Mary resopló.
—Lo sé. Lo sé. No es práctico, pero …
—¿Sí?
Ella apartó una mano del volante, y le dio un apretón en el muslo.
—Pero te quiero tanto, Ponter. Limitarme a verte sólo cuatro días al mes …
—Adikor quiere mucho a Lurt, y sólo la ve esos cuatro días.
—Y yo quería mucho a Klast, pero sólo la veía esos cuatro días también. —Su rostro no mostraba ninguna emoción—. Es nuestra costumbre.
—Lo sé. Sólo estaba pensando.
—Y hay otros problemas. Vuestras ciudades huelen fatal. Dudo que pudiera acostumbrarme.
—Podríamos vivir en el campo. Lejos de las ciudades, lejos de los coches. En un lugar donde el aire esté limpio. No me importaría dónde, con tal de que estuviéramos juntos.
—No puedo abandonar mi cultura-dijo Ponter—. Ni a mi familia.
Mary suspiró. Lo sé.
Ponter parpadeó varias veces.
—Ojalá…ojalá pudiera sugerir una solución que te hiciera feliz.
—No se trata sólo de mí —respondió Mary—. ¿Qué te haría feliz a ti?
—¿A mí? Estaría contento si estuvieras en el Centro de Saldak cada vez que Dos se convierten en Uno.
—¿Eso sería suficiente para ti? ¿Cuatro días al mes?
—Tienes que comprender, Mare, que me cuesta trabajo concebir algo distinto a eso. Sí, hemos pasado varios días seguidos aquí en tu mundo, pero mi corazón anhela a Adikor mientras estoy aquí.
Por la cara que puso Mary, Ponter supuso que había dicho algo poco delicado.
—Lo siento, Mare, pero no puedes estar celosa de Adikor. La gente de mi mundo tiene dos compañeros, uno de cada sexo. Lamentar mi intimidad con Adikor es inadecuado.
—¡Inadecuado! —exclamó Mary. Pero luego inspiró profundamente, tratando de calmarse—. No, tienes razón. Eso lo comprendo … en el plano intelectual, al menos. Y estoy intentando aceptarlo de manera emocional.
—Por cierto, Adikor te aprecia mucho, Mare, y no te desea más que felicidad. —Hizo una pausa—. Sin duda le deseas lo mismo, ¿no?
Mary no dijo nada. El sol se ponía por el horizonte. El coche aceleró.
—¿Mare? Sin duda deseas la felicidad de Adikor, ¿no?
—¿Qué? —repuso ella—. Oh, por supuesto. Por supuesto que sí.
5
Hace cuatro décadas, mi predecesor en el Despacho Oval, John F Kennedy, dijo: «Ha llegado el momento de dar grandes pasos, el momento de una nueva empresa americana.» Entonces yo no era más que un chaval que vivía en un gueto de Montgomery, pero recuerdo vivamente cómo esas palabras hicieron que todo mi ser vibrara…
Mary y Ponter enfilaron el camino de acceso a la casa de Reuben Montego poco antes de las siete de la tarde. Louise y Reuben conducían ambos un Ford Explorer, prueba evidente, pensó Mary con una sonrisa, de que estaban hechos el uno para el otro. El de Louise era negro y el de Reuben marrón. Mary aparcó y Ponter y ella fueron a la puerta principal. Tuvo que pasar ante el coche de Louise; pensó en palpar el capó, pero no dudaba de que hacía rato que se había enfriado.
Reuben tenía un par de acres de tierra en Lively, un pueblecito de las afueras de Sudbury. A Mary le gustaba la casa de dos pisos, grande y modernas. Llamó al timbre y un momento después apareció Reuben, seguido por Louise.
—Mary —exclamó Reubcn, envolviéndola en un abrazo—. Y Ponter también! —dijo, una que vez soltó a Mary, y lo abrazó también a él.
Reuben Montego era esbelto, treintañero y negro, con la cabeza rapada. Llevaba una sudadera con el logo de los Toronto Blue Jaya en el pecho.
—Pasad, pasad —dijo, invitándolos a dejar atrás el fresco aire de la tarde. Mary se quitó los zapatos, pero Ponter no … porque no llevaba. Vestía pantalones neanderthal, cuya parte inferior se adaptaba al calzado incorporado en ellos.
—¡Es una reunión de cuarentena! —declaró Ponter, observando afectuosamente al pequeño grupo. Y en efecto lo era: los cuatro habían tenido que pasar allí dentro cuatro días por orden del Ministerio de Sanidad canadiense, cuando Ponter cayó enfermo durante su primera visita.
—Sí que lo es, amigo mío —respondió Reuben al comentario de Ponter. Mary miró en derredor: le gustaban mucho los muebles, una inteligente mezcla de caribeño y canadiense, con estanterías y madera oscura por todas partes. Reuben era un poco descuidado, pero su ex esposa tenía un gusto exquisito.
Mary notó inmediatamente que se relajaba en aquella casa. Naturalmente, contribuía a ello el hecho de que allí había sido donde empezó a enamorarse de Ponter, o que encerrada a salvo, con oficiales de la Policía Montada en el exterior, apenas dos días después de que Cornelius Ruskin la violara en el campus de la Universidad de York en Toronto, se había convertido en un verdadero refugio para ella.
—Tal vez haga un poco de frío a estas alturas de la estación —dijo Reuben—, pero se me ocurre que podríamos preparar una barbacoa.
—¡Sí, por favor! —contestó Ponter, entusiasmado. Reuben se echó a reír.
—Muy bien, pues. Manos a la obra.
Louise Benoit era vegetariana, pero no le importaba comer con gente que disfrutaba de la carne … lo cual era buena cosa, porque a Ponter la carne le encantaba. Reuben había colocado tres gigantescos pedazos de carne en la parrilla, mientras que Louise se entretenía preparando una ensalada. Reuben entraba en la cocina y salía al patio trasero colaborando con Louise para tenerlo todo a punto. Mary los vio trasteando en la cocina, trabajando juntos, tocándose afectuosamente de vez en cuando. Los primeros días de su matrimonio con Colm habían sido así; más tarde, pareció que siempre estaban interponiéndose en el camino del otro .
Mary y Ponter se habían ofrecido a ayudar, pero Reuben dijo que no era necesario. La cena no tardó en estar servida y los cuatro se sentaron a comer. A Mary le sorprendió advertir que conocía a aquella gente (tres de las personas más importantes de su vida) desde hacía sólo tres meses. Cuando los mundos chocan, los cambios se producen rápido.
Mary y Reuben comían con cuchillo y tenedor. Ponter llevaba guantes de cocina reciclables que había traído consigo, y agarraba su trozo de carne y arrancaba pedazos con los dientes.
—Han sido unos meses sorprendentes —dijo Reuben, pensando quizá lo mismo que Mary—. Para todos nosotros.
Sí que lo habían sido. Ponter Boddit había sido mandado por accidente a esta versión de la realidad por un error en el experimento de cálculo cuántico que estaba realizando en su mundo. En su versión de la Tierra, el hombre-compañero de Ponter, Adikor, fue acusado de haberlo asesinado y de haber eliminado luego el cadáver. Adikor y la hija mayor de Ponter, Jasmel Ket, habían conseguido restablecer el portal universal el tiempo suficiente para que Ponter regresara a casa … y exonerar a Adikor.
Una vez en casa, Ponter convenció al Gran Consejo Gris para que les permitiera a Adikor y a él abrir un portal permanente. Lo consiguieron rápidamente.
Mientras tanto, el campo magnético de la versión humana de la Tierra había empezado a alterarse, al parecer como preludio de una inversión de los polos. La Tierra neanderthal había experimentado hacía poco su propia inversión … y de una manera extraordinariamente rápida: el comienzo del colapso de su campo había acaecido hacía tan sólo veinticinco años y la inversión y el restablecimiento del campo se habían completado en apenas quince.
Mary, todavía trastornada por su violación, dejó la Universidad de York para reunirse al recién formado Grupo Sinergía de Jock Krieger. Pero en un viaje de regreso a Taranta, Ponter identificó al violador: Cornelius Ruskin, que también había violado a Qaiser Rentulla, la jefa de departamento de Mary en York.