“Er, sí,” contestó ella, “pero como hasta ahora nuestros caminos no se habían cruzado dos veces en un día, parece una coincidencia extraordinaria.”
“En efecto,” dijo, aunque pensó que no era extraordinario en absoluto. Entonces hizo un ademán hacia la mujer que se encontraba a su lado. “Permítame presentarle a mi hermana, Lady Blackwood. Belle, la señorita Thornton. Es la hermana menor de Lydia,” le explicó a Belle.
“Ya hemos sido presentadas,” le contesto Belle con una amable sonrisa, “aunque nunca hemos tenido la oportunidad de intercambiar unas palabras, con excepción de los saludos de rigor.”
“Estoy encantada de ampliar nuestra relación, Lady Blackwood, “dijo Charlotte.
“Por favor, llámame Belle. Seremos hermanas en sólo unos pocos días.”
Ella asintió. “Entonces, yo soy Charlotte.”
“Encontré a Charlotte esta mañana temprano,” dijo Ned, no muy seguro de por qué ofrecía esa información.
“¿No conocías a la hermana de Lydia anteriormente?” preguntó Belle sorprendida.
“Sí, por supuesto,” dijo él. “Sólo he dicho que me tropecé con ella afuera“
“Me había torcido el tobillo,” dijo Charlotte. “Fue una ayuda providencial.”
“¿Cómo está su tobillo?” pregunto Ned. “No debería caminar.”
“No lo hago. Yo…“
“¿Cojea?”
Ella le dirigió una sonrisa culpable. “Sí.”
“La encontré afuera, en los campos,” dijo Ned, dirigiendo su explicación a su hermana, pero sin mirar realmente hacia ella. “Estaba escapando de la muchedumbre“
“Igual que yo,” intercalo Charlotte. “Pero yo había salido a caminar“
“Uno de los mozos le dio su yegua a una huésped,” aclaró Ned. “¿Puedes creerlo?”
“Mi madre le había dado permiso para hacerlo,” explico Charlotte haciendo girar sus ojos.
“Aun así.”
Charlotte asintió conforme. “Aun así.”
Belle los interrumpió a ambos. “¿Os dais cuenta de que os finalizáis las frases el uno al otro?”
“No, no lo hacemos,” dijo Charlotte, justo cuando Ned iba a contestar desdeñosamente. “Sería absurdo. Sólo hablamos un poco rápido“
“Sin hacerte caso,” intercaló Ned.
“Pero no nos finalizamos las frases,” añadió Charlotte.
“Bien, pues acabáis de hacerlo de nuevo,” dijo Belle.
Charlotte le respondió únicamente poniendo los ojos en blanco. “Estoy segura de que se equivoca,” murmuró.
“Pues yo estoy segura de que no,” replico Belle, que la oyó. “Pero es muy significativo.”
Un incomodo silencio descendió sobre el grupo, hasta que Charlotte carraspeó y dijo. “Tengo que irme, me temo. Tengo que encontrarme con Lydia en mi habitación.”
“Preséntele mis respetos,” dijo Ned, suavemente, preguntándose porque ella había hecho una mueca cuando les dijo que se iba a encontrar con Lydia.
“Lo haré,” dijo ella, y sus mejillas se tornaron levemente sonrojadas.
Ned arrugó la frente perdido en sus pensamientos. ¿Estaba Charlotte mintiendo acerca de ir arriba a encontrarse con Lydia? Y si no mentía, ¿por qué se había sonrojado? ¿Qué secreto podía poseer ella que posiblemente lo afectara?
“Tenga cuidado con el tobillo,” le dijo. “Puede que debiera apoyarlo en alto cuando llegue a su habitación.”
“Una idea excelente,” dijo ella, asintiendo con la cabeza. “Gracias.”
Y con esto, torció la esquina y desapareció de su vista.
“Bien, esto ha sido interesante,” dijo Belle, cuando Charlotte estaba obviamente fuera de su vista.
“¿Qué ha sido interesante?” pregunto Ned.
“Esto. Ella. Charlotte.”
Ned la miró fijamente sin comprender. “Sólo hablo ingles, Belle.”
Ella movió la cabeza en dirección por donde Charlotte había desaparecido. “Ella es con quien deberías casarte.”
“¡Oh, Dios! Belle no empieces.”
“No empiezo. Sólo he dicho…”
“No quiero saber lo que has dicho,” la interrumpió bruscamente.
Ella le echó un vistazo y luego miró furtivamente alrededor. “No podemos hablar aquí,” le dijo.
“No vamos a hablar en ningún sitio.”
“Sí lo vamos a hacer,” replicó ella, tirando de él hacia una salita próxima. Después de cerrar la puerta, dirigió hacia él toda la fuerza de su preocupación fraternal. “Ned, tienes que escucharme. No puedes casarte con Lydia Thornton. Ella no es adecuada para ti.”
“Lydia es perfectamente aceptable,” le contestó cortantemente.
“¿Oyes lo que estás diciendo?”, estalló ella. “¿Perfectamente aceptable? Tu no quieres casarte con alguien perfectamente aceptable, Ned. Tu quieres casarte con alguien que haga que tu corazón cante, alguien que haga que sonrías cuando ella entre en una habitación. Créeme. Te conozco.”
Ned lo sabía. Belle y su marido se amaban el uno al otro con una devoción tan fiera, que hacía que le dieran nauseas cuando los contemplaba, pero de alguna manera, Ned siempre había esperado encontrar la misma pasión y bienestar.
Hasta ahora, cuando estaba empezando a sentirse -buen Dios- celoso de ellos.
Lo cual, por supuesto, sólo sirvió para ponerlo de un terrible mal humor.
“Ned,” insistió Belle, ¿me escuchas?”
“Muy bien, entonces,” le respondió bruscamente, incapaz de evitar que su asqueroso mal humor se descargara sobre su hermana. “Dime cómo voy a conseguirlo. ¿Se supone que debo romper el compromiso tres días antes de la boda?”
Belle no le contestó, aunque sus ojos centellearon; Ned no estaba loco. El cerebro de su hermana estaba trabajando tan rápido que estaba sorprendido de no ver vapor saliendo de sus oídos. Si había una forma de romper el compromiso tres días antes de la boda, Ned estaba seguro que de Belle la encontraría.
Ella permaneció en silencio tanto rato, que Ned pensó que por el momento la conversación había terminado. “Si eso era todo, entonces…,” dijo, caminando hacia la puerta.
“¡Espera!”
Dejo escapar un cansado gemido. Realmente había sido esperar demasiado.
“¿Te das cuenta de lo que has dicho?”, le preguntó Belle poniendo su mano sobre su brazo.
“No,” contesto escuetamente, esperando que finalmente ése fuera el fin de la conversación.
“Me has preguntado como podrías escapar de tu matrimonio. ¿Sabes lo que eso significa? Significa que quieres escapar de él,” terminó ella, sonriendo demasiado satisfecha, en opinión de Ned.
“No significa nada, al fin y al cabo,” contestó él con brusquedad. “No todos podemos ser tan afortunados de casarnos por amor, Belle. Tengo casi treinta años. Si no me he enamorado ya, es que no va a suceder. Y no me estoy haciendo más joven.”
“Tampoco tienes un pie en la tumba,” se burló ella.
“Voy a casarme dentro de tres días, “ dijo él en tono bajo. “Tendrás que acostumbrarte a la idea.”
“¿Realmente la tierra lo merece?” preguntó Belle, su suave tono de voz más poderoso que cualquier grito que le hubiese dirigido jamás. “Veinte acres, Ned. Veinte acres a cambio de tu vida.”
“Voy a fingir que no has dicho eso,” le respondió envaradamente.
“No intentes engañarte pensando que esto es algo más que el más mercenario de los propósitos”, le dijo Belle.
“Y si lo fuera,” le contesto Ned, “¿sería diferente de la mayoría de nuestra clase?”
“No,” accedió ella, “pero es muy diferente para ti. Esto no es bueno, Ned. No para ti.”
El le dirigió una insolente mirada. “¿Puedo marcharme ya? ¿Ha concluido nuestra entrevista?”
“Te mereces algo mejor que esto, Ned,” susurró ella. “Tú piensas que no, pero yo sé que sí.”
El tragó con dificultad, su garganta repentinamente seca y obstruida. Sabía que ella tenía razón, y lo odiaba. “Voy a casarme con Lydia Thornton,” dijo, apenas capaz de reconocer su voz. “Tomé mi decisión hace meses y la mantendré.”