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Al regresar a París hice todavía algunos cambios, menos de los que había temido, y el libro salió publicado a mediados de 1966. Yo estaba nuevamente en Lima cuando apareció la edición, tratando una vez más de escribir otra novela. Un día vi, con sorpresa, que el diario La Prensa publicaba una foto de «la casa verde»; no el libro sino la verdadera «casa verde» que la periodista Elsa Arana Freyre había fotografiado hacía poco. Ya no era la rústica casita solitaria que yo recordaba. Había crecido, era ahora una mansión moderna y funcional, de dos pisos, con un próspero jardín, y ya no se hallaba en el desierto. La ciudad se había extendido y «la casa verde» no estaba ahora cercada por médanos sino por otras casas. No mucho después recibí una invitación para ir a Piura. Unos compañeros de promoción habían organizado un nutrido programa: una conferencia, una visita al Colegio San Miguel, y, naturalmente, una cena conmemorativa en «la casa verde». Pero no llegué a ir. Ya con los pasajes en el bolsillo, decidí súbitamente cancelar el viaje. Desde entonces en un par de ocasiones más he estado a punto de viajar a Piura y cada vez he desistido en el último minuto. Me pondrían en un aprieto si me pidieran que les explicara la razón. En todo caso, lo cierto es que no me he librado de esa ciudad, ni de su gente, ni de sus arenales. Si por casualidad cualquiera de ustedes llega un día a Piura, y recorre la Mangachería y entra a «la casa verde», díganles, por favor, a los mangaches y a las habitantas que no he conseguido olvidarlos. Díganles que pasé tres lentos años empeñado en escribir sobre ellos y que ahora voy por el mundo haciéndoles publicidad, que todavía siguen invictos en mi corazón.

Lluch Alcaire, Mallorca, junio de 1971

Biografia

Si hay una cosa que define a Mario Vargas Llosa es su vocación de escritor, y la fidelidad que guardará a ese propósito a lo largo de toda su vida. Una vocación que, como confiesa en sus memorias El pez en el agua (1993), surgió casi como una rebelión contra la autoridad paterna, pero pronto se convirtió en la temprana certidumbre de que su destino iba a estar marcado por el rítmico tableteo de una máquina de escribir.

Nacido en la ciudad peruana de Arequipa, en 1936, Mario Vargas Llosa no conoció a su padre hasta los diez años. Sus padres habían estado separados desde su nacimiento, y el episodio del reencuentro afectaría de forma definitiva el destino de este niño, que no quería cambiar los mimos de su madre por una férrea disciplina. Esta circunstancia le hizo descubrir pronto algo que él mismo suele considerar como segundo gran móvil de su existencia: el ansia de libertad. (Años más tarde reflejaría magistralmente esos conflictos en la novela que lo dio a conocer internacionalmente, La ciudad y los perros, con la que obtendría los premios Biblioteca Breve y de la Crítica, en España, durante 1963).

Las primeras experiencias con la escritura llegaron a través de su trabajo como columnista en varios periódicos locales de Lima y de Piura, apenas hubo terminado el colegio. Convencido de que el suyo es el mundo de las palabras, vuelve a Lima para estudiar Letras y Derecho, en la Universidad de San Marcos, en 1953. Escribía ya entonces cuentos con gran inseguridad y mucho esfuerzo -como ha explicado el autor en varias ocasiones- que, justo entonces podría publicar a través de varios periódicos.

Poco después entabla una relación amorosa con su tía política, Julia Urquidi, con quien se casa en 1955, y junto a la que viaja hacia Europa en busca del terreno que consideraba más estimulante para su ya decidida carrera de escritor.

Mencionar estos datos biográficos tiene el interés de que todos ellos han contribuido en gran medida en las tramas, personajes y argumentos de algunas de sus grandes novelas, como La casa verde (1966), ambientada en la atmósfera sórdida y sorprendente alrededor de un burdel de Piura, Conversación en La Catedral (1969), que recrea la opresión de la dictadura de Odría en los ambientes estudiantiles, y La tía Julia y el escribidor (1977), una polémica ficción autobiográfica sobre su primer matrimonio.

Mario Vargas Llosa llegaba a España en 1958 con una beca de estudios. Pero su meta era París, donde se instaló un año después. Tras seis años en esta ciudad y ya separado de Julia Urquidi, Mario Vargas Llosa se casa en Lima con su prima Patricia Llosa, en 1965, y con ella emprende de nuevo el viaje a Europa. París, Londres y Barcelona fueron, hasta 1974, sus lugares de residencia. El autor continua prefiriendo el anonimato que Londres le procura para proseguir su puntual tarea de escribir.

Vargas Llosa sigue además ejerciendo como crítico literario, columnista de prensa y autor teatral. Algunos de sus más preciados libros en este campo son sus análisis literarios: Gabriel García Márquez: historia de un deicidio (1971), La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975) y Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991), las colecciones de artículos, Contra viento y marea y Desafíos a la libertad (1994), y su libro de memorias El pez en el agua (1993).

En la actualidad, tras su participación como candidato a la presidencia de Perú en 1990, Vargas Llosa se dedica plenamente a la literatura, que compagina eventualmente con los artículos que publica en El País.

Entre las más importantes distinciones que ha recibido -sólo entre las concedidas a la literatura en lengua española- figuran el premio Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias (1986), compartido con Rafael Lapesa el Planeta (1993), con la novela Lituma en los Andes, y el Cervantes (1994).

Nacionalizado español en 1993, Mario Vargas Llosa añade, desde enero de 1996, a su actividad como escritor plural la de miembro de la Real Academia, donde había ingresado con un discurso sobre Azorín. Desde entonces, su presencia en España se hace cada día más habitual.

[1] «Ese lugar de perdición proyectaba en todo el barrio un brillo fantástico. Se le designaba mediante perífrasis: "El lugar que usted sabe -cierta calle- bajo los puentes". Las granjeras de los alrededores temblaban por sus maridos, las burguesas temían por sus sirvientas, pues la cocinera del sub-prefecto había sido sorprendida allí; y era, por supuesto, la obsesión secreta de todos los adolescentes.»