—Creo que ustedes dos tienen algo que discutir —dijo Vissan—.
Creo que vaya llevarme a Mega a contemplar las estrellas.
Mega se había despertado de su siesta. —¿Te gustaría, Mega?
—Claro.
Vissan se levantó de la silla, recogió su abrigo de pieles, envolvió a Mega en una de sus enormes camisas, y las dos se encaminaron hacia la puerta.
Mary notó el viento frío en el rostro cuando la puerta se abrió.
Vio cómo Vissan y Mega se marchaban y la puerta de madera se cerraba tras ellas.
—Marc … —dijo Ponter.
—No, no, déjame pensar. Sólo déjame pensar durante unos minutos.
Ponter se encogió amistosamente de hombros, se acercó a la chimenea de Vissan y se puso a encender un fuego.
Mary se levantó de la caja de vacío y ocupó el asiento que Vissan había dejado libre, apoyando la barbilla en la mano.
La barbilla…
Una característica Homo sapiens.
Pero una característica trivial, completamente carente de importancia.
Mary suspiró. Excepto por la cuestión de dónde iba a vivir, no le importaba si tenían un niño o una niña.
y desde luego no le importaba que tuviera la raya en medio, ni de qué color fueran sus ojos. Ni si tendría los músculos de un neanderthal. Ni de qué tipo de sentido del olfato gozaría. «Mientras esté sana … »
Ése había sido el mantra de los padres durante milenios. Excepto en el laboratorio de Verónica, Mary nunca había vivido una experiencia religiosa plena, pero a pesar de todo creía en Dios. Incluso ahora que sabía que su predisposición a esa creencia estaba imbricada en su cerebro, seguía creyendo.
¿Quería negarle a su hija el consuelo de esa fe? ¿Quería impedirle conocer el embeleso místico que había eludido a Mary fuera del laboratorio pero que al parecer había tocado a tantas otras personas?
Pensó en aquel mundo en el que se encontraba y la retórica de los noticiarios de su juventud acudió a su mente. Palabras que había evitado hasta aquel momento.
Gente sin Dios. Comunistas.
Pero, maldición, el sistema neanderthal funcionaba. Funcionaba mejor que el corrupto capitalismo en bancarrota moral de su mundo … el mundo de las grandes empresas tabaqueras y Enron y WorldCom y todos los otros chanchullos que se habían descubierto desde entonces, gente impulsada solamente por la avaricia, quedándose con obscenas cantidades para sí mientras otros apenas tenían suficiente para comer.
Y funcionaba mejor que las instituciones religiosas de su mundo: su propia Iglesia protegiendo durante décadas a los que abusaban de niños, su religión y tantas otras religiones que oprimían a las mujeres, fanáticos religiosos que estrellaban aviones contra rascacielos …
Ponter hacía progresos con el fuego. Pequeñas columnas de humo se alzaban de los troncos que había colocado encima de las piedras dentro de la chimenea.
Por fin, cuando consiguió unas llamas vigorosas, Mary se levantó de la silla y se acercó a su hombre, todavía agachado junto al fuego.
Él la miró, y aunque la luz de la hoguera creaba un fuerte contraste de sombras en su ceño y su enorme nariz, seguía pareciendo amable y cariñoso.
—Aceptaré la decisión que tomes —dijo, poniéndose en pie. Mary le rodeó los hombros con sus brazos.
—Yo … ojalá pudiera pensármelo mucho tiempo.
—Tenemos tiempo —dijo Ponter—. Pero no todo el tiempo del mundo. Si nuestra hija va a formar parte de la generación 149, debe ser concebida cuando corresponda.
Mary sabía que parecería petulante.
—Tal vez no forme parte de la generación 149. Tal vez la tengamos al año siguiente. O al otro.
Ponter habló con voz suave.
—Sé que en tu pueblo nacen bebés todos los años. Si nuestra hija se va a criar principalmente en tu mundo, entonces no importa cuándo vaya a ser concebida. Pero si deseamos que se críe completamente o en parte en este mundo, o que tenga la opción de encajar en esta sociedad, debemos concebirla cuando toca.
—Concebirla cuando toca —dijo Mary, retrocediendo y mirando a Ponter.
Ponter alzó la ceja.
—Eso —repitió Mary—. «Concebirla cuando toca.» Qué poco romántico.
Ponter la atrajo hacia sí.
—Nos enfrentamos a unos cuantos … desafíos especiales. ¿Pero qué puede haber más romántico que la criatura de dos personas que se aman.
Mary forzó una sonrisa.
—Tienes razón, naturalmente. Lo siento. —Hizo una pausa—. Y tienes razón en que debemos hacerlo en el momento adecuado.
Mary cumplía años a finales de diciembre; sabia lo que era tener seis meses menos que el resto de los niños en el patio de recreo. No podía imaginar lo devastador que sería ser uno o dos años más joven que todos los demás. Sí, su hija se criaría principalmente en el mundo de Mary, pero cuando creciera podría elegir establecer su hogar en el universo neanderthal… y nunca encajaría allí si no formaba parte de una generación concreta.
Ponter guardó silencio un rato.
—¿Estás preparada para decidir?
Mary contempló las llamas por encima del hombro de Ponter. —Mi hermano Bill se casó con una protestante —dijo por fin—.
¡Chico, eso sí que molestó a mi madre! Bill y Diane (ésa es su esposa), tuvieron que decidir en qué tradición religiosa iban a educar a sus hijos. Sólo me enteré de fragmentos, y desde el punto de vista de Bill, claro, pero al parecer fue una dura batalla. j Y ahora tú me preguntas si estoy preparada para decidir si mi hija debería o no estar predispuesta a creer en Dios!
Ponter no dijo nada; sólo la abrazó y le acarició el pelo. Si Ponter se moría por saber cuál iba a ser la decisión de Mary, no dio ninguna muestra de ello … y Mary se lo agradeció. Si hubiera parecido ansioso, habría sabido que prefería una opción, y le habría costado más analizar sus sentimientos. Y en cuanto a cuál era su preferencia, si la tenía, Mary seguía sin poder decido. Su primer impulso fue que quería que su hija fuera como él, carente del…
Mary odiaba el término, pero ya se había filtrado a la prensa, incluso antes de que se hubiera abierto el puente al mundo neanderthal.
Carente del «órgano de Dios».
Pero claro, Ponter era lo bastante inteligente para saber que, a pesar de todo lo que habían hecho aquel día, no se puede encargar a una persona como se encarga una pizza: «Dame una número cuatro, sin cebolla.» Todo se mezclaba creando el conjunto. ¿Querría tal vez que su nueva hija tuviera la fe de su madre? De hecho, a lo mejor era lo que estaba esperando para probar la hipótesis del escultor de personalidad. ¿Serían distintos sus sentimientos hacia una hija que creía en otra vida a los que sentía hacia Jasmel y Mega?
Mary nunca se lo preguntaría, no después de tomada la decisión.
Cuando los genes adecuados fueran codificados para crear los cromosomas de su hija, no tendría sentido lamentado o volver a abrir un antiguo debate.
Había una escena en Star Trek V (la película que dirigió William Shatner, donde Sybok, el hermanastro de Spock, buscaba a Dios) que mostraba el nacimiento del propio Spock, en una cueva, nada menos. Amanda, su madre humana, era atendida por una matrona vulcana. Cuando el bebé Spock era presentado a Sarek, su padre vulcano, Sarek sólo decía dos palabras, cada una de ellas llena de infinita decepción: «Qué humano … »
Al recordarlo, Mary meneó la cabeza. ¿Qué demonios esperaba ver Sarek? ¿Por qué se dispuso a tener un hijo híbrido y luego se decepcionaba porque tenía características de la especie de su madre? Mary y Ponter estaban buscando verdaderamente lo mejor de ambos mundos … y eso significaba incluir cosas.