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—Bueno, se acabó Carleton Coon —dijo Mary, cuando recobró la compostura.

—¿Cómo dice? —preguntó Reuben bruscamente.

Mary pareció desconcertada, luego se ruborizó.

—Oh, vaya. Carleton Coon. Un antropólogo estadounidense. El tipo que dijo que si se vistiera a un Neanderthal con un traje de Brooks Brothers, no tendría problemas para hacerse pasar por un humano normal.

Reuben asintió. Luego dijo:

—Profesora Mary Vaughan, me gustaría presentarle a Ponter.

—Hola —dijo la voz femenina del implante de Ponter.

Reuben vio que los ojos de Mary se ensanchaban.

—Sí —dijo, asintiendo—. Esa cosa de su muñeca habla.

—¿Qué es? —preguntó Mary—. ¿Un reloj parlante?

—Mucho más.

Mary se inclinó hacia delante para echarle una ojeada.

—No reconozco esos números, si eso es lo que son —dijo—. Y… oiga, ¿no cambian demasiado rápido para ser segundos?

—Tiene usted buen ojo —dijo Reuben—. Sí, así es. La pantalla usa diez números distintos, aunque no se parecen a ninguno que yo conozca. Y lo cronometré: hay un incremento cada 0,86 segundos, lo cual, si se calcula, es exactamente una cienmilésima parte del día. En otras palabras, es un reloj decimal basado en la Tierra y, como puede ver, muy sofisticado. No se trata de una pantalla de plasma; no sé qué es, pero puede leerse no importa desde qué ángulo lo mires ni cuánta luz incida sobre él.

—Me llamo Hak —dijo el implante de la muñeca izquierda del extraño—. Soy la Acompañante de Ponter.

—Ah —dijo Mary, enderezándose—. Um, me alegro de conocerla. Ponter emitió una serie de sonidos graves que Mary no comprendió. —Ponter se alegra de conocerla también —dijo Hak.

—Nos pasamos la mañana dando una clase de lengua —dijo Reuben, mirando ahora a Mary—. Como puede ver, hemos hecho algunos progresos aceptables.

—Eso parece —dijo Mary, asombrada.

—Hak, Ponter —dijo Reuben—. Ésta es Gillian.

—Hola —dijo Gillian, intentando, le pareció a Reuben, mantener la compostura.

—Hak es… bueno, supongo que «ordenador» es el término adecuado. Un ordenador portátil y parlante. —Reuben sonrió—. Deja en pañales a mi Palm Pilot.

—¿Fabrica… fabrica alguien un aparato así? —preguntó Gillian.

—No que yo sepa —dijo Reuben—. Pero ella, Hak, tiene al parecer una memoria perfecta. Se le dice una palabra una vez y la aprende para siempre.

—¿Y este hombre, Ponter, no habla de verdad inglés? —preguntó Mary.

—No —respondió Reuben.

—Increíble —dijo Mary—. Increíble.

El implante de Ponter pitó.

—Increíble —repitió Reuben, volviéndose hacia Ponter—. Significa no creíble —otro bliip—, no verdadero. —Se volvió de nuevo hacia Mary—. Trabajamos los conceptos de verdadero y falso usando matemáticas sencillas, pero, como puede ver, todavía nos falta camino por recorrer. Para empezar, aunque evidentemente para Hak, con su memoria perfecta, es más fácil aprender inglés que para nosotros aprender su lengua, ni ella ni Ponter son capaces de pronunciar la «i» larga, y…

—¿De veras? —dijo Mary. Parecía bastante interesada, advirtió Reuben.

—Se llama usted Mare —dijo Hak, demostrando el argumento—. Ella se llama Gill'an.

—Eso es… es sorprendente.

—¿Lo es? —dijo Reuben—. ¿Por qué?

Mary inspiró profundamente.

—Se ha debatido mucho a lo largo de los años si los Neanderthales podían hablar y, en caso de poder hacerlo, qué gama de sonidos habrían emitido.

—¿Y…?

—Algunos lingüistas piensan que no habrían podido pronunciar el fonema i largo, porque sus bocas habrían sido mucho más alargadas que las nuestras.

—¡Así que es un Neanderthal! —declaró Reuben.

Mary tomó aliento otra vez, lo dejó escapar lentamente.

—Bueno, eso es lo que he venido a averiguar, ¿no?

Soltó la bolsita que llevaba y la abrió. Sacó un par de guantes de látex y se los puso. A continuación, sacó un frasco de plástico lleno de bastoncillos de algodón y extrajo uno.

—Necesito que le diga que abra la boca —dijo Mary.

Reuben asintió.

—Es fácil. —Se volvió hacia Ponter—. Ponter, abra la boca.

Hubo una pausa de un segundo: Hak, había descubierto Reuben, podía traducir a Ponter sin que los otros lo oyeran. Ponter arrugó su continuo entrecejo rubio (una visión bastante sorprendente), como si le extrañara la petición, pero hizo lo que le pedían.

Reuben se quedó anonadado. Tenía un amigo en el instituto que podía meterse el puño entero en la boca. Pero la de Ponter se abrió tanto y su capacidad era tan enorme que probablemente podría haberse metido no sólo el puño, sino también un tercio del antebrazo.

Mary se acercó vacilante y metió el bastoncillo en la boca de Ponter, frotando el interior de la mejilla larga y angulosa.

—Las células de la boca se desprenden fácilmente —dijo, a modo de explicación, advirtiendo al parecer la expresión de asombro de Gillian—. Es la manera más simple de tomar una muestra de ADN. Sacó el bastoncillo, lo pasó inmediatamente a un frasco esterilizado.

—Muy bien, es todo lo que necesito —dijo.

Reuben le sonrió a Gillian, luego a Mary.

—Magnífico. ¿Cuándo lo sabremos con seguridad?

—Bueno, tengo que volver a Toronto, y…

—Naturalmente, si eso es lo que quiere —dijo Reuben—. Pero, bueno, llamé a un amigo mío del Departamento de Química y Bioquímica de la Laurentian. Es una universidad pequeña, pero con un gran laboratorio donde realizan pruebas forenses para la policía montada y la PPO. Podría hacer usted su trabajo allí.

—Inco la alojará en el Ramada —añadió Gillian.

Mary estaba evidentemente sorprendida.

—Yo… —Pero luego pareció considerarlo—. Claro —dijo—. Claro, por qué no?

16

Ahora que Jasmel había accedido a declarar en favor de Adikor, el siguiente paso habría sido llevarla al Borde y mostrarle el escenario del supuesto crimen. Pero Adikor suplicó la indulgencia de Jasmel durante un diadécimo o así, diciendo que había más de un encargo que tenía que hacer en el Centro.

Ponter, naturalmente, había tenido a Klast como su mujer-pareja; Adikor la recordaba con cariño, y se entristeció mucho cuando ella murió. Pero Adikor tenía una mujer propia y ella, maravillosamente, seguía viva. Adikor conocía a la hermosa Lurt Fradlo desde hacía el mismo tiempo que a Ponter, y Lurt y él tenían un hijo, Dab, un 148. Sin embargo, a pesar de conocerla desde hacía tanto tiempo, Adikor sólo había estado ocasionalmente en el laboratorio de química de Lurt; después de todo, cuando Dos se convertían en Uno, era fiesta y nadie iba a trabajar. Por fortuna, su Acompañante conocía el camino, y lo dirigió hasta allí.

El laboratorio de Lurt estaba hecho por completo de piedra; aunque sólo había un riesgo mínimo de explosión en cualquier laboratorio químico, la seguridad dictaba que la estructura estuviera hecha de algo que pudiera contener explosiones e incendios.

La puerta principal del edificio del laboratorio estaba abierta. Adikor entró.

—Día sano —dijo una mujer, disimulando, pensó Adikor, de un modo admirable su sorpresa de ver a un hombre allí en esa época del mes.

—Día sano —repuso Adikor—. Estoy buscando a Lurt Fradlo.

—Está al final de ese pasillo.

Adikor sonrió y se encaminó pasillo abajo.

—Día sano —dijo tras asomar la cabeza por la puerta del laboratorio de Lurt.