Vissan tocó un control del escritor de codones.
—Una niña. Ahora, veamos qué más tenemos …
Miró la pantalla.
—La secuencia genética mostrada —dijo Hak— se refiere al pelo. Los barasts tienen una división natural en la parte central del cuero cabelludo, justo sobre la sutura sagital. Los gliksins tienden a tener divisiones naturales en los lados. Marc parece tener alelos sólo para las divisiones laterales; los dos alelos del genoma personal de Ponter son, naturalmente, para divisiones centrales. Podríais tomar uno de cada, y descubrir experimentalmente cuál es dominante, o tomar los dos de Ponter y ninguno de Mare, o ambos de Mare y ninguno de Ponter, y estar razonablemente seguros del resultado.
Mary miró a Ponter. A los neanderthales, en efecto, el pelo les caía hacia ambos lados desde el centro, como a los chimpancés bonobos. Al principio le resultaba extraño, pero ya se había acostumbrado.
—No sé.
—Aliado —dijo Ponter—. Si va a ser niña, debería parecerse a su madre.
—¿Estás seguro?
—Claro.
—Aliado, entonces —dijo Mary—. Use mis dos alelos.
—Hecho —dijo Vissan, tocando más controles. Indicó la pantalla cuadrada—. ¿Ve cómo se hace? Esos puntos de contacto en la pantalla seleccionan alelos.
Mary asintió.
—Muy sencillo. . .
—Gracias. Me esforcé para que fuera fácil de utilizar. Ahora reconozco el siguiente grupo de alelos, al menos por parte de Ponter:.son el color de los ojos. Mare, sus ojos son azules … algo que nunca hemos visto aquí. Los de Ponter son de un tono marrón dorado que llamamos delint; es poco corriente, y por eso los apreciamos más.
—Los ojos azules son recesivos en los gliksins —dijo Mary.
—Igual que los delint aquí. Así que podemos escoger sus dos alelos y hacer que su hija tenga los ojos azules; o los dos de Ponter y que los tenga dorados; o incluir uno de cada a ver cuál es el resultado sorpresa …
Continuaron de ese modo durante algún tiempo, interrumpiéndose solamente cuando, primero Mary y luego Ponter, tuvieron que ir al cuarto de baño … o sea, a usar un orinal de madera.
—Y ahora —dijo Vissan—, negamos a un interesante tema neurológico. Yo no tomaría un alelo de Mare y otro de Ponter en este caso, pues no se sabe qué efecto tendrá su combinación. Creo que sería mucho más seguro para la niña estar de un lado o del otro, en vez de intentar mezclar las características. En un barast, se sabe que este gen gobierna el desarrollo de la parte del lóbulo parietal del cerebro que está situada en el hemisferio izquierdo. Sin duda que no querrán que haya daños cerebrales y …
—¿Ha dicho el lóbulo parietal? —preguntó Mary, inclinándose hacia adelante. El corazón le latía con fuerza.
—Sí —respondió Vissan—. Si no se forma adecuadamente, puede producirse afasia y haber dificultades con la función motora y …
Mary se volvió hacia Ponter. —¿Se lo has contado?
—¿Cómo dices?
—Venga ya, Ponter. ¡Lo del lóbulo parietal en el lóbulo izquierdo!
Ponter frunció el ceño.
—¿Sí?
—Según Verónica Shannon es responsable del pensamiento religioso en mi especie. La experiencia extracorpórea; la sensación de ser uno con el universo. Todo eso está enraizado ahí.
—Oh —dijo Ponter—. Cierto.
—¿Quieres decir que no sabías que esto iba a salir a colación?
—Sinceramente, Mare, no tenía ni idea.
Mary apartó la mirada.
—Has hablado de una «cura» para la religión, por el amor de Dios. Y ahora, qué casualidad, tenemos una.
—Mare-intervino Vissan—, Ponter y yo no hemos hablado de esto.
—¿No? Han cazado solos un buen rato …
—De verdad, Mare —insistió Vissan—. Desconozco la investigación que ha mencionado.
Mary inspiró profundamente y luego dejó escapar el aire muy despacio.
—Lo siento —dijo por fin—. Tendría que haberlo sabido. Ponter nunca me la habría dado con queso.
El Acompañante de Ponter pitó, pero él no pidió ninguna explicación.
Mary extendió la mano izquierda.
—Ponter, eres mi hombre-compañero, aunque todavía no hayamos realizado la ceremonia de unión. Sé que nunca me engañarías.
Ponter no dijo nada. Mary negó con la cabeza.
—No esperaba tener que abordar este tema. Quiero decir el color del pelo y de los ojos, ¿vale? ¿Pero atea o creyente? ¿Quién habría pensado que eso sería una decisión genética?
Ponter apretó la mano de Mary.
—Este tema es mucho más importante para ti que para mí. Eso al menos lo comprendo. Haremos lo que tú quieras.
Mary volvió a tomar aire. Podía discutirlo con el padre Caldicott, claro … pero un sacerdote católico no aprobaría ningún paso de aquel proceso.
—No estoy ciega, ¿sabes? Sé lo pacífico que es este mundo vuestro, al menos la mayor parte del tiempo. Y he visto lo …
Guardó silencio, pensó un momento, y luego se encogió de hombros porque no encontró otra palabra mejor para expresarlo que la primera que se le había ocurrido.
—He visto lo espirituales que sois. Y sigo pensando en las cosas que dijiste, Pomer … en casa de Reuben, cuando vimos juntos la misa por la tarde, y en el muro de los veteranos de Vietnam y … —Volvió a encogerse de hombros—. He estado escuchando, pero …
—Pero no estás convencida —dijo Ponter amablemente—. No te lo reprocho. Después de todo, no soy sociólogo. Mis reflexiones sobre el…
También él hizo una pausa. Evidentemente se daba cuenta ya que aquél era un tema muy delicado en ese momento. Pero continuó, al parecer incapaz de encontrar una palabra mejor.
—Sobre el mal que la religión ha causado en tu mundo, no son más que eso: reflexiones, elucubraciones filosóficas. No puedo demostrar mi argumento; dudo que nadie pueda.
Mary cerró los ojos. Intentó rezar, pedir una guía. Pero nunca la había conseguido en el pasado y no había motivo para suponer que esta vez sería diferente.
—Tal vez —dijo por fin— deberíamos dejado simplemente en manos del destino. Que los genes caigan donde quieran.
Vissan habló en voz baja.
—Si se tratara de cualquier otra parte del cuerpo, podría estar de acuerdo con usted, Mare. Pero estamos hablando de un componente del cerebro que es claramente distinto entre las dos especies de humanidad. Unir simplemente un alelo gliksin y otro barast y esperar que salga lo mejor no me parece prudente.
Mary frunció el ceño, pero Vissan tenía razón. Si iban a seguir adelante y tener una criatura híbrida, de un modo u otro había que tomar una decisión.
Ponter soltó la mano de Mary, pero entonces empezó a acariciarle el dorso.
—No vamos a decidir si nuestra hija tendrá un alma o no. En el mejor de los casos, elegiremos si ella creerá o no tener un alma.
—No tienen que decidido hoy —dijo Vissan—. Mi intención, como decía, es guiados por el proceso de empleo del escritor de codones. De todas formas, Mary, no tendrá que producir el cromosoma diploide hasta que llegue el momento de implantado. —Cruzó las manos—. Pero cuando ese momento llegue, tendrá que tomar una decisión.
25
Sí, en efecto ha llegado el momento de dar pasos más largos. Pero no es sólo el momento de una gran empresa estadounidense. Más bien, es el momento, si me permiten citar otro discurso, de que negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos e hindúes, musulmanes y budistas, y hombres y mujeres de todas las creencias, de que los individuos de cada una de nuestras 191 Naciones Unidas, de que los miembros de toda raza y religión que componen nuestra única y diversa rama de humanidad, avancen juntos, en paz y armonía, con respeto mutuo y amistad, para continuar el viaje que nosotros, Homo sapiens, habíamos interrumpido brevemente…