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—Pero aunque uno no sea epiléptico, se puede conseguir ese mismo efecto —dijo Verónica—. Las danzas rituales, los cánticos y ese tipo de cosas han sido desarrollados independientemente una y otra vez por las religiones de todo el mundo. ¿Por qué? Porque los movimientos repetitivos y esquemáticos durante esas ceremonias inducen al sistema límbico a considerarlas de especial importancia.

—Todo eso está muy bien —dijo Mary—, pero …

—Pero se está preguntando por qué me ando tanto por las ramas, verdad?.

Ponter parecía completamente perdido, y Mary sonrió.

—No es más que una metáfora —explicó-o Quiere decir «tan lejos del tema que nos ocupa».

—Y la respuesta —dijo Verónica— es que ahora comprendemos bastante bien cómo crea el cerebro las experiencias religiosas y podemos reproducirlas con fidelidad en el laboratorio … al menos con el Homo sapiens. Pero me muero por averiguar si puedo inducir una en Ponter.

—Mi curiosidad no es mortal-contestó Ponter, sonriendo—, pero me gustaría probarlo.

Verónica consultó de nuevo el reloj, luego frunció el ceño.

—Mi ayudante no ha llegado todavía, por desgracia, y el equipo es bastante delicado … hay que recalibrarlo diariamente. Mary, supongo que no estaría dispuesta …

Mary sintió que la espalda se le envaraba.

—¿Dispuesta a qué?

—A someterse a la primera prueba. Obviamente, necesito asegurarme de que el equipo funciona bien antes de poder considerar que los resultados de Ponter son significativos. —Alzó una mano, como para evitar cualquier objeción—. Con este nuevo equipo, bastan cinco minutos para hacer una prueba completa.

Mary notó que el corazón le latía con fuerza. Aquél no era un tema que quisiera investigar científicamente. Como el difunto y llorado Stephen Jay Gould, siempre había creído que la ciencia y la religión eran, según su frase, «asuntos inentrelazables»: cada uno tenía su importancia, pero una cosa no tenía nada que ver con la otra.

—No estoy segura de …

—¡Oh, no se preocupe, no es peligroso! El campo que utilizo para la estimulación magnética transcraneal es sólo de un microtesla. Lo hago girar en sentido contrario a las agujas del reloj alrededor de los lóbulos temporales, y como decía, casi todas las personas (de la especie Homo sapiens, debería decir) que lo prueban tienen una experiencia mística.

—¿Cómo … cómo es?

—Discúlpenos —le dijo Verónica a Ponter, y apartó a Mary de él, el sujeto de su prueba, para que el neanderthal no pudiera oírlas—. La experiencia suele implicar la percepción de que hay un ser sentiente detrás o cerca. Ahora bien, la forma de esa experiencia depende mucho de las ideas preconcebidas del individuo. Si se trata de un fanático de los OVNIS, sentirá la presencia de un alienígena. Si es un baptista, puede decir que ha visto al propio Cristo. Alguien que ha perdido recientemente a un ser querido puede ver a esa persona muerta. Otros dicen que han sido tocados por ángeles o por Dios. Por supuesto, la experiencia está completamente controlada, y los sujetos de las pruebas son conscientes de que están en un laboratorio. Pero imagine que el mismo efecto se dispara de noche cuando nuestros amigos Bubba y Clete están en mitad de ninguna parte. O mientras está sentada en una iglesia o una mezquita o una sinagoga. Realmente la dejaría patidifusa.

—En realidad no quiero …

—Por favor-dijo Verónica—. No sé cuándo tendré otra oportunidad de probar con un neanderthal… y hay que comprobar primero que funciona.

Mary inspiró profundamente. Reuben ya le había asegurado que el proceso era seguro y, desde luego, no quería decepcionar a aquella ansiosa joven que la tenía en tan alta estima.

—Por favor, Mary —repitió Verónica—. Si tengo razón en los resultados, esto será un gran paso adelante para mí.

«Mujeres canadienses tomando el mundo al asalto.» ¿Cómo podía decir que no?

—Muy bien-cedió, reacia—. Hagámoslo.

7

Nuestra fuerza es nuestra ansiedad; nuestra curiosidad; nuestro espíritu explorador, investigador, aventurero…

—¿Se encuentra bien? —preguntó Verónica Shannon por el altavoz que Mary tenía junto al oído—. ¿Está cómoda?

—Estoy bien —respondió Mary, hablando a un pequeño micrófono sujeto a su camisa. Estaba sentada en un sillón acolchado dentro de una cámara oscura del tamaño de un cuarto de baño. Las paredes, según había visto antes de que las luces se apagaran, estaban recubiertas de pequeñas pirámides de gomaespuma gris, presumiblemente para absorber el sonido.

Verónica asintió.

—Bien. Esto no le dolerá… pero si en cualquier momento quiere que desconecte el equipo, no tiene más que decido.

Mary tenía puesto un casco amarillo, fabricado a partir de un casco de motorista, con solenoides en los lados, directamente sobre . sus sienes. Una serie de cascos lo conectaban al equipo que cubría una pared.

—Muy bien —dijo Verónica—. Allá vamos.

Mary había esperado oír un zumbido, o sentir un cosquilleo entre las orejas, pero no pasó nada. Sólo oscuridad y silencio y …

De repente Mary sintió que su espalda se tensaba y sus hombros se encogían. Allí, junto a ella, en la cámara, había alguien. No podía verlo, pero podía sentir sus ojos taladrando su nuca.

—Esto es ridículo, pensó. Sólo el poder de la sugestión. Si Verónica no la hubiera distraído con su charla, estaba segura de que no estaría experimentando nada. Cristo, las cosas para las que se conseguían subvenciones de investigación a veces la sorprendían. No era nada más que un truco de feria y …

Y entonces vio quién era: quién estaba allí, en la cámara, con ella. y no era un hombre.

Era una mujer.

Era María.

María.

La Virgen.

La Madre de Dios.

En realidad no podía verja. Era sólo una luz brillante, brillantísima, que se movía ante ella … pero una luz que no hería los ojos. De todas maneras, estaba segura de su identidad: la pureza, la serenidad, la amable sabiduría. Cerró los ojos, pero la luz no desapareció.

María.

En su honor ella se llamaba Mary Vaughan y …

Y la científica que había en ella dio un paso al frente. Claro que estaba viendo a María. Si hubiera sido un mexicano llamado Jesús, tal vez creería que estaba viendo a Cristo. Si se llamara Teresa, sin duda creería estar viendo a la Madre Teresa. Además, Ponter y ella habían estado hablando de la Virgen María justo el día anterior, así que …

Pero no.

No, no era eso.

No importaba lo que le estuviera diciendo su cerebro. Su mente sabía que esa luz era otra cosa.

Su alma lo sabía.

Era María, la madre de Jesús.

«¿Y por qué no?», pensó. ¿Sólo porque estaba allí, en la universidad, en un laboratorio, dentro de una cámara de pruebas? Eso no significaba nada.

Mary era en parte escéptica con los milagros actuales, pero si los milagros existían, bueno, entonces la Virgen María podía aparecer en cualquier parte.

Después de todo, supuestamente se había aparecido en Fátima, Portugal.

Y en Lourdes, Francia.

Y en Guadalupe, México.

Y en La'Vang, Vietnam.

¿Por qué no en Sudbury, Ontario?

¿Por qué no en el campus de la Universidad Laurentian?