Выбрать главу

Charlotte. Su cuerpo se tensó aun más, cada músculo tirante de furia. El había pensado que ella era mejor que esto.

Ella tenía que saber lo que le estaba haciendo al ayudar a Lydia a escapar. ¿O no había dedicado un pensamiento a lo que él sentiría a la mañana siguiente, plantado el altar, frente a cientos de invitados, esperando a una novia que no llegaría?

Las dos jóvenes se movían lentamente, obstaculizadas por las dos enormes bolsas de viaje. Lydia estaba arrastrando la suya, obviamente no tan fuerte como Charlotte, quien, al menos, se las arreglaba para avanzar pulgada a pulgada. Ned esperó hasta que se aproximaron, su mandíbula tornándose más rígida por segundos, y entonces, justo cuando ambas alcanzaron el tirador de la puerta principal…

Apareció de golpe.

“¿Van a algún sitio?” preguntó, sorprendido por el desdeñoso y sereno tono de su voz. Estaba absolutamente seguro de que la pregunta le saldría como un rugido.

Lydia pegó un salto, y Charlotte dejó escapar un pequeño grito, que aumento de intensidad cuando soltó la bolsa de viaje y cayó sobre su pie.

Ned apoyó un hombro en el marco de la puerta de la biblioteca mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, consciente de que necesitaba mantener firmes las riendas de sus emociones. Una chispa, y estallaría.

“Es un poco tarde para andar correteando por ahí, ¿no creen?” les preguntó, manteniendo un tono de voz deliberadamente suave.

Las dos hermanas Thornton permanecieron mirándolo fijamente, temblando.

“Son las dos pasadas, diría yo,” murmuró Ned. “Uno pensaría que estarían en sus camas a estas horas.”

“Esto no es lo que parece,” balbuceó Charlotte.

Ned miró a Lydia, a ver si había encontrado su lengua, pero parecía demasiado aterrorizada para hablar.

Bien.

Se giró hacia Charlotte, ya que, obviamente, ella era un oponente más digno. “Interesante,” dijo, “porque no estoy seguro de lo que parece esto. ¿Quizás podría aclarármelo?”

Charlotte tragó juntando las manos, y apretándolas fuertemente. “Bien,” dijo, tratando evidentemente de ganar tiempo. “Bien…”

“Si yo fuera un hombre menos inteligente,” musitó Ned, “podría pensar que estoy viendo como mi querida novia se fuga la noche antes de nuestra boda, pero entonces me he dicho ‹‹seguramente no es eso, las hermanas Thornton nunca serían tan locas para intentar hacerme esa faena››”

Lo había conseguido. Las había silenciado. Charlotte parpadeaba furiosa, y él casi podía ver en sus ojos como su cerebro trabajaba frenéticamente para encontrar una respuesta, sin conseguirlo. Lydia parecía haber sido alcanzada por un rayo.

“Así que,” continuó él, gozando del momento de una forma un tanto enrevesada y estúpida, “puesto que obviamente Lydia no se está fugando, y usted,” se giró hacia Charlotte, lanzándole una mirada de hostilidad, “obviamente no la estás ayudando, quizás podrían decirme que están haciendo.”

Lydia miró a Charlotte con ojos implorante. Esta tragó varia veces con dificultada antes de decir: “Bien, de hecho, yo…”

Ned la miró.

Charlotte lo miró con ojos vacilante.

Ned continuó mirándola fijamente, sin vacilar.

“Yo… yo…”

Finalmente cerró los ojos.

“Se está fugando,” susurró, bajando la mirada al suelo.

“¡Charlotte!” exclamó Lydia, perforando con su voz el silencio de la noche. Se volvió hacia su hermana con expresión irritada e incrédula. “¿Cómo has podido hacerlo?”

“¡Oh, por el amor de Dios, Lydia!” exclamó Charlotte, “obviamente él ya lo sabía.”

“Quizás…”

“ ¿Cúan estúpido piensa que soy?” preguntó Ned a Lydia. “Dios bendito, ¿se iba a casar con un hombre que pensaba que no era lo suficientemente inteligente para imaginar lo que esto” -abarcó con un gesto de la mano toda la escena-“significa?”

“Te dije que no lo hiciéramos,” dijo Charlotte a su hermana, con voz acuciante y apenada. “Te dije que no estaba bien. Que no lo conseguiríamos.”

Lydia se volvió hacia Ned. “¿Va a golpearme?”

El la contemplo perplejo. Bueno, por todos los infiernos. Ahora ella se las había arreglado para dejarlo sin palabras a él.

“¿Lo hará?” repitió.

“Por supuesto que no,” le espetó. “Aunque puede estar segura de que si alguna vez considerara la posibilidad de pegar a una mujer, usted sería la primera en la que pensaría.”

Charlotte asió el brazo de Lydia y tiró de ella hacia las escaleras. “Regresamos,” dijo apresuradamente, sus ojos se cruzaron con los de él durante lo que le pareció un segundo eternamente largo. “Lydia lo lamenta. Yo lo lamento. Ambas lo lamentamos.”

“¿Y piensa que con eso es suficiente?” exigió Ned.

Ella tragó convulsivamente, y su piel se veía muy pálida, incluso bajo la vacilante luz de la vela. “Tenemos que prepararnos para la boda,” dijo, cogiendo de un tirón las bolsas de viaje. “Me aseguraré de que esté a tiempo en la iglesia. Puede confiar en mí.”

Y eso había hecho. Puede confiar en mí. ¿Cómo se atrevía a ni siquiera a pensara esas palabras?

“No tan rápido,” la contradijo, deteniendo su lento progreso.

Charlotte se dio la vuelta, sus ojos brillando con desesperación.

“¿Qué quiere?” exclamó. “Le he dicho que estaría preparada. Que me cercioraría de que estuviera en la iglesia a tiempo. Nadie sabe lo que ha sucedido esta noche, así que no sufrirá ninguna vergüenza por la locura de Lydia.”

“Muy generoso de su parte,” dijo Ned, “pero a la luz de los recientes acontecimientos, el matrimonio con Lydia no me parece lo más apetecible.”

La boca de Lydia se abrió ante tamaño insulto, y Ned tuvo que mirar hacia otro lado, disgustado por su reacción. ¿Qué demonios esperaba ella?

Así que su mirada recayó sobre Charlotte, quien de repente parecía alarmantemente encantadora a la luz de la vela, su pelo capturando el matiz rojizo de la llama. “¿Qué es lo que quiere?” susurró, temblándole los labios al pronunciar las palabras.

Parecía extenuada, los labios entreabiertos, sus ojos se habían vuelto de plata en la penumbra. Ned había querido bailar con ella entonces.

Y ahora -ahora que todo había cambiado, ahora que Lydia casi había cruzado la línea, finalmente podía admitir que había querido más.

Su cabeza se llenó de pensamientos eróticos y sensuales y algo más, algo a lo que no supo poner nombre.

Miró fijamente a Charlotte, directamente dentro de esos mágicos ojos grises y dijo: “Te quiero a ti.”

Por un momento nadie habló.

Ni siquiera respiró.

Y finalmente Charlotte consiguió decir: “Estás loco.”

Pero el vizconde simplemente cogió las bolsas de viaje de Lydia y las levantó como si sólo estuvieran llenas de plumas.

“¿A dónde va con ellas?” chilló Lydia en voz baja (si eso era posible, lo que aparentemente podía ser, pues no apareció nadie corriendo escaleras abajo para investigar después de la conmoción).

El dio un par de zancadas hasta la puerta principal y las echó fuera. “Váyase,” dijo ásperamente. “Y llévese sus malditos bultos.”

Los ojos de Lydia se salían de sus orbitas. “¿Me deja marchar?”

Su respuesta fue un gruñido impaciente, mientras se dirigía hacia ella a zancadas, la agarraba de un brazo y comenzaba a arrastrarla hacia la puerta. “¿Realmente piensa que deseo casarme con usted después de esto?” masculló Ned, con voz que gradualmente aumentaba de volumen. “Ahora, fuera.”

“Pero hay un cuarto de milla hasta donde he quedado con Rupert,” protestó Lydia, girando rápidamente la cabeza entre su hermana y Ned. “Se suponía que Charlotte iba a ayudarme con el equipaje.”