—Vino para llamar a los pecadores —dijo DeVries—. Cristo, ten piedad.
—Cristo, ten piedad —repitieron Mary y los demás.
—Reza por todos nosotros a la derecha del Padre. Señor, ten piedad. —Señor, ten piedad.
—Que el Señor Todopoderoso tenga misericordia de todos nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
—Amén —dijo la congregación.
La lectura, a cargo de una mujer negra con el pelo muy corto que vestía una túnica púrpura, era del Libro del profeta Jeremías. Tras ella, una hermosa vidriera mostraba a Jesús en un halo y a los doce apóstoles, con la Virgen María mirando. Mary no estaba exactamente segura de por qué había sentido la necesidad de escuchar misa. Después de todo, no era ella quien necesitaba perdón por haber pecado…
Ahora sonaba un órgano y un joven cantaba: «Sálvame, Señor, en tu firme amor…»
Mary no había hecho nada malo. Ella era la víctima.
La eucaristía continuó. El sacerdote leyó a Lucas:
—Di que estos dos hijos míos se sentarán a tu derecha y a tu izquierda en tu reino…
Naturalmente, Mary conocía la historia que el sacerdote estaba leyendo: la de la mujer que encontró a Cristo en el camino de Jerusalén. Conocía el contexto. Pero las palabras resonaron en su cabeza: dos hijos, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda…
¿Podría haber sido así? ¿Podrían dos especies de humanidad haber convivido pacíficamente? Caín era agricultor, cultivaba trigo. Abel era carnívoro y criaba ovejas para el sacrificio. Pero Caín había matado a Abel…
El sacerdote vertía ahora el vino.
—Bendito seas, señor Dios todopoderoso y eterno. Te ofrecemos este vino, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que será bebido por nosotros…
—Oremos, hermanos…
—Dios todopoderoso y eterno que a través de tu hijo Jesucristo…
—Te pedimos que santifiques estos dones en la comunión de tu espíritu…
—Tomad y comed todos de él, porque éste es mi cuerpo, que será entregado por vosotros…
—Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros para el perdón de vuestros pecados…
Mary deseó poder estar con la congregación, comulgando. Cuando la ceremonia terminó, se persignó de nuevo y se levantó.
Y fue entonces cuando vio a Ponter Boddit, de pie en silencio junto a la puerta, observando, con la boca barbuda y sin barbilla abierta.
33
—¿Qué era eso? —preguntó Ponter.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —exigió saber Mary.
—Un rato.
—¿Por qué no has dicho nada?
—No deseaba molestarte dijo Ponter—. Parecías… concentrada en lo que pasaba en la pantalla.
Bueno, pensó Mary, en cierto modo, ella le había usurpado la habitación: el sofá donde dormía era el que ella ocupaba ahora. Ponter entró por fin en el despachito de Reuben y se acercó al sofá, presumiblemente para sentarse a su lado. Mary se desplazó hasta un extremo, apoyándose contra uno de los reposabrazos tapizados.
—¿Qué era eso? —repitió Ponter.
Mary se encogió levemente de hombros.
—Una ceremonia eclesiástica.
La Acompañante de Ponter pitó.
—Iglesia —dijo Mary—. Un lugar de oración.
Otro pitido.
—Religión. Adorar a Dios.
Hak intervino en este punto, empleando su voz femenina.
—Lo siento, Mare. No conozco el significado de ninguna de esas palabras.
—Dios —repitió Mary—. El ser que creó el universo.
Hubo un momento durante el cual la expresión de Ponter permaneció neutral. Pero entonces, al parecer tras oír la traducción de Hak, sus ojos dorados se abrieron de par en par. Habló en su idioma, y Hak tradujo, usando la voz masculina:
—El universo no tuvo ningún creador. Ha existido siempre. Mary frunció el ceño. Sospechaba que a Louise (si salía alguna vez del sótano) le encantaría explicarle a Ponter la cosmología del Big Bang. Por su parte, Mary simplemente dijo:
—Esa no es nuestra creencia.
Ponter sacudió la cabeza, pero evidentemente estaba dispuesto a no insistir.
—Ese hombre —dijo, indicando el televisor— habló de «vida eterna». ¿Tiene tu especie el secreto de la inmortalidad? Nosotros tenemos especialistas en prolongación de la vida, y llevan mucho tiempo buscando eso, pero…
—No —contestó Mary—. No, no. Está hablando del cielo. —Alzó una mano con la palma hacia afuera, y consiguió evitar el pitido de Hak—. El cielo es el lugar donde supuestamente continuamos existiendo después de la muerte.
—Eso es un oxímoron.
Mary se maravilló de la eficacia de Hak. Ponter había dicho una docena de palabras en su idioma, presumiblemente algo parecido a «eso es una contradicción de términos», pero la Acompañante había advertido que había una forma más sucinta de expresarlo en inglés, aunque no fuera en la lengua del Neanderthal.
—Bueno —respondió Mary—, no todo el mundo en la Tierra… En esta Tierra, quiero decir, cree en la otra vida.
—¿Lo cree la mayoría?
—Bueno… sí, supongo que sí.
—¿Y tú?
Mary frunció el ceño, pensando.
—Sí, supongo que sí.
—¿Basándote en qué evidencia? —preguntó Ponter. El tono de sus palabras en Neanderthal era neutraclass="underline" no estaba intentando ser despectivo.
—Bueno, dicen que…
Mary se calló. ¿Por qué lo creía? Era científica, una pensadora lógica, racionalista. Pero, naturalmente, su adoctrinamiento religioso había tenido lugar mucho antes de su formación en biología. Finalmente, se encogió de hombros, consciente de que su respuesta no sería convincente.
—Lo dice la Biblia.
Hak pitó.
—La Biblia —repitió Mary—. Las escrituras.
Bliip.
—El libro sagrado.
Bliip.
—Un libro santo de enseñanzas morales. La primera parte es compartida por mi gente, llamados cristianos, y por otra religión importante, los judíos. La segunda parte sólo la siguen los cristianos.
—¿Por qué? —preguntó Ponter—. ¿Qué ocurre en la segunda parte?
—Cuenta la historia de Jesús, el hijo de Dios.
—Ah, sí. Ese hombre habló de él. ¿Así que este… este creador del universo tuvo de algún modo un hijo humano? ¿Era Dios humano, entonces?
—No. No, es incorpóreo: sin cuerpo.
—Entonces, ¿cómo pudo…?
—La madre de Jesús era humana, la Virgen María. —Hizo una pausa—. En cierto modo, me pusieron mi nombre por ella. Ponter sacudió levemente la cabeza.
—Lo siento: Hak ha estado haciendo un trabajo admirable, pero está claro que aquí está fallando. Mi Acompañante interpretó algo que dijiste como referido a alguien que nunca ha tenido una relación sexual.
—Virgen, sí —dijo Mary.
—¿Pero cómo puede una virgen ser también madre? —preguntó Ponter—. Eso es otro…
Y Mary lo oyó pronunciar la misma sarta de palabras que Hak había traducido antes como «oxímoron».
—Jesús fue concebido sin relación previa. Dios más o menos lo plantó en su vientre.
—Y esa otra facción… ¿judíos, dijiste? ¿Rechaza esta historia?
—Sí.
—Parecen… menos crédulos, digamos. —Miró a Mary—. ¿Tú crees eso? ¿Esa historia de Jesús?
—Yo soy cristiana —respondió Mary, confirmándolo tanto para ella como para Ponter—. Una seguidora de Jesús.
—Ya veo —dijo Ponter—. ¿Y también crees en esa existencia después de la muerte?
—Bueno, nosotros creemos que la verdadera esencia de la persona es el alma…