Colocaron en el suelo el escritor de codones durante la comida, pero cuando terminaron de comer Vissan volvió a ponerlo sobre la mesa. Mega se acurrucó en un rincón y se echó una siesta mientras los tres adultos se sentaban en torno a la mesa: Vissan en la única silla, Ponter en el extremo de un tronco y Mary frente al ciclópeo cráneo de mamut, encima de la caja de vacío.
—Muy bien —dijo Vissan, mirando la pantalla—. Está terminando la secuencia.
Mary miraba a Vissan más que a la pantalla cuadrada, ya que, salvo algunas cosas que había ido pillando, no comprendía los símbolos que mostraba. Pero Vissan no era consciente de eso, y señalaba la pantalla.
—Como puede ver, ha hecho una lista de los cincuenta mil genes activos que hay en su ácido desoxirribonucleico, Mare, y de los cincuenta mil de Ponter.
—¿Cincuenta mil? —dijo Mary—. Creía que sólo había treinta y cinco mil genes activos en el ADN humano. Ése es nuestro último recuento.
Vissan frunció el ceño.
—Ah, bueno, pasan por alto el… no sé cómo lo llaman. Una especie de duplicación crónica. Puedo mostrarle más tarde cómo funciona.
—Por favor —dijo Mary, fascinada.
—En cualquier caso, el aparato ha hecho ahora una lista de cincuenta mil alelos de los genes que posee cada uno de ustedes. Eso significa que el escritor de codones podría continuar ya y producir lo que necesitan: un par de gametos con mismo número de cromosomas, pero…
—¿Si?
—Bueno, ya le dije cuál fue la intención original de este aparato: dejar que los padres escojan y decidan entre los alelos que podrían ofrecer un hijo.
—Por mí, me contentaría con probar nuestra suerte, al azar. Mary lo dijo sin reflexionar; se dio cuenta luego de que eso se debía en parte a su natural repulsión católica a manipular la materia de la vida … a pesar de que cualquier uso de esa máquina era sin duda una manipulación en toda regla …
Vissan frunció el ceño.
—Si ustedes fueran los dos barasts, aceptaría esa respuesta sin objeciones … pero, como usted misma ha comentado, Mare, si ambos fueran barasts no necesitarían el escritor de codones para que combinara al azar su material genético. —Negó con la cabeza—. Pero no son ustedes dos barasts. —Contempló el antebrazo de Ponter—. Creía que no volvería a usar uno de éstos, pero … ¡Acompañante de Ponter!
—Día sano —dijo una voz masculina desde el altavoz externo del aparato—. Mi nombre es Hak.
—Hak, entonces —contestó Vissan—. Sin duda se habrán hecho estudios de las diferencias entre el ácido desoxirribonucleico barast y gliksin desde que se estableció el contacto con la gente de Mare.
—Oh, sí. Ha sido un tema candente.
—¿Están disponibles esos estudios en la red de información planetaria?
—Por supuesto.
—Bien —dijo Vissan—. Necesitaremos acceder a ellos sobre la marcha.
Alzó la cabeza y miró a Mary, y luego a Ponter, y después a Mary otra vez.
—Les aconsejo fehacientemente que no mezclen sin más sus ácidos desoxirribonucleicos. Estamos hablando de combinar dos especies. Sí, cierto —indicó la pantalla del escritor de codones—, está claro que los genomas de barasts y gliksins son casi idénticos, pero deberíamos examinar dónde divergen y seleccionar las combinaciones con cuidado. —Señaló a Mary—. ¿Esas narices diminutas son típicas de su especie?
Mary asintió.
—Bueno, ¿ven? Sería ridículo codificar una naricita gliksin y un gigantesco bulbo olfativo barast. Habrá que elegir las características con cuidado para que se potencien entre sí, o al menos para que no interfieran entre sí.
Mary asintió.
—Claro. Por supuesto. —Sentía mariposas bailándole en el estómago, pero trató de parecer atrevida—. Bien, ¿qué hay en el menú?
—¿Hak? —dijo Vissan.
—La divergencia genética …
—¡Espera! —dijo Vissan—. Todavía no te he formulado la pregunta.
Ponter sonrió.
—Hak es un Acompañante muy inteligente —explicó. ¿Conoce usted a Kobast Ganst?
—¿El investigador de inteligencia artificial? He oído hablar de él.
—Bueno —contestó Ponter—, hace unos diez meses mejoró mi Acompañante. No fue usted la única que intentó mejorar la especie de los barasts, naturalmente. Kobast quiere que todo el mundo de la generación 149 tenga el beneficio de contar con Acompañantes verdaderamente inteligentes.
—Esperemos que no prohíban el trabajo de Ganst como hicieron con el mío … aunque si lo hacen, me alegraré de tener un vecino. En todo caso, estaba a punto de pedirle a Hak que resumiera lo que se sabe acerca de las diferencias entre el genoma gliksin y el barast.
—Y yo estaba a punto de decírselo —dijo Hak, ligeramente molesto—. Hay, como bien ha observado, unos cincuenta mil genes activos en cualquier gliksin o barast. El 98,7% poseen alelos existentes en ambas poblaciones; sólo 462 genes pertenecen a los barasts pero no a los gliksins, o viceversa.
—Bien —dijo Vissan. Miró a Mary—. Puede dejar el resto al azar, si quiere, pero creo que deberíamos examinar con atención esos 462 genes, y tomar decisiones sensatas acerca de cada uno de ellos.
Mary miró a Ponter, para ver si ponía alguna objeción.
—Muy bien —dijo él.
—De acuerdo… aunque, antes de empezar, hay dos cuestiones que debemos resolver. Con el escritor de codones, haremos un conjunto diploide de cromosomas que combinarán el ácido desoxirribonucleico de ambos. ¿Hacemos veintitrés pares de cromosomas o veinticuatro? Es decir, en cuanto al número de cromosomas, ¿quieren que su hijo sea barast o gliksin?
—¡Uf! —dijo Mary—. Buena pregunta. El trabajo que hacía en mi mundo trataba de decidir a qué especie pertenecen las personas por motivos de inmigración. Parece probable que el recuento de cromosomas sea adoptado como medida estándar.
—Su hijo puede ser híbrido en muchos aspectos. Pero, en esto, debe ser una cosa o la otra.
—Vaya … ¿Ponter?
—Tú eres la genetista, Mare. Sospecho que los asuntos del recuento de cromosomas están … ¿cómo decís vosotros?, «más cerca de tu corazón» que del mío.
—¿No tienes ninguna preferencia?
—En el plano emocional, no. Pero sospecho que hay ventajas legales en que nuestro hijo sea genéticamente barast.
—¿Y eso?
—Nosotros tenemos un Gobierno mundial unificado … el Gran Consejo Gris. Vosotros tenéis 191 Estados miembros en vuestras Naciones Unidas, aparte de algunos otros que no lo son. Habría problemas de inmigración en cada uno de ellos, ¿no?
Mary asintió.
—Parece más fácil convencer a un solo Gobierno mundial de que debe permitirse vivir y trabajar en cualquier lugar del planeta a un ser con veintitrés pares de cromosomas que convencer a montones de Estados de tu mundo de que hay que conceder los mismos derechos a un ser con veinticuatro pares.
Mary miró a Vissan.
—No vamos a crear el ADN de nuestro hijo hoy mismo, ¿verdad?
—No, no, por supuesto que no. Eso se hará en su mundo, supongo, cuando esté preparada para quedarse embarazada. Sólo me estoy asegurando de cuáles son los temas que tienen que abordar.
—Así que no tenemos que decidir ahora mismo.
—Correcto.
—Bien, entonces, dejemos eso sobre la mesa.
Vissan miró la mesa que tenía delante.
—¿Cómo?
—Quiero decir: apartémoslo por ahora. ¿Qué más?
—Bueno, esto no tiene nada que ver con sus circunstancias especiales pero también hay que decidido, ya que afecta a cómo el escritor de codones aborda el ácido desoxirribonucleico de Ponter. ¿Quieren un niño o una niña?
—Ya lo hemos discutido —dijo Mary—. Vamos a tener una hija.