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Les invito a un viaje por las sendas de la imaginación responsable, por los caminos de una ciencia ficción que resulta, valga la paradoja, «realista». Es un orgullo tener en NOVA obras como El paralaje Neanderthal, y HOMÍNIDOS es un espectacular botón de muestra. Que ustedes la disfruten.

MIQUEL BARCELÓ

Agradecimientos

Por sus consejos antropológicos y paleontológicos, doy las gracias a: Dr. Jim Ahren, Universidad de Wyoming; Shara E. Bailey, Universidad Estatal de Arizona: Dr. Miguel Bombín, médico, Universidad Laurentian; Dr. Michael K. Brett Surman y Dr. Rick Potts, ambos del Museo Nacional de Historia Natural, Instituto Smithsonian; Dr. John D. Hawks, Universidad de Utah; Christopher Kuzawa, Universidad Emory; Dr. Philip Lieberman, Universidad Brown; Dr. Jakov Radovcic, Museo de Historia Natural de Croacia; Dr. Robin Ridington, profesor emérito, Universidad de Columbia Británica; Gary J. Sawyer (ninguna relación con el autor) y Dr. Ian Tattersall, ambos del Museo Americano de Historia Natural; Dra. Annemarie Tillier, Universidad de Burdeos; Dr. Erik Trinkaus, Universidad de Washington en Saint Louis; y Dr. Milford H. Wolpoff, Universidad de Michigan.

Mi agradecimiento especial a: Dr. Art McDonald, director del Instituto Observatorio de Neutrinos de Sudbury, y Dr. J. Duncan Hepburn, encargado del Observatorio de Neutrinos de Sudbury; David Gotlib, director médico del Equipo de Crisis, Centro de Salud St. Joseph's, Toronto; el reverendo Paul Fayter, historiador de la ciencia y teólogo, Universidad de York, Toronto: y Andrew Stok, Grupo Fotónico, Universidad de Toronto.

Un agradecimiento enorme a mi encantadora esposa, Carolyn Clink; mi editor, David G. Hartwell, y su socio, Moshe Feder; mi agente, Ralph Vicinanza, y sus asociados, Christopher Lotts y Vince Gerardis; Tom Doherty, Linda Quinton, Jennifer Marcus, Aime Crump y todos los demás de Tor Books; Harold y Sylvia Fenn, Robert Howard, Heidi Winter y todos los demás en H. B. Fenn and Company; el doctor Stanley Schmidt, Sheila Williams, Trevor Quachri y Brian Bieniowski de Analog Science Fiction and Fact; Melissa Beckett; Megan Beckett; Mary Gold; Terence M. Creen; Andrew Zimmerman Jones; Joe y Sharon Karpierz; Chris y Donna Krejlgaard; Donald Maass; Pete Rawlik; Joyce Schmidt; Tim Slater; y David G. Smith.

Como siempre, les doy las gracias a aquellos amigos y colegas que hicieron comentarios sobre el manuscrito de este libro: Asbed Bedrossian, Ted Bleaney, Michael A. Burstein, David Livinstone Clink, John Douglas, Marcel Gagné, James Alan Gardner, Richard Gotlib, Peter Halasz, Howard Miller, Laura Osborn, el doctor Ariel Reich, Alan B. Sawyer, Sally Tomasevic, Edo van Belkom, Andrew Weiner y David Widdicombe.

Parte de esta novela fue escrita mientras era Escritor Residente en la Biblioteca Pública de Richmond Hill (Ontario). Mi agradecimiento más sincero a la bibliotecaria extraordinaria Cameron Knight, el Consejo de Dirección de la Biblioteca Pública de Richmond Hill y el Consejo Canadiense para las Artes.

Partes de este libro fueron escritas en la casa donde John A. Sawyer pasa sus vacaciones en el lago Canandaigua, Nueva York, y en la de Mary Stanton en West Palm Beach, Florida; y en la casita para invitados de Robin y Jillian Ridington en Retreat Island, Columbia Británica. Les doy las gracias a todos por su extraordinaria generosidad y hospitalidad.

Nota del autor

¿Es Neanderthal o Neandertal?

Ambas grafías son correctas, y ambas son de uso común, incluso entre los paleo-antropólogos.

El fósil que da nombre a este tipo de homínido fue hallado en 1856, en un valle cercano a Düsseldorf. El lugar se llamaba entonces Neanderthaclass="underline" thal significa «valle» y Neander es la versión griega de Neumann, el apellido del tipo que dio nombre al valle.

A principios del siglo XX, el Gobierno alemán regularizó la grafía de toda la nación, y «thal» y «tal», ambos en uso en diversas partes del país, se convirtieron solamente en «tal». Así que está claro que el lugar que antes se llamaba Neanderthal ahora sólo se escribe correctamente como Neandertal.

¿Pero qué hay del fósil del homínido? ¿Deberíamos, por tanto, llamarlo también Neandertal?

Algunos dicen que sí. Pero hay un problema: los nombres científicos quedan tallados en piedra una vez que se acuñan y, para siempre jamás, este tipo de homínido será conocido en la literatura técnica con «th», bien como Homo neanderthalensis o como Homo sapiens neanderthalensis (dependiendo de si se clasifica como una especie distinta a la nuestra o solamente como una subespecie). Resulta extraño escribir algo distinto a «Neanderthal» en los nombres científicos.

Mientras tanto, aquellos que están a favor de escribir «hombre de Neandertal» guardan silencio cuando se trata del tema del hombre de Pekín: no hay ningún movimiento para cambiarlo a «hombre de Beijing», aunque el nombre de la ciudad siempre se escribe Beijing hoy en día.

He comprobado las últimas ediciones de seis importantes diccionarios ingleses: The American Heritage English Dictionary, The Encarta World English Dictionary, Merriam Webster's Collegiate Dictionary, The Oxford English Dictionary, Random House Webster's Unabridged Dictionary y Webster's New World Dictionary. Todos aceptan ambas grafías.

¿Y qué hay sobre la pronunciación? Algunos puristas dicen que, con independencia de cómo se deletree -tal o -thal, hay que pronunciarlo con un sonido fuerte de T, ya que ambos t y th siempre han sonado así en alemán.

Tal vez, pero he oído a varios paleontólogos decirlo con un sonido como el de la th del inglés (como en thought). Y en los seis diccionarios que he consultado, todos excepto el Oxford English Dictionary (OED) permiten ambas pronunciaciones (el OED sólo acepta tal).

Al final, todo se reduce a una cuestión de opción personal. En la extensa recopilación de material de investigación que consulté para la creación de este libro, la grafía thal supera a la tal en más de dos a uno (incluso en la literatura técnica reciente), así que he optado por la grafía originaclass="underline" Neanderthal, que puede usted pronunciar como quiera.

1

PRIMER DÍA
VIERNES, 2 DE AGOSTO
148/103/24

La negrura era absoluta.

Contemplándola se hallaba Louise Benoit, de veintiocho años, una escultural posdoctorada de Montreal con una cabellera de hirsuto pelo castaño recogida, como se exigía allí, en una redecilla. Hacía su guardia en una abarrotada sala de control, enterrada dos kilómetros («una milla y cuagto», como explicaba a veces a los visitantes americanos con aquel acento francés que les encantaba) bajo la superficie de la Tierra.

La sala de control estaba junto a la cubierta situada sobre la enorme caverna obscura que albergaba el Observatorio de Neutrinos de Sudbury. Suspendida en el centro de la caverna se hallaba la esfera acrílica más grande del mundo, de doce metros («casi cuagenta pies») de diámetro. La esfera contenía mil cien toneladas de agua pesada cedida por la Atomic Energy of Canada Limited.