La verdad es que encontraba a Charlotte Thornton bastante encantadora, y puesto que estaba convencido de que su reacción a su sonrisa no era, después de todo, tan terrible, sólo había ocurrido una vez- además, sólo era potencialmente embarazoso, no de hecho embarazoso- bien, realmente no había peligro en prolongar su encuentro.
“Bien”, proseguía Charlotte, claramente ajena a su distracción física, “y si tus conversaciones con Lydia hubieran sido más fluidas, me imagino que ella habría tenido muchas más cosas que contarme.”
Ned pensó que era bueno que su futura esposa no fuera proclive a las charlas indiscretas. Un punto para Lydia, pensó. “Quizás”, le dijo a Charlotte, tal vez un poco más cortantemente de lo que pretendía, “ella no es dada a las confidencias.”
“¿Lydia?”, dijo Charlotte con un bufido. “¡Qué va!, ella siempre me lo cuenta todo acerca…”
“¿Acerca de qué?”.
“Nada”, dijo rápidamente Charlotte, evitando sus ojos.
Ned sabía cuando presionar. Lo que fuera que ella había estado a punto de decir, no era elogioso para Lydia. Y si había algo que pudiera decir ya de Charlotte Thornton es que era leal cuando importaba. Ella no iba a revelar ninguno de los secretos de su hermana.
Divertido. Nunca se le hubiera ocurrido que una mujer como Lydia pudiera tener secretos. Ella siempre parecía tan… blanda. De hecho, había sido esa blandura la que lo había convencido de que tal vez su unión no fuera desaconsejable. Si no iba a amar a su esposa, por lo menos no debería sentirse incomodado por ella.
“¿Cree que es seguro regresar?”, pregunto Ned, indicando con su cabeza en dirección a la mansión. El estaría encantado de permanecer allí con Charlotte, pero supuso que podría resultar un poco incorrecto permanecer solo en su compañía mucho más tiempo. además, se estaba sintiendo un poco más… calmado, y pensó que podría permanecer en pie sin avergonzarla y sin avergonzarse.
Incluso alguien tan inocente como Charlotte Thornton probablemente supiera lo que significaba ese bulto en los pantalones de un hombre.
“¿Seguro?”, repitió ella.
El sonrió. “ Regresar a la plaga de langostas.”
“¡Oh!”. Su rostro adoptó una expresión abatida. “Lo dudo. Creo que mi madre había preparado una especie de almuerzo para las damas.”
El sonrió ampliamente. “Excelente.”
“Quizás para usted”, replicó ella. “Probablemente me están esperando.”
“¿La invitada de honor?”, dijo Ned, con una malvada sonrisa. “Seguro que la están esperando. De hecho, probablemente, no empiecen hasta que no llegue.”
“Muérdase la lengua. Si están lo suficientemente hambrientas, ni notaran mi ausencia.”
“Hambrientas, ¿eh?. Y yo que siempre había pensado que las damas comían como pajarillos.”
“Eso es sólo en beneficio de los hombres. Cuando ustedes no están, nos volvemos locas por el jamón y el chocolate.”
“¿Juntos?.”
Ella rió, un sonido rico y musical. “Es usted bastante divertido”, le dijo con una sonrisa.
El se inclinó hacia delante con su expresión más peligrosa.”¿No sabe que se supone que no debe decirle nunca a un libertino que es divertido?.”
“Oh, es imposible que sea un libertino”, lo contradijo ella.
“¿Y eso por qué?.”
“Va a casarse con mi hermana.”
Ned se encogió de hombros. “Los libertinos también han de casarse, finalmente.”
“No con Lydia”, contesto Charlotte con un bufido. “Ella sería la peor clase de esposa para un libertino.” Levanto la mirada hacia él, con otra de sus amplias y soleadas sonrisas. “Pero no tiene nada que temer, porque, obviamente, es usted un hombre muy sensato.”
“No sé si alguna vez he sido calificado como sensato por alguna mujer”, musito Ned.
“Le aseguro que se lo digo como el mayor de los cumplidos.”
“Ya veo que lo hace.”
“La sensatez, el sentido común, parece algo tan fácil y sencillo”, dijo ella enfatizando sus palabras con un gesto de su mano. “No puedo entender por que más gente no lo posee.”
Ned rió entre dientes, a pesar de si mismo. Era un sentimiento que compartía, aunque nunca pensó en expresarlo en esos términos.
Y entonces ella suspiró, un sonido suave y cansado que fue directo al corazón de Ned. “Será mejor que regresemos”, dijo, no sonando muy complacida con la perspectiva.
“No se ha ausentado demasiado tiempo”, preciso él, absurdamente impaciente por prolongar su conversación.
“Usted no se ha ausentado demasiado tiempo”, lo corrigió ella. “Yo llevo una hora fuera. Y tiene razón. No puedo faltar al almuerzo. Mi madre estará malhumorada, lo que, supongo, podré soportar, ya que suele estar malhumorada a menudo, pero no sería justo para Lydia. Después de todo soy su dama de honor.”
Ned se levantó de su lado y le tendió la mano. “Es una buena hermana, ¿no?”. Ella lo miró atentamente mientras posaba sus dedos en la mano extendida. Casi como si estuviera calibrando su alma. “Lo intento,” dijo reservadamente.
Ned hizo una mueca cuando recordó a su hermana caída en el suelo, gritándole mientras se alejaba. Probablemente debería buscarla y disculparse. Después de todo, ella era su única hermana.
Pero cuando regresaba hacia Thornton Hall, con Charlotte Thornton cuidadosamente acomodada tras él, en su montura, y con sus brazos alrededor de su cintura, no pensó en Belle en absoluto.
O en Lydia.
Capitulo dos
El almuerzo resultó justamente como Charlotte se había imaginado que sería.
Pesado. Aburrido.
No demasiado insoportable. La comida era bastante buena, después de todo. Pero definitivamente aburrido.
Llenó su plato de jamón y chocolate (apenas podía creer que su madre lo hubiera servido a la vez, y sencillamente, tuvo que servirse una porción de cada en honor al vizconde) y encontró una silla en la esquina, donde esperaba que nadie la molestaría.
Y nadie lo hizo, por lo menos, hasta el final, cuando Lydia se deslizo en la silla contigua a la suya.
“Necesito hablar contigo,” dijo Lydia en un áspero susurro.
Charlotte miro hacia la derecha y luego hacia la izquierda, intentando discernir por qué Lydia sentía la necesidad de anunciárselo.”Entonces habla,” dijo.
“Aquí no. En privado.”
Charlotte masticó el ultimo trozo de bizcocho de chocolate y tragó.
“Te será difícil encontrar un lugar más privado,” le comentó.
Lydia la miró visiblemente molesta. “Espérame en tu habitación en cinco minutos.”
Charlotte echo un vistazo hacia los invitados con expresión dudosa. “¿Realmente piensas que vas a poder escapar de aquí en cinco minutos? Mamá parece como si se estuviera felicitando a si misma, y dudo que te permita…”
“Estaré allí,” le aseguro Lydia. “Créeme. Vete ahora, no sea que alguien nos vea marcharnos juntas.”
Eso era más de lo que Charlotte podía dejar pasar sin un comentario. “Verdaderamente Lydia,” dijo, “somos hermanas. Dudo mucho que alguien comente nada si salimos juntas de la habitación.”
“Da igual,” dijo Lydia.
Charlotte decidió no preguntar por qué daba igual. Lydia tendía a asumir cierto aire de teatral dramatismo cuando se le metía en la cabeza que estaba hablando de algo importante, y Charlotte hacia tiempo que había decidido que era mejor no preguntarle por sus enrevesados pensamientos. “Muy bien,” le dijo, depositando su plato en la silla vacía que había al otro lado. “Allí estaré.”
“Bien,” dijo Lydia, mirando furtivamente alrededor. “Y ni una palabra a nadie.”
“¡Por el amor del cielo!,” murmuró Charlotte cuando pensó que Lydia ya no podía oírla. “¿A quién se lo voy a decir?”
“¡Oh, milord!”, dijo Charlotte con voz parecida a un graznido. “¡Qué sorpresa encontrarlo aquí!.”
Ned echó un lento vistazo alrededor del vestíbulo. ¿No acababa de despedirse de ella, justo allí, hacía apenas una hora? “Es una extraña coincidencia,” se sintió obligado a admitir.