“Lo siento”, dijo en voz baja, dirigiéndole una rápida mirada con ojos vacilantes.
“No lo haga”, respondió Ned. “¿Por qué supone, si no, que salí a dar un paseo?”
Ella parpadeó. “¡Pero es su boda!”.
“Si”, dijo él irónicamente, “lo es, ¿no?”.
“Bueno, sí”, respondió Charlotte, tomando su pregunta literalmente, aunque sabía que no lo decía en ese sentido. “ Lo es”.
“Voy a confiarle un pequeño secreto”, dijo Ned, tomando la bota de Charlotte en sus manos.”¿Puedo?”.
Ella asintió, mientras intentaba no quejarse, ya que él empezó a tirar de la bota para sacarla.
“Las bodas”, declaró Ned, “son para las mujeres”.
“Uno pensaría que, después de todo, requieren por lo menos un hombre”, replico ella.
“Cierto”, accedió él, consiguiendo por fin sacarle la bota. “Pero en realidad, el novio tiene poco más que hacer que aguantar en el altar y decir “‘sí quiero’.”
“También tiene que proponerlo”
“Pffff”. Ned hizo un sonido de rechazo. “ Eso dura un segundo, y después de muchos meses de cortejo. Para cuando uno llega a la ceremonia de bodas, nadie recuerda apenas que es lo que dijo”.
Charlotte sabía que sus palabras eran ciertas. Nadie se le había declarado nunca, pero cuando pregunto a Lydia lo que el vizconde le había dicho cuando le propuso matrimonio ella sólo había suspirado y contestado: “No lo recuerdo. Algo terriblemente ordinario, estoy segura”.
Charlotte le ofreció una conmiserativa sonrisa a su futuro cuñado. Lydia nunca había hablado elogiosamente de él, pero, realmente, no parecía mala persona, después de todo. De hecho, ella sentía un poco de afinidad con él, ya que ambos habían huido de Thornton Hall buscando paz y tranquilidad.
“No creo que se lo haya roto”, dijo Ned presionando suavemente con sus dedos el tobillo lastimado.
“No, seguro que no. Estaré mejor mañana. Estoy segura”.
“¿Lo está?”, preguntó Ned elevando una de las comisuras de su boca con expresión dudosa. “Lo dudo. Me parece que pasara una semana antes de que pueda andar sin molestias”.
“¡Una semana no!”.
“Bien, quizás no. Ciertamente, no soy medico. Pero creo que cojeara durante unos días”.
Ella suspiró, un largo y sufrido sonido. “Estaré espléndida como dama de honor de Lydia, ¿no cree?”.
Ned no sabía que iba a ser la dama de honor de Lydia; en verdad, él había prestado escasa atención a los detalles de la boda. Pero era verdaderamente bueno fingiendo interés, así que cabeceó cortésmente y murmuró algo sin sentido, intentando no mirarla sorprendido cuando ella exclamó: “¡Puede que no tenga que hacerlo ahora!”. Charlotte lo miró con palpable entusiasmo, sus enormes ojos grises brillando. “Puedo cederle el puesto a Caroline y esconderme en la parte posterior”.
“¿En la parte posterior?”.
“De la iglesia”, explico Charlotte. “O en el frente. No me importa donde. Pero puede que ahora no tenga que tomar parte en esta desgraciada ceremonia. Yo… ¡Oh!”. Su mano voló hacia su boca, mientras sus mejillas se tornaban instantáneamente rojas. “ Lo siento. Es su ‘desgraciada’ ceremonia, ¿no?”.
“Tan desgraciada como puedo admitir”, dijo Ned, incapaz de ocultar una chispa de diversión en su rostro. “Sí”.
“Es que es un traje amarillo”, se quejo Charlotte, como si eso lo explicara todo.
Ned echó un vistazo a su traje de montar verde, absolutamente seguro de que nunca entendería el funcionamiento del cerebro femenino. “¿Debo pedirle perdón?”.
“Supongo, ya que llevare un vestido amarillo”, le contestó Charlotte. “Como si tener que estar sentada al lado de la novia durante toda la terrible ceremonia no fuera suficientemente malo, Lydia ha encargado para mi un vestido amarillo”.
“Er, ¿por qué la ceremonia será terrible?”, preguntó Ned, sintiéndose, repentinamente, un poco asustado.
“Lydia debería saber que pareceré demacrada y enferma de amarillo”, dijo Charlotte, ignorando completamente su pregunta. “Como si fuera la victima de una plaga. Los invitados probablemente intentaran huir fuera de la iglesia corriendo como locos”.
Ned debería haberse sentido alarmado por el pensamiento de que su boda se convirtiera en una fuga en masa, con los invitados huyendo histéricos; en su lugar encontró la imagen agradable. “¿Qué va mal con la ceremonia?”, preguntó de nuevo, sacudiendo la cabeza al recordar que ella no había contestado a su pregunta anteriormente.
Charlotte frunció los labios, y puso los dedos sobre su tobillo, tocándolo con sumo cuidado. “¿Has ‘visto’ el programa?”.
“Er, no”. Comenzaba a pensar que eso quizás había sido un error.
Ella lo miró, sus grandes ojos grises compadeciéndose claramente de él. “Deberías haberlo hecho”, fue todo lo que dijo.
“Señorita Thornton”, le dijo Ned con su voz más autoritaria.
“Es bastante extenso”, dijo ella. “Y habrá pájaros”.
“¿Pájaros?”, repitió Ned, estrangulándosele la voz al pronunciar la palabra, hasta que todo su cuerpo se estremeció en un espasmo de tos.
Charlotte esperó a que se recuperara antes de que su rostro asumiera una sospechosa expresión de inocencia, para preguntarle entonces.”¿No lo sabía?”.
Ned se encontró incapaz de contestar, pero frunció el ceño.
Charlotte se echó a reír, un, decididamente, musical y suave sonido, y entonces dijo: “No es, para nada, como Lydia lo describió”.
Bien, eso era interesante. “¿No lo soy?”, preguntó, manteniendo su tono de voz cuidadosamente superficial.
Charlotte tragó en seco y Ned intuyó que lamentaba que se le hubiese escapado. No obstante, ella, finalmente, tendría que contestar algo, así que espero pacientemente hasta que Charlotte intentó remediarlo diciendo: “Bueno, en realidad, ella no ha contado casi nada. Lo cual, supongo, me indujo a creer que usted era un poco reservado”
El se sentó en la hierba, a su lado. Era cómodo estar solo con ella, después de haber tenido la atención de todos los invitados de Thornton Hall encima de él. “¿Y cómo ha llegado a esa conclusión?”, le preguntó.
“No lo sé. Supongo… sólo imagine que si no fuera una persona distante sus conversaciones con Lydia habrían sido más…”Charlotte frunció el ceño. “¿Cómo lo diría?”.
“¿Fluidas?”.
“Exactamente:” Charlotte se giró hacia él con una sonrisa excepcionalmente cálida y Ned se encontró conteniendo la respiración. Lydia nunca le había sonreído así.
Peor, él nunca había deseado que lo hiciera.
Pero Charlotte Thornton…, bueno, era una mujer que sabía como sonreír.
Sonreía con sus labios, con sus ojos, con todo su radiante rostro.
¡Infierno!, ahora esa sonrisa estaba afectando a su zona inferior, a áreas que no debían sentirse afectadas por una cuñada.
El debía detenerlo inmediatamente, debería darle alguna excusa y llevarla de vuelta a la mansión; cualquier cosa para poner fin a su pequeña charla, porque no había nada más inaceptable que desear a una cuñada, que es en lo que ella se convertiría en apenas tres días.
Pero no podía insistir en su deseo de regresar a la mansión, puesto que acababa de decirle que no había nada que deseara más que escapar de las festividades prenupciales que se llevaban a cabo en Thornton Hall. Por no mencionar el hecho de que ciertas áreas inmencionables de su anatomía estaban inflamadas de una manera que resultaba especialmente obvia cuando se hallaba erguido.
Así que decidió, que simplemente disfrutaría de su compañía, puesto que no había realmente disfrutado con nadie desde que llegó, hacía dos días. ¡Rayos!, ella era la primera persona con la que se había cruzado que no había intentando felicitarlo, o, como en el caso de su hermana y su prima, insistir en decirle cómo conducir su vida.