Charlotte vio con horror como Ned se giraba hacia Lydia con la expresión más malvada imaginable. “Usted es una chica fuerte,”dijo. “Ya se las arreglará.”
“Pero yo no puedo…”
“¡Por el amor de Dios, mujer!” explotó Ned. “Haga que Marchbanks regrese a por ellas, si la quiere lo suficiente le conseguirá su maldito equipaje.”
Y entonces, mientras Charlotte observaba toda la escena con la boca abierta, Ned empujó a Lydia a través de la puerta y la cerró tras ella de un golpe.
“¡Lydia!” consiguió exclamar, antes de que él se girara hacia ella.
“Tú,” dijo él.
Sólo era una palabra, pero todo lo que Charlotte pudo pensar fue, Gracias a Dios no ha dicho más.
Pero…
“¡Espera!” gritó Charlotte. “Tengo que despedirme de mi hermana.”
“Harás lo que yo diga que puedes…”
Ella lo esquivó y corrió hacia la puerta. “Tengo que decirle adiós,” repitió con voz rota. “No sé cuando volveré a verla de nuevo.”
“Rezo para que no sea pronto,” murmuró él.
“Por favor,” rogó Charlotte. “Tengo que…“
Ned la agarró por la cintura, y entonces la volvió a soltar. “Oh, por el… vale,” murmuró. “Ve. Tienes treinta segundos.”
Charlotte no se atrevió a discutir. El era la parte agraviada en esta terrible escena, y por mucho que le molestara su ira, también sabía que tenía derecho a sentirla.
¿Pero en qué demonios había él estado pensando cuando dijo que la quería a ella?
Basta. No podía pensar en eso ahora. No cuando su hermana estaba a punto de marcharse en medio de la noche.
No cuando el mero recuerdo de su rostro la hacia temblar. Sus ojos tan azules, tan intensos, cuando había dicho, Te quiero a ti.
“¡Lydia!” llamó ella con voz desesperada. Empujó la puerta abierta y corrió como si los fuegos del infierno le pisaran los talones.
Y no estaba muy segura de que no fuera así.
“¡Lydia!” llamó de nuevo. “¡Lydia!”
Lydia estaba sentada bajo un árbol, sollozando.
“¡Lydia!” exclamó horrorizada mientras corría a su lado. “¿Qué ocurre?”
“No pensé que sería así,” dijo Lydia, mirándola con ojos acuosos.
“Bien, no,” convino Charlotte, echando un nervioso vistazo hacia la puerta de la mansión. Ned había dicho treinta segundos, y pensó que seguramente los estaría cronometrando. “Pero esto es lo que hay.”
Aunque no pareció convencer a Lydia. “Se suponía que no me encontraría,” protestó. “Se suponía que estaría disgustado.”
“Ciertamente lo está,” replicó Charlotte, preguntándose qué es lo que disgustaba a su hermana. ¿No quería casarse con Rupert? ¿No iba a conseguir exactamente lo que deseaba?
¿Por qué, por todos los santos, estaba compadeciéndose?
“No,” jadeó Lydia, limpiándose las lágrimas con las manos. “Sólo suponía que sucedería después de que yo me hubiese marchado. No pensé que tendría que enfrentarme a ello.”
Charlotte apretó con fuerza los dientes. “Bien, eso es bastante egoísta, Lydia.”
“¡Y no creí que parecería tan contento al e-e-echarme!”. Y comenzó a llorar de nuevo.
“Levántate,” dijo Charlotte, tirando de Lydia y poniéndola en pie. De verdad, que esto era demasiado. Tenía a un vizconde furioso esperándola dentro para hacerla pedazos, ¿y Lydia se quejaba?. “¡Ya he tenido suficiente!”estalló. “Si no querías casarte con el vizconde, no tenías que haberle dicho que sí.”
“¡Ya te dije por qué acepté! Lo hice por ti, y por Caroline y Georgia. El prometió proveeros de una dote.”
Bien, eso era un punto a su favor, pero por mucho que Charlotte apreciara el favor que Lydia casi le había hecho, no se sentía demasiado inclinada a felicitarla por ello. “Bien, si ibas a fugarte,” dijo Charlotte, “deberías haberlo hecho unas cuantas semanas antes.”
“Pero el Banco dijo…“
“No me importan las precarias finanzas de Rupert,” dijo Charlotte con la mandíbula apretadaza. “Te has estado comportando como una niña malcriada.”
“No me hables así,” dijo Lydia, soltándose y enderezando los hombros.”Soy mayor que tú.”
“¡Entonces actúa como tal!”
“¡Lo haré!” Y efectivamente, levantó sus dos bolsas de viaje y comenzó a caminar alejándose. Dio seis o siete pasos antes de murmurar, “¡Maldita sea!”, y dejó caer las bolsas al suelo. “¿Qué demonios he metido en ellas?” preguntó, poniéndose las manos en las caderas, y mirando las bolsas con expresión ofendida.
Entonces Charlotte sonrió. “No lo sé,” dijo sorprendida, sacudiendo la cabeza.
Lydia echó un vistazo con expresión suave. “Seguramente necesitare más de un vestido”
“Seguramente,” convino Charlotte.
Lydia bajó la mirada a las bolsas y suspiró.
“Rupert las recogerá para ti,” dijo Charlotte suavemente.
Lydia se giró y capturó la mirada de su hermana. “Sí,” dijo, “él lo hará.” Entonces sonrió. “Es el mejor.”
Charlotte agitó una mano en despedida. “Sé feliz.”
A lo que Lydia respondió con una mirada de temor hacia Ned, que había salido por la puerta principal y se acercaba a grandes zancadas hacia ella. “Ten cuidado.”
Y escapó corriendo en la oscuridad.
Charlotte vio a su hermana desaparecer corriendo camino abajo y respiró profundamente, mientras intentaba prepararse para la batalla que, con certeza, se avecinaba. Podía oír a Ned aproximándose, sus pasos sonaban profundos y pesados en el silencio de la noche.
Para cuando ella se dio la vuelta él ya estaba a su lado, tan cerca, que Charlotte no pudo hacer nada, excepto contener la respiración.
“Adentro,” dijo él desagradablemente, haciendo un seco gesto con la cabeza hacia la mansión.
“¿No podría esperar hasta mañana?” preguntó Charlotte. Le había concedido bastante más de treinta segundos para despedirse de Lydia; quizás se sintiera generoso.
“Ni lo pienses,” contestó Ned con un ominoso tono de voz.
“Pero…“
“¡Ahora!” gruñó él, tomándola del codo.
Y aunque prácticamente la estaba arrastrando hacia la casa, su toque era sorprendentemente gentil, y Charlotte se encontró trotando detrás de él, forzando sus pasos para acomodarse a sus largas zancadas. Antes de darse cuenta estaban en la biblioteca de su padre, con la puerta firmemente cerrada tras de ellos.
“Siéntate,” le gruñó, señalando con la mano un sillón.
Ella se agarró fuertemente las manos. “Prefiero estar de pie, si no le importa.”
“Siéntate.”
Ella se sentó. Parecía una tontería luchar esta batalla, cuando la guerra definitiva asomaba en un futuro inmediato.
Por un momento él no hizo nada, excepto mirarla fijamente, y Charlotte, realmente, deseaba que simplemente abriera la boca y le gritara. Cualquier cosa sería mejor que ese silencio. La luz de la luna apenas bastaba para iluminar el azul de sus ojos y ella se sentía perforada por su inclemente mirada.
“¿Milord?” dijo finalmente, rompiendo el silencio.
Eso pareció incitarlo. “¿Tiene alguna idea de lo que ha hecho esta noche?” exigió Ned, pero su tono era suave y de forma extraña, resultaba peor que si hubiese gritado.
Charlotte no contestó de inmediato. Pensó que él realmente no esperaba una respuesta, y tres segundos después quedó confirmado cuando Ned continuó preguntando. “¿Sigue planeando lucir su traje de dama de honor? ¿Sentarse frente al altar, mientras yo espero, allí, de pie, a que Lydia llegue a la Iglesia?”
Charlotte retrocedió en el sillón ante la expresión de su rostro. Parecía furioso, pero también… dolido. Y estaba clarísimo que intentaba ocultarlo a toda costa.
“Iba a contárselo,” susurró ella. “Se lo juro por lo…”
“Oh, ahórreme el melodrama,” le espetó Ned rígidamente, empezando a caminar por la habitación con tal agitación, que a Charlotte no le hubiese extrañado ver que las paredes retrocedían ante su furia.