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– ¿Cómo?

– Hace ya casi cuatro años que me subí ahí por primera vez-dijo el joven señalando hacia el árbol-. Me subí ahí para verla. La vi. Hablé con ella. Y me he subido al árbol muchas veces para verla y escucharla. Yo era un muchacho, escondido entre las ramas, cuando desde ese mirador me dio esto.

Le enseñó una trenza de cabello blondo atada con una cinta de luto.

– Su vida fue una vida de lamentaciones -siguió diciendo el joven-. Me dio esto como prenda y señal de que estaba muerta para todos salvo para ti. De haber tenido más edad, o de haberla visto antes, la habría salvado de ti. ¡Pero ya estaba atrapada en la tela de araña la primera vez que me subí al árbol, y no podía hacer ya nada para liberarla!

Al decir estas palabras tuvo un ataque de sollozos y llantos: débilmente al principio, y luego más apasionados.

– ¡Asesino! Estaba subido al árbol la noche en que la trajiste de nuevo aquí. Aquí, en el árbol, la oí hablar de la muerte que vigilaba en la puerta. Por tres veces estuve en el árbol mientras te encerrabas con ella, matándola lentamente. Desde el árbol la vi yacer muerta sobre la cama. Desde el árbol te he vigilado buscando pruebas y rastros de tu culpa. Cómo lo hiciste sigue siendo un misterio para mí, pero te perseguiré hasta que entregues tu vida al verdugo. Hasta ese momento no te librarás de mí. ¡La amaba! No puedo conocer la piedad hacia ti. Ase no, ¡la amaba!

El joven, que había perdido el sombrero alba del árbol, tenía la cabeza pelada. Se dirigió hacia puerta. Para llegar hasta ella tenía que pasar junto asesino. Cabían, entre uno y otro, dos carruajes los antiguos, y el horror del joven, que se expresa abiertamente en todos los rasgos de su rostro y toe los miembros de su cuerpo, siéndole muy difícil soportar, le hacía mantenerse a distancia. Él (me refiero al otro) no había movido ni mano ni pie des que se quedó quieto para mirar al muchacho. Ahí giró para seguirle con la mirada. Cuando vio la m de color castaño claro ante él, vio también una curva rojiza que iba desde su mano hasta la cabeza del muchacho. Y vio también desde el principio dónde había caído, y digo había caído y no caería, pues percibió claramente que todo había sucedido antes de c él lo hiciera. Le abrió la cabeza y se quedó allí, y el muchacho cayó boca arriba.

Por la noche enterró el cuerpo, al pie del árbol En cuanto salió la luz de la mañana, se dedicó a mover todo el terreno que había alrededor del árbol a cortar y podar los matorrales y las hierbas que lo rodeaban. Cuando llegaron los trabajadores, no ha allí nada sospechoso; y por ello nada sospechara

Pero en un momento había desbaratado to, sus precauciones destruyendo el triunfo del p que durante tanto tiempo había preparado y c con tanto éxito había llevado a cabo. Se había desembarazado de la novia, adquiriendo su fortuna sin poner en peligro su vida; pero ahora, por una muerte con la que nada había ganado, se vería obligado a vivir para siempre con una cuerda alrededor del cuello.

Desde ese momento vivió encadenado a la casa de la tristeza y el horror, que no podía soportar. Temeroso de venderla o abandonarla, para evitar que pudieran descubrir el cadáver, se vio obligado a vivir en ella. Contrató como criados a dos viejos, un hombre y una mujer; y habitó en la casa, temiéndola. Durante mucho tiempo su mayor dificultad fue el jardín. ¿Debía mantenerlo cuidado, tendría que permitir que volviera a su antiguo estado de abandono, cuál sería la manera en la que probablemente llamaría menos la atención?

Tomó una decisión intermedia consistente en trabajarlo él mismo, en las horas libres de la tarde, pidiendo luego al viejo que le ayudara; pero nunca le dejaba a éste que trabajara solo. Y él mismo hizo un emparrado junto al árbol, para poder sentarse allí y ver que estaba a salvo.

Conforme cambiaban las estaciones, y con ellas el árbol, su mente percibía peligros siempre cambiantes. Cuando tenía hojas, pensaba que las ramas superiores estaban adoptando al crecer la forma de un hombre joven… que tomaban exactamente la forma de aquel joven, sentado en una horquilla que se movía con el viento. Cuando caían las hojas, pensaba que al caer del árbol formaban letras sugerentes, o que tendían a amontonarse, sobre la tumba, formando un montículo típico de cementerio. Durante el invierno, cuando el árbol estaba desnudo, creía que las ramas movían hacia él el fantasma del golpe que había dado al joven, y le amenazaban abiertamente En la primavera, cuando la savia ascendía por tronco, se preguntaba si con ella no subían partículas secas de sangre. De esa manera cada año resultaba más evidente que el anterior la figura del joven formada por hojas y agitándose al viento.

Sin embargo, siguió manejando más y más su dinero. Se dedicaba a negocios secretos, al negocio d, oro en polvo, y a casi todos los negocios clandestinos que producían grandes beneficios. En diez año había multiplicado tantas veces su dinero que los comerciantes y transportistas que tenían tratos ce él no mentían en absoluto cuando decían que había incrementado su fortuna doce veces.

Hace cien años que poseía esa riqueza, cuando gente podía perderse fácilmente. Había oído que era el joven, por tener noticia de la búsqueda que había organizado pero la búsqueda fue abandona y el joven olvidado.

La ronda anual de cambios en el árbol se había repetido diez veces desde que enterrara el cadáver pie del árbol cuando se produjo en la zona una gran tormenta. Comenzó a medianoche y azotó la zona hasta la mañana. Lo primero que oyó decir aquel mañana al viejo criado fue que un rayo había golpeado el árbol.

Había derribado el tronco de una manerasorprendente, partiéndolo en dos mitades marchitas una de ellas descansaba sobre la casa, y la otra sol una parte del viejo muro rojizo del jardín, en el que había abierto un boquete con la caída. La fisura había abierto el árbol hasta un poco por encima de la tierra, deteniéndose allí. Existía gran curiosidad por ver el árbol, y al revivir sus antiguos miedos se sentó en su emparrado, como un anciano, a observar a la gente que acudía a verlo.

Empezaron a llegar rápidamente, y en tan gran número que cerró la puerta del jardín y se negó a dejar entrar a nadie. Pero unos científicos llegaron desde muy lejos para examinar el árbol y en mala hora les dejó pasar… ¡que el diablo les confunda!

Los científicos querían cavar hasta la raíces para examinarlas atentamente, lo mismo que la tierra que había encima. ¡Jamás, mientras él viviera! Le ofrecieron dinero por ello. ¡Ellos! Hombres de ciencia a los que podría haber comprado por entero con un trazo de su pluma. Les enseñó de nuevo la puerta del jardín, la cerró y aseguró con una barra.

Pero estaban dispuestos a hacer lo que deseaban, por lo que sobornaron al viejo criado, un miserable desagradecido que se quejaba siempre al recibir su salario de que le estaba pagando poco, y se introdujeron en el jardín por la noche con linternas, picos y palas para cavar junto al árbol. Él estaba acostado en la habitación de la torreta, al otro lado de la casa, pues no se había vuelto a ocupar el dormitorio de la novia, pero soñó enseguida con picos y palas y se levantó.

Acudió junto a una ventana alta de aquel lado, desde donde pudo ver las linternas, a los científicos, y la tierra suelta formando un montículo que él mismo en otro tiempo había hecho y había vuelto a poner en el suelo, y finalmente, surgió a la vista. ¡L, encontraron! Lo iluminaron un momento. Se inclinaron sobre él hasta que uno de ellos dijo:

– El cráneo está fracturado.

– Mira aquí los huesos -añadió otro.

– Y aquí la ropa -replicó otro más.

Y entonces el primero de ellos volvió a cavar exclamó:

– ¡Un hocejo oxidado!

Al día siguiente dio cuenta de que estaba sometido a una vigilancia estricta y de que no podía i a parte alguna sin que le siguieran. Antes de que transcurriera una semana fue encarcelado y confinado. Gradualmente las circunstancias se fueros uniendo en su contra, con desesperada malicia y terrible ingenio. ¡Vea cómo es la justicia de los hombres, y cómo llegó hasta él! Acabó siendo acusado d haber envenenado a la joven en su dormitorio. ¡Precisamente él, que cuidadosa y expresamente había evitado poner en peligro un cabello de su cabeza por causa de la novia, y que la había visto morir por s propia incapacidad!