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Pero la Universidad Laurentian, por pequeña que fuera, tenía también un centro de crisis de violación. La triste verdad era que todas las universidades necesitaban uno: había oído que incluso había uno en la Universidad Oral Roberts. Allí nadie conocía a Mary, y todavía no la habían entrevistado en televisión, aunque sin duda sería conocida cuando tuviera los resultados de las pruebas de ADN de Ponter. Así que, si quería un poco de anonimato, eso no podía esperar.

La puerta estaba abierta. Mary entró en la pequeña zona de recepción.

—Hola —dijo la joven negra sentada tras la mesa. Se levantó y se acercó a Mary—. Pasa, pasa.

Mary comprendió su solicitud. Muchas mujeres probablemente llegaban hasta el umbral, pero luego se marchaban, incapaces de expresar lo que les había sucedido.

Aunque la mujer probablemente se daba cuenta de que si Mary era la víctima de una violación, no acababa de suceder. No llevaba la ropa desaliñada, y su maquillaje y su pelo estaban en orden. Además el centro debía de recibir visitantes que no eran víctimas: gente que venía a ofrecerse voluntaria, a investigar, a usar la fotocopiadora.

—¿Te han herido? —preguntó la mujer.

Herido. Sí, ésa era la forma correcta de abordarlo. Era más fácil admitir que habías sido herida que aceptar la palabra con «V». Mary asintió.

—Tengo que preguntarlo —dijo la mujer. Tenía grandes ojos marrones y llevaba una joya pequeña en la nariz—. ¿Ha sido hoy? Mary negó con la cabeza.

Durante medio segundo, la mujer pareció…, bueno, decepcionada no era la palabra adecuada, pensó Mary, pero los hechos recientes eran sin duda mucho más interesantes, si se utilizaba el material preciso para recabar pruebas, si…

—Ayer —dijo Mary, hablando por primera vez—. Anoche.

—¿Fue… fue alguien que conozcas?

—No —respondió Mary… pero entonces calló. En realidad, no estaba segura de la respuesta a esa pregunta. El monstruo tenía puesto un pasamontañas. Podría haber sido cualquiera: un estudiante a quien le hubiera dado clase; otro miembro del claustro; alguien del personal no docente; un chorizo de la zona de Driftwood. Cualquiera—. No lo sé. El… llevaba una máscara.

—Sé que te hirió —dijo la joven, rodeando a Mary con un brazo y haciéndola pasar—, ¿pero te hizo daño? ¿Necesitas ver a un médico? —La mujer alzó una mano—. Tenemos una doctora excelente.

Mary volvió a negar con la cabeza.

—No —dijo—. Tenía un… —La voz de Mary se quebró, sorprendiéndola. Lo intentó de nuevo—. Tenía un cuchillo, pero no lo utilizó.

—Animal —dijo la mujer.

Mary asintió.

Entraron en una habitación interior, con paredes pintadas de rosa pálido. Había dos sillones, pero ningún sofá: incluso allí, incluso en ese santuario, la visión de un sofá podría ser excesiva. La mujer le indicó a Mary que ocupara uno de los sillones, cómodo y acolchado, y ocupó el otro, sentándose frente a ella, pero se inclinó hacia delante y tomó amablemente la mano izquierda de Mary.

—¿Quieres decirme tu nombre? —preguntó la mujer.

Mary pensó en darle un nombre falso, o tal vez… No quería mentirle a esa dulce joven que intentaba ayudarla; tal vez su segundo nombre, Nicole: eso no sería realmente una mentira, pero seguiría ocultando su identidad. Pero cuando abrió la boca, salió «Mary».

—Mary Vaughan.

—Mary, yo me llamo Keisha.

Mary la miró.

—¿Qué edad tienes? —preguntó.

—Diecinueve —dijo Keisha.

Tan joven.

—¿Alguna vez… tú…?

Keisha apretó los labios y asintió.

—¿Cuándo?

—Hace tres años.

Mary notó que los ojos se le abrían de par en par. Entonces sólo tendría dieciséis. Podía… Dios mío, su primera vez podía haber sido una violación.

—Lo siento mucho —dijo Mary.

Keisha ladeó la cabeza, aceptando el comentario.

—No te diré que lo superarás, Mary, pero podrás sobrevivir. Y nosotras te ayudaremos a hacerlo.

Mary cerró los ojos y tomó aire. Luego lo dejó escapar lentamente. Podía sentir a Keisha apretando amablemente su mano, transfiriéndole fuerzas. Por fin, Mary volvió a hablar.

—Lo odio —dijo. Abrió los ojos. El rostro de Keisha mostraba preocupación, apoyo—. Y… —añadió, despacio, en voz baja—, me odio a mí misma por dejar que sucediera.

Keisha asintió y extendió el otro brazo, abrazando y sosteniendo también amablemente la mano derecha de Mary.

18

Adikor y Jasmel regresaron de la mina a casa de Adikor, la casa que había compartido con Ponter. Las costillas de iluminación se encendieron a una orden de Adikor, y Jasmel lo contempló todo con interés.

Era la primera vez que Jasmel visitaba lo que fuera la residencia de su padre; Dos siempre se convertían en Uno con los hombres cuando los hombres acudían al Centro, en vez de las mujeres visitar el Borde.

Jasmel se sintió fascinada y melancólica mientras recorría la casa, mirando la colección de esculturas de Ponter. Sabía que le gustaban los roedores de piedra y, en efecto, solía regalarle tallas de ese tipo cada vez que había un eclipse lunar. Jasmel sabía que a Ponter le gustaban especialmente los roedores hechos de minerales que no eran propios de la zona del animaclass="underline" su orgullo y alegría, a juzgar por el lugar que ocupaba junto a la plancha wadlak era un castor a la mitad de su tamaño natural, un animal local, moldeado con malaquita importada de Evsoy central.

Mientras continuaba curioseando, el Acompañante de Adikor emitió un sonidito.

—Día sano —le dijo él—. Oh, maravilloso, amor. ¡Magnífica noticia! Espera un latido… —Se volvió hacia Jasmel—. Querrás oír esto: es mi mujer-compañera, Lurt. Ha analizado ese líquido que encontré en el laboratorio de cálculo cuántico después de que desapareciera tu padre.

Adikor sacó una clavija de control de su Acompañante, activando el altavoz externo.

—Jasmel Ket, la hija de Ponter, está conmigo —dijo Adikor—. Adelante.

—Día sano, Jasmel —dijo Lurt.

—También para ti —respondió Jasmel.

—Muy bien —continuó Lurt—. Esto debería sorprenderos. ¿Sabes qué es el líquido que me trajiste?

—Creía que era agua —dijo Adikor—. ¿Lo es?

—Más o menos. En realidad es agua pesada.

Jasmel alzó la ceja.

—¿De veras? —dijo Adikor.

—Sí —contestó Lurt—. Pura agua pesada. Naturalmente, las moléculas de agua pesada se dan en la naturaleza; componen aproximadamente el 0,1% del agua de lluvia normal, por ejemplo. Pero conseguir una concentración como ésta… bueno, no estoy segura de cómo se haría. Supongo que se podría idear una técnica para fraccionar agua natural, basándose en el hecho de que el agua pesada es un diez por ciento más pesada, pero habría que procesar una enorme cantidad de agua para separar la cantidad que dijiste que encontraste. No conozco ninguna instalación capaz de hacer eso, y no se me ocurre ningún motivo de por qué querría nadie hacerlo.

Adikor miró a Jasmel, y luego de nuevo a su muñeca.

—¿No hay ninguna posibilidad de que suceda de modo natural? ¿De que pueda haberse filtrado de las rocas?

—Ninguna posibilidad —dijo la voz de Lurt—. Estaba ligeramente contaminada con lo que al final identifiqué como la solución limpiadora que se usa en los suelos de tu laboratorio; debe de haber quedado un residuo seco que se disolvió en el agua. Pero por lo demás es absolutamente pura. El agua filtrada del suelo contendría minerales disueltos dentro: ésta es fabricada. Por quién, no lo sé, y cómo, no estoy segura… pero desde luego no es algo que sucediera naturalmente.