—¿Y te preocupa que nuestra conciencia pueda resultar dañada cuando el campo magnético de la Tierra se colapse?
—No digo que vaya a suceder nada … Al fin y al cabo, tienes razón cuando dices que los neanderthales sufrieron su propio colapso hace poco tiempo y no les sucedió nada. Pero, bueno, sí, me preocupa. Y creo que a ti también debería preocuparte.
23
Pero los neanderthales no cruzaron el estrecho de Gibraltar. Allí, en Gibraltar, vimos la diferencia entre nosotros y ellos. Pues, cuando nosotros vimos un nuevo mundo, a corta distancia, lo tomamos…
—Esto —dijo Vissan, colocando un aparato verde claro sobre la mesa de su cabaña— es el prototipo del escritor de codones.
Mary miró la máquina. Tenía el tamaño y la forma de tres hogazas de pan, colocadas una junto a otra … aunque ningún neanderthal hubiese podido hacer tal comparación.
—Puede sintetizar cualquier cadena de ácido desoxirribonucleico, o ácido ribonucleico, si lo prefieren, además de las proteínas adicionales necesarias para fabricar cromosomas u otras estructuras.
Mary sacudió la cabeza, asombrada.
—Es una fábrica de vida. —Miró a Vissan—. En mi mundo, usted habría ganado el premio Nobel por esto … nuestro máximo honor al trabajo científico.
—Pero aquí está prohibido. —La voz de Vissan denotaba amargura—. Mis intenciones eran benignas.
Mary frunció el ceño.
—¿Cuáles eran sus intenciones?
Vissan guardó silencio un momento.
—Tengo un hermano menor que vive en una institución. —Miró a Mary—. Hemos eliminado la mayoría de los desórdenes genéticos hereditarios, pero todavía hay cosas que pueden salir mal, cosas que son genéticas pero no heredadas. Mi hermano tiene … no sé cómo lo llaman ustedes. Tiene un cromosoma veintidós de más.
—El cromosoma veintiuno, quiere decir. Ah no, claro que no.
Aquí sería el número veintidós. Nosotros lo llamamos síndrome de Dawn.
—¿Son los síntomas los mismos en los gliksins? —preguntó Vissan—. ¿Debilidad física y mental?
Mary asintió. Pero el síndrome de Down también causaba anormalidades faciales en los gliksins: una lengua protuberante, la mandíbula floja y pliegues epicánticos, incluso en los occidentales. Mary se preguntó cómo sería un barast con síndrome de Down.
—Mi madre fue miembro de la generación 140. Debería haber tenido su primer hijo a los veinte años, pero entonces no pudo concebirlo … ni cuando tuvo treinta. Me tuvo a mí a los cuarenta, ya mi hermano Lanamar a los cincuenta.
—Los embarazos tardíos aumentan la probabilidad de que aparezca el síndrome de Down en mi mundo también —dijo Mary.
—Porque la capacidad del cuerpo para producir conjuntos perfectos de cromosomas disminuye. Yo quise superar eso … y lo hice. Mi escritor de codones podría haber eliminado todos los errores de copia, todas las …
—¿Todas las qué?
—Lo siento —dijo Christine—. No sé cómo traducir la palabra que ha empleado Vissan. Se refiere a cuando hay tres cromosomas donde sólo debería haber un par.
— Trisomía —informó Mary…
—Si mis padres hubieran tenido acceso a esa tecnología —continuó Vissan—, y se les hubiera permitido colocar un conjunto de diploides perfecto a pesar de su edad, Lanamar sería normal. Y, naturalmente, hay un montón de condiciones similares que también podrían evitarse.
«Sí que las hay», pensó Mary. Uno de cada quinientos niños gliksins nacía con un problema genérico: el síndrome de Klinefelter (dos o más cromosomas X y uno y, o a menudo un mosaico) el síndrome de la triple-X; el síndrome de Turner (un solo cromosoma X desparejado o con un segundo cromosoma sexual truncado) el síndrome XYY, que predisponía a los varones a la violencia (Mary sospechaba que Cornelius Ruskin tenía un y de más; desde luego tenía la complexión y la personalidad). También se daban otras combinaciones, pero normalmente terminaban en aborto.
—Pero eso no es todo —dijo Vissan—. Prevenir la trisomía y otros desórdenes similares fue sólo el impulso inicial de mi trabajo. Cuando me zambullí en mi investigación, se me ocurrieron otras posibilidades maravillosas.
—¿Sí? —dijo Ponter.
—Sí, naturalmente! Quería eliminar la aleatoriedad en la selección genérica, dejando la elección de características a los padres.
—¿Y cómo?
Vissan lo miró.
—Usted heredó un puñado de características de su padre y otro puñado de características de su madre: la mitad de su ácido desoxirribonucleico procede de cada uno de ellos; en total, esas dos mitades componen sus cuarenta y ocho cromosomas. Pero cada espermatozoide que usted produce contiene una combinación aleatoria de todas esas características. Su ADN, Pon ter Boddit, contiene tanto la contribución de su padre a su color de pelo como la de su madre, más la contribución de su padre a su color de ojos y la de su madre, la contribución de su padre a la forma de su frente y la de su madre, etcétera. Pero su esperma contiene sólo veinticuatro cromosomas, sólo la mitad de su ácido desoxirribonucleico. Cualquier espermatozoide que produzca contendrá o bien la contribución de su padre a una característica dada o la de su madre, pero no la de ambos. Un espermatozoide podría contener la contribución de su madre al color de ojos, la de su padre al color del pelo y la de su madre a la forma de su frente. Otro podría tener exactamente la combinación opuesta. Un tercero podría contener sólo la contribución de su madre a esas cosas. Un cuarto, sólo la de su padre. Y así sucesivamente, en los miles de genes diferentes que posee. No habrá producido jamás dos espermatozoides que tengan la misma combinación de secuencias. Lo mismo sucede en la producción de óvulos y de nuevo, es una certeza que no habrá dos óvulos que contengan la misma combinación del material genético de la madre de la mujer y el material genético del padre de ésta.
—De acuerdo —dijo Ponter.
—De hecho … Mega es su hija, ¿verdad?
—¡Sí que lo soy! —dijo Mega.
Vissan se agachó para mirar a Mega a la cara.
—Tiene los ojos marrones, mientras que los suyos son dorados —dijo Vissan—. ¿Tiene otros hijos?
—Una hija mayor, llamada Jasmel.
—¿Y de qué color son los ojos de Jasme1?
—Igual que los míos.
—¡Tiene una suerte! —dijo Mega, haciendo un puchero.
—Sí que la tiene —respondió Vissan, poniéndose en pie y acariciando la cabeza de la niña. Miró a Ponter—. El marrón es dominante; el dorado es recesivo. Las posibilidades de que una hija suya heredase su color de ojos por procedimientos naturales eran de una entre cuatro. Pero si permitiera que el escritor de codones corrigiera su material genético, podría haber elegido que sus dos hijas tuvieran los ojos dorados … o cualquier otra característica que estuviera en su código genético o el de su mujer-compañera.
—¡Ooh! —dijo Mega—. ¡Ojalá tuviera los ojos dorados!
—¿Comprende? —dijo Vissan—. Lo que sucede en una concepción natural es que una serie de características seleccionadas, completamente al azar acaba combinándose.
Ponter asintió.
—¿No lo ve? —dijo Vissan—. ¡Hacerlo así es una locura! Una apuesta de resultado incierto sobre lo que va a acabar por obtenerse. Además no tienen por qué aplicarse a cosas tan intrascendente como el color de ojos. Usted posee dos genes relacionados con flexibilidad de su córnea: uno de su madre, otro de su padre. Digamos que el que recibe de su madre es un gen bueno que le permite ver sin usar aparatos correctores hasta una edad bien avanzada; que recibe de su padre es un gen malo que le exigirá llevarlos desde infancia. Pasará usted uno y sólo uno de esos dos genes a sus descendientes. ¿Cuál elegiría?