Galen lo volvió demasiado loco. Soy su obsesión. Sospecho que siempre lo seré. Lo sé todo sobre las obsesiones. Lo mejor que puedo hacer es apartarme de su camino. Con el tiempo, quizá se calme si no tiene que reaccionar contra mí. Con el tiempo tal vez… se salve.

Su propio cansancio le pasó factura. Sintió a Elli cálida a su lado y se alegró mucho, mucho de su presencia. Entonces se acordó, pulsó el comunicador de muñeca y despidió a Nim y su patrulla, enviándolos de vuelta al espaciopuerto.

—Bueno —parpadeó Ivan después de un minuto entero de agotado silencio por parte de todos los presentes—, ¿y ahora adónde? ¿Queréis volver vosotros dos al espaciopuerto también?

—Sí —suspiró Miles—, y huir del planeta… Me temo que la deserción no es práctica. Destang me pillaría tarde o temprano. Será mejor que regresemos a la embajada y presentemos un informe. Verdadero. No hay nada por lo que mentir, ¿no?

—Por lo que a mí respecta, no lo hay —murmuró Galeni—. Pero ya me dan igual los informes falsos. Al final se convierten en historia. Pecado absuelto.

—Sabe que no pretendía que las cosas salieran así —le dijo Miles después de un instante de silencio—. Me refiero a la confrontación de anoche.

Parecía una disculpa enormemente pobre por haber hecho volar al padre del capitán…

—¿Cree que lo controlaba? ¿Que es omnisciente y omnipotente? Nadie le nombró Dios, Vorkosigan —débilmente, una comisura de su boca se curvó hacia arriba—. Estoy seguro de que se le pasó por alto —se echó hacia atrás y cerró los ojos.

Miles se aclaró la garganta.

—De vuelta a la embajada, Ivan. Ah… sin prisas. Conduce despacio. No me importaría ver un poco de Londres, ¿eh?

Se apoyó en Elli y contempló las primeras luces del verano cubrir la ciudad, el tiempo y todos los tiempos unidos y yuxtapuestos como la luz y la sombra entre una calle y la siguiente.

Cuando todos se pusieron en fila en el despacho de Seguridad de Galeni en la embajada, Miles recordó el juego de monos chinos que Tung, su jefe de personal dendarii, guardaba en un estante en sus habitaciones. Ivan era sin duda No-Ver. Por la tensión de la mandíbula de Galeni mientras devolvía la mirada al comodoro Destang, era un magnífico candidato a No-Hablar. Eso le dejaba a Miles No-Oír, pero cubrirse las orejas con las manos no le ayudaría mucho.

Miles esperaba que Destang estuviera furioso, pero más bien parecía disgustado. El comodoro les devolvió el saludo y se apoyó en la silla de Galeni. Cuando su mirada cayó sobre Miles frunció los labios en una línea particularmente morbosa.

—Vorkosigan —el apellido de Miles gravitó en el aire ante ellos como algo palpable. Destang lo contempló sin favoritismos y continuó—. Cuando terminé de tratar con un tal investigador Reed del juzgado municipal de Londres, a las 07.00 de esta mañana, estaba convencido de que sólo la intervención divina podría salvarle de mi furia. La intervención divina llegó a las 09.00 en la persona de un correo especial del cuartel general imperial —Destang alzó entre su pulgar y su índice un disco de datos marcado con el sello imperial—. Aquí están las nuevas y urgentes órdenes para sus irregulares dendarii.

Ya que Miles había visto al correo en la cafetería, la cosa no le pilló totalmente desprevenido. Reprimió los deseos de abalanzarse hacia adelante.

—¿Sí, señor? —animó.

—Parece que cierta flota de mercenarios libres que opera en la lejana zona del Sector Cuatro, supuestamente contratada por un gobierno subplanetario, ha pasado de la guerrilla a la piratería descarada. Su bloqueo del agujero de gusano ha degenerado desde la detención y el registro de naves a la confiscación. Hace tres semanas secuestraron a una nave de pasajeros de Tau Ceti para convertirla en transporte de tropas. Hasta ahí muy bien, pero entonces a algún listillo entre ellos se le ocurrió la brillante idea de aumentar sus beneficios pidiendo rescate por los pasajeros. Varios gobiernos planetarios cuyos ciudadanos están retenidos han dispuesto un equipo negociador, dirigido por los taucetanos.

—¿Y nuestra participación, señor?

El Sector Cuatro estaba muy lejos de Barrayar, pero Miles imaginaba lo que vendría a continuación. Ivan parecía tremendamente curioso.

—Entre los pasajeros había once súbditos barrayareses… entre ellos la esposa del ministro de Industrias Pesadas, lord Vorvane, y sus tres hijos. Como los barrayareses son minoría entre las doscientas dieciséis personas secuestradas, se nos negó el control del equipo negociador, naturalmente. Y se ha negado a nuestra flota el permiso para atravesar tres de los nexos de agujero necesarios para tomar por la ruta más corta entre Barrayar y el Sector Cuatro. La ruta alternativa más corta requeriría dieciocho semanas de viaje. Desde la Tierra, sus dendarii tardarán en llegar menos de dos semanas a esa zona.

Destang frunció el ceño, pensativo. Ivan parecía fascinado.

—Sus órdenes, naturalmente, son rescatar con vida a los súbditos del Emperador, y a tantos otros ciudadanos planetarios como sea posible, y aplicar todas las medidas punitivas compatibles con el primer objetivo, las suficientes en todo caso para impedir que los perpetradores repitan su actuación. Ya que nosotros nos encontramos inmersos en críticas negociaciones con los taucetanos, no queremos que sean conscientes de la fuente de esta unilateral fuerza de rescate si, ah, algo sale mal. El método de conseguir esos logros queda totalmente a su discreción. Aquí encontrará todos los detalles de Inteligencia que el cuartel general tenía hace ocho días.

Entregó por fin el disco de datos. La mano de Miles se cerró sobre él, impaciente. Ivan parecía ahora envidioso. Destang sacó otro objeto, que tendió a Miles con el aire de un hombre al que le arrancan el hígado.

—El correo también entregó otra nota de crédito por valor de dieciocho millones de marcos. Para los gastos de los próximos seis meses de operación.

—¡Gracias, señor!

—Ja. Cuando termine, debe informar al comodoro Rivik del cuartel general del Sector Cuatro, en Estación Oriente. Con suerte, cuando sus irregulares regresen al Sector Dos yo me habré jubilado.