—Qué extraño.
—Pero puedes hacer más que detectar la presencia de una persona, ¿verdad? —dijo Mary—. Esa vez que me miraste. Pudiste… —Tragó saliva, pero bueno, Louise era mujer también, y Reuben era médico—. Te diste cuenta de que yo tenía el periodo, ¿verdad?
—Sí.
Mary asintió.
—Incluso las mujeres de nuestra especie, si viven juntas el tiempo suficiente en la misma casa, pueden acabar sincronizando sus ciclos menstruales… y tenemos un sentido del olfato penoso. Supongo que tiene sentido que ciudades enteras de vuestras mujeres lleven el mismo ciclo.
—No se me había ocurrido nunca que pudiera ser de otra forma —dijo Ponter—. Me pareció extraño que tú estuvieras menstruando pero Lou no.
Louise frunció el entrecejo, pero no dijo nada.
—Bueno, ¿alguien quiere algo más? —preguntó Reuben—. Ponter, ¿otra Coca-Cola?
—Sí. Gracias.
Reuben se levantó.
—¿Sabes que esa bebida tiene cafeína? —dijo Mary—. Es adictiva.
—No te preocupes —dijo Ponter—. Sólo estoy bebiendo siete u ocho latas al día.
Louise se echó a reír y continuó comiendo su ensalada.
Mary le dio otro bocado a su hamburguesa, aplastando con los dientes las rodajas de cebolla.
—Espera un momento —dijo, una vez que tragó—. Eso significa que vuestras hembras no tienen ovulación oculta.
—Bueno, está oculta a la vista.
—Sí, pero… bueno, ya sabes, yo coordinaba un curso con el departamento de Estudios Femeninos: «La biología de las relaciones de poder sexual.» Habíamos supuesto que la ovulación oculta era la clave para que las hembras obtuvieran protección constante y manutención por parte de los machos. Ya sabes: si no puedes decir si tu hembra es fértil, será mejor que seas atento con ella todo el tiempo, no vayan a ponerte los cuernos.
Hak pitó.
—Los cuernos —repitió Mary—. Decimos que un marido es un cabrón cuando invierte sus energías manteniendo hijos que no son biológicamente suyos. Pero con la ovulación oculta…
La risa de Ponter hendió el aire; su enorme pecho y su profunda boca emitieron una carcajada grave y atronadora.
Mary y Louise lo miraron, aturdidas.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Reuben, colocando otra Coca-Cola delante de Ponter.
El hombre de Neanderthal alzó una mano: intentaba dejar de reír, pero no podía conseguirlo. Aparecieron lágrimas en la comisura de sus ojos hundidos, y su piel normalmente pálida se puso bastante roja.
Mary, sentada a la mesa, se llevó las manos a las caderas… aunque inmediatamente fue consciente de su lenguaje corporaclass="underline" las manos en las caderas aumentan el tamaño aparente de la persona, para intimidar. Pero Ponter era mucho más fornido y musculoso que ninguna mujer (o que cualquier hombre), así que era un gesto ridículo. Con todo, exigió:
—¿Bien?
—Lo siento —dijo Ponter, recuperando el control. Usó su largo pulgar para secarse las lágrimas de los ojos—. Es que a veces vuestra gente tiene ideas ridículas. —Sonrió—. Cuando hablas de ovulación oculta, ¿te refieres a que las hembras humanas no tienen hinchazón en los genitales cuando están en celo?
Mary asintió.
—Los chimpancés y los bonobos sí, al igual que los gorilas y la mayoría de los otros primates.
—Pero los humanos no dejaron de tener esa hinchazón para ocultar la ovulación —dijo Ponter—. La hinchazón genital desapareció cuando ya no resultó una señal eficaz. El clima se hizo más frío y los humanos empezaron a llevar ropa. Ese tipo de exhibición visual, basada en engordar los tejidos con fluido, es costosa desde un punto de vista energético: ya no tenía razón de ser el mantenerla una vez que cubrimos nuestros cuerpos con pieles de animales. Pero, al menos para mi gente, la ovulación siguió siendo obvia gracias al olor.
—¿Puedes oler la ovulación, además de la menstruación? —preguntó Reuben.
—Los… componentes químicos asociados con ella, sí.
—Feromonas —apostilló Reuben.
Mary asintió lentamente.
—Y por eso —dijo, tanto para Ponter como para sí misma— los varones podían marcharse durante semanas seguidas sin preocuparse de que sus hembras quedaran preñadas por otro.
—Eso es —dijo Ponter—. Pero hay algo más.
—¿Sí?
—Ahora decimos que el motivo por el que nuestros antepasados masculinos…, creo que entenderéis la metáfora, «se fueron a las montañas» es por lo, ah, desagradables que son las hembras durante Últimos Cinco.
—¿Últimos Cinco? —dijo Louise.
—Los últimos cinco días del mes; ese momento conduce al principio de su periodo.
—Oh —dijo Reuben—. SPM. Síndrome premenstrual.
—Sí —dijo Ponter—. Aunque, por supuesto, ése no es el verdadero motivo. —Se encogió un poco de hombros—. Mi hija Jasmel está estudiando historia pregeneración uno: ella me lo explicó. Lo que sucedió realmente es que los hombres solían pelear constantemente para poder acceder a las mujeres. Pero, como Mare ha advertido, el único momento de acceso a las mujeres que es evolutivamente importante es durante la parte de cada mes en que pueden quedarse embarazadas.
—Como los ciclos de todas las mujeres estaban sincronizados, los hombres se llevaban mucho mejor durante la mayor parte del mes si se alejaban de las hembras y regresaban luego en grupo sólo cuando era importante hacerlo para la reproducción. No fue lo desagradables que son las mujeres lo que llevó a la división: fue la violencia masculina.
Mary asintió. Habían pasado años desde que compartió aquel curso de relaciones de poder sexual, pero era típico: los hombres causando problemas y echando la culpa a las mujeres por ello. Mary no creía que fuese a conocer jamás a una hembra del mundo de Ponter, pero, en ese momento, sintió auténtica afinidad con sus hermanas Neanderthales.
37
—Día sano, Daklar —dijo Jasmel tras atravesar la puerta de la casa. Aunque Jasmel Ket y Daklar Bolbay todavía compartían un hogar, no se habían hablado mucho desde el dooslarm basadlarm.
—Día sano —repitió Bolbay, sin calor—. Si te… —Las aletas de su nariz se dilataron—. No estás sola.
Adikor atravesó también la puerta.
—Día sano —dijo.
Bolbay miró a Jasmel.
—¿Más traición, niña?
—No es traición —dijo Jasmel—. Es preocupación… por ti, y por mi padre.
—¿Qué quieres de mí? —dijo Bolbay, mirando a Adikor con los ojos entornados.
—La verdad —respondió él—. Sólo la verdad.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti. Sobre por qué me estás persiguiendo.
—No soy yo quien está siendo investigada.
—No —reconoció Adikor—. Todavía no. Pero eso puede cambiar. —¿De qué estás hablando?
—Estoy dispuesto a presentarte documentos propios —dijo Adikor.
—¿Sobre qué base?
—Sobre la base de que te estás inmiscuyendo ilegítimamente en mi vida.
—Eso es ridículo.
—¿Lo es? —Adikor se encogió de hombros—. Dejaremos que un adjudicador lo decida.
—Es un intento evidente por retrasar el proceso que llevará a tu esterilización —dijo Bolbay—. Cualquiera puede verlo.
—Si es… si es tan evidente, tan débil, entonces un adjudicador descartará el asunto… pero no antes de que yo haya tenido oportunidad de interrogarte.
—¿Interrogarme? ¿Sobre qué?
—Sobre tus motivos. Sobre por qué me estás haciendo esto. Bolbay miró a Jasmel.
—Esto ha sido idea tuya, ¿verdad?
—También fue idea mía que viniéramos aquí primero antes de que Adikor continuara con la acusación —dijo Jasmel—. Esto es un asunto familiar: tú, Daklar, fuiste la mujer-compañera de mi madre, y Adikor aquí presente es el hombre-compañero de mi padre. Has sufrido mucho, Daklar (todos nosotros) con la pérdida de mi madre.