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Adikor sacudió la cabeza. —Es un ritual complicado.

—¡Me parece maravilloso! —dijo Bandra—. Creo que nosotros … ¡Asombro! ¡Asombro!

—¿Qué? —dijo Mary.

Bandra señaló.

—¡Somos nosotros!

Mary se volvió. Una de las enormes pantallas de vídeo gigantes mostraba a Bandra y Mary. Mientras miraba (¡fue muy emocionante!), la imagen se movió a la izquierda, mostrando a Ponter y Adikor. Al cabo de un instante, la imagen volvió a centrarse en el alcalde de Nueva York, que saludaba a la multitud. Mary se volvió hacia los otros.

—Nuestra presencia no ha pasado desapercibida —dijo, sonriendo.

Ponter se echó a reír.

—¡Oh, estamos acostumbrados a eso!

—¿Vienes aquí cada año? —preguntó Adikor.

Caía un poco de nieve, y el aliento de Mary era visible mientras hablaba.

—¿Yo? Nunca había venido … pero lo veo por televisión todos los años, como otros trescientos millones de personas de todo el mundo. Es la tradición.

—¿Qué hora es ya? —preguntó Ponter.

Mary miró su reloj; había luz suficiente para poder ver.

—las once y media pasadas.

—¡Oooh! —dijo Bandra, señalando de nuevo—. ¡Ahora le toca el turno a Lou!

La pantalla gigante mostraba un primerísimo plano del hermoso rostro de Louise, y ella sonrió encantadora al verse. Hubo aullidos de aprecio en millares de hombres. Bueno, Pamela Anderson Lee había empezado en Jumbotron, también …

La pantalla cambió para mostrar a Dick Clark con una chaqueta de seda negra. Estaba de pie en un gran escenario, rodeado de cientos de globos rosados y transparentes.

—¡Hola, mundo! —gritó, y entonces, corrigiéndose con una enorme sonrisa perfecta, añadió—: ¡Hola, mundos!

La multitud vitoreó. Mary aplaudió con sus manos enguantadas.

—¡Bienvenidos al Feliz Año Nuevo con Dick Clark!

Más aplausos. Alrededor, la gente agitaba banderitas estadounidenses que habían repartido con las bolsas de confeti.

—Ha sido un año sorprendente-dijo Clark—. Un año que nos vio reuniéndonos con nuestros primos largamente perdidos, los neanderthales.

La pantalla cambió para mostrar un primer plano de Ponter, que tardó un segundo en localizar la cámara, y luego saludó suavemente, la nueva placa de Yak chispeando bajo el arco iris de neón.

La multitud empezó a entonar: —¡Pon-ter! ¡Pon-ter! ¡Pon-ter!

Mary sintió que el corazón le iba a estallar de orgullo. Pero Dick Clark continuó.

—Esta noche, además de los mejores grupos de rock del mundo, Krik Donalt va a tocar su éxito Dos que se convierten en Uno en directo, desde nuestro estudio de Hollywood. Pero, ahora mismo, vamos a … señor, señor, lo siento, pero tiene que marcharse.

Mary miró la enorme pantalla, desconcertada. Clark estaba solo en el escenario.

—Lo siento, señor, pero estamos en el aire —le decía Clark al vacío. Se dio la vuelta y gritó—: Matt, ¿podemos sacar de aquí a este payaso?

Hubo murmullos entre la multitud. Lo que Clark intentaba no funcionaba. De hecho, Bandra se inclinó hacia Mary y susurró:

—Está estropeando …

De repente, un hombre que les daba la espalda se volvió (una hazaña difícil, ya que estaban apretujados como sardinas) y, mirando directamente a Ponter, dijo:

—¡Dios mío, eres tú! ¡Eres tú!

Ponter sonrió amablemente.

—Sí, yo …

Pero el hombre, con los ojos muy abiertos, apartó a Ponter, y repitió:

—¡Eres tú! ¡Eres tú!

Parecía decidido a abrirse paso entre la multitud, y ésta, en su mayor parte, se apartaba para permitírselo.

—¡Jesús! —gritó una mujer junto a Bandra, pero Mary no vio qué la había molestado. Se volvió para mirar al hombre que había empujado a Ponter y, para su sorpresa, lo vio arrodillarse.

La voz de Dick Clark volvió a sonar por los altavoces, llena de pánico.

—¡No puedo hacer esto con él aquí!

Mary sintió que se le secaba la garganta. Extendió la mano izquierda, con intención de sujetarse. Bandra la agarró por el brazo.

—Mare, ¿estás bien?

Mary consiguió asentir.

—¡Jesús! —gritó de nuevo la mujer. Pero Mary negó con la cabeza.

No, no era Jesús.

¡Era la bendita Virgen María!

—Ponter —dijo Mary, la voz temblando—. Ponter, ¿la ves?

¿La ves?

—¿A quién?

A ella, está aquí —dijo Mary, señalando, y entonces, casi de inmediato, alzó las manos para persignarse—. ¡Está aquí mismo! —Mare, hay medio millón de personas …

—Pero ella brilla —dijo Mary en voz baja.

Ponter se volvió hacia Louise, y Mary se obligó a mirar en esa dirección durante un segundo. Los ojos marrones de Louise estaban muy abiertos y susurraba una y otra vez, demasiado bajo para que Mary la oyera, pero podía leerle los labios:

—Mon Dieu, mon Dieu, mon Dieu …

—¡Ves! —exclamó Mary—. ¡ Louise la ve también!

Pero incluso mientras lo decía, Mary tuvo sus dudas: la Virgen era santa, pero no se la saludaba diciendo «Dios mío, Dios mío, Dios mío».

La mirada de Mary fue atraída de nuevo hacia la perfecta forma iluminada que tenía delante, flanqueada por altos edificios.

Bandra todavía la sujetaba por el brazo. La mujer, al otro lado de Bandra, se había puesto de rodillas.

—¡María! —exclamó—. ¡Bendita Virgen María!

Pero estaba mirando en dirección completamente opuesta …

—Miren —gritó una voz, una de las miles que gritaban ahora pero que Mary pudo captar—. i La santa Madre!

Mary alzó la cabeza. Los reflectores surcaban el cielo, negro y vacío.

—¡Mare! —.Era la voz de Ponter—. Mare, ¿estás bien? ¿Qué está pasando?

Un hombre de delante de Mary se había dado la vuelta y rebuscaba en su abrigo. Durante medio segundo Mary pensó que iba a sacar una pistola, pero lo que sacó fue una gruesa cartera repleta de billetes. La abrió.

—¡Tome! —dijo, arrojando algunos billetes a Mary—. ¡Tome, cójalos!

Se volvió hacia Ponter y le dio dinero también.

—¡Cójalo! ¡Cójalo! Tengo demasiado…

De detrás de Mary llegó un fuerte grito:

—¡Alá akhbar! ¡Alá akhbar!

Y de delante:

—El Mesías. Por fin.

Y a la izquierda:

—¡Sí, sí! ¡Tómame, Señor!

Y a su derecha, alguien cantaba: —¡Aleluya!

Mary deseó tener su rosario. La Virgen estaba allí, ¡allí mismo!, llamándola.

—¡Mare! —gritó Ponter—. ¡Mare!

Detrás de Mary, alguien lloraba. Delante, alguien reía de manera incontrolable. Había quienes se cubrían la cara con las manos, o aplaudían, o alzaban las mallas al cielo.

Un hombre gritaba:

—¿Quién es ése? ¿Quién anda ahí? Y una mujer chillaba: —¡Márchate! ¡Márchate!

Y otra persona gritaba: —¡Bienvenidos al planeta Tierra!

A unos pocos metros de distancia, Mary vio a un hombre desmayarse, pero la multitud estaba demasiado apretujada para que cayera al suelo.

—¡Es el día del Juicio Final! —gritó una voz.

—¡Es el primer contacto! —gritó otra.

—¡Mahdi! ¡Mahdi! —gritó una tercera.

Cerca, una mujer entonaba:

—Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre …

Y junto a ella, un hombre decía: —Lo siento, lo siento, lo siento …

Y alguien gritaba con mucho énfasis:

—¡Esto no puede estar sucediendo! ¡Esto no puede ser real!

—¡Mare! —gritó Ponter, agarrándola por los hombros y obligándola a darse la vuelta, apartándola de la Virgen María—. ¡Mare!

—No —consiguió decir Mary—. No, suéltame. Ella está aquí…