Todos permanecieron en silencio, hasta que Adikor habló.
—¿Son… son buena gente, Ponter? ¿Deberíamos entrar en contacto con ellos?
—Son diferentes, en muchos, muchos aspectos. Pero me mostraron mucha amabilidad. Me trataron muy bien. —Hizo una pausa, luego asintió—. Sí, creo que deberíamos entrar en contacto con ellos.
—Muy bien, pues —dijo Adikor—. Supongo que el primer paso es hacer una presentación ante el Gran Consejo Gris. Debemos trabajar en eso.
Ponter había pensado mucho en lo que Mare le dijo en el ascensor del observatorio de neutrinos. Sí, él estaba interesado: ella había leído bien en él. Incluso a través de la barrera entre las especies, incluso a través de las líneas temporales, algunas cosas estaban claras.
El corazón de Ponter latía con fuerza. Parecía que iba a volver a verla de nuevo.
¿Quién sabía qué saldría de ello?
Bueno, sólo había una manera de averiguarlo.
—Sí —dijo Ponter Boddit, sonriendo—. Pongámonos a trabajar.
Normalmente, había que esperar hasta septiembre para que Toronto fuera tan abrumadoramente hermosa, con el cielo claro e inmaculado, la temperatura perfecta y el viento una suave caricia, el tipo de buen tiempo que le recordaba a Mary por qué creía en Dios.
Pero todavía faltaban dos semanas para septiembre, y naturalmente, cuando llegara el Día del Trabajo, ese signo de puntación brusco y final que marcaba el final del verano, Mary tendría que volver al trabajo, de vuelta a su antigua vida de profesora de genética, y a no tener a nadie especial, y a comer demasiado. Pero por ahora, con el maravilloso clima, Toronto parecía el cielo.
Cuando estaba en Ontario Norte, Mary había perdido unos cuantos de los kilos que normalmente tenía, pero sabía que los recuperaría. Todas las dietas que había seguido le recordaban el aceite Crisco: siempre volvía, excepto cuando te hacía falta una cucharada.
Naturalmente, no había seguido una dieta concertada. Simplemente, no había estado comiendo como de costumbre. En parte por el nerviosismo del tiempo que pasó en Sudbury, el tiempo que pasó con Ponter, por todas las cosas increíbles que habían ocurrido.
Y en parte (la parte que no había terminado, que nunca podría terminar) por las secuelas de la violación.
Mary había acordado ir a York ese día, lunes, para tener una reunión del departamento, y así, por primera vez desde aquella horrible noche (e habían pasado de verdad diecisiete días?), tuvo que pasar por el sitio del campus donde había tenido lugar el ataque, la pared de hormigón contra la que la había apretujado el violador, la cabeza cubierta por un pasamontañas negro.
Pero, naturalmente, no había sido violada por culpa de la pared. Había sido por culpa de él, aquel monstruo, y la sociedad enferma que lo había producido. Al caminar, pasó los dedos por la pared, tratando de no romperse las uñas pintadas de rojo y, al hacerlo, se le ocurrió un pensamiento loco. Recordó otra pared de hacía mucho tiempo, donde Colm y ella habían marcado sus iniciales.
Era algo ridículo en una mujer de treinta y ocho años, pero tal vez debiera escribir MV+PB en esa pared… aunque para hacerlo bien suponía que tendría que escribir MV más los símbolos en el lenguaje de Ponter Boddit que representaban su nombre.
De todas formas, sonreiría entonces cada vez que viera la pared, en vez de sentirse disgustada por ella. Cierto, sería una sonrisa triste, pues sabía que probablemente nunca lo volvería a ver. Pero, con todo, sería un recuerdo de… amor, sí: un recuerdo de amor perdido era infinitamente preferible al recuerdo de lo que había sucedido allí.
Mary continuó caminando, hacia delante, hacia el futuro.
Apéndice
La Tierra tiene tres unidades naturales para medir el tiempo: el día (el tiempo que tarda la Tierra en girar sobre su eje), el mes (el tiempo que tarda la Luna en orbitar la Tierra) y el año (el tiempo que tarda la Tierra en orbitar el Sol).
Debido a nuestra economía agrícola, que se basa en la siembra y la cosecha cada estación, damos más importancia al año… y corrompemos las auténticas medidas de las tres unidades para que encajen en fracciones simples múltiplos unas de otras.
El año sideral auténtico (una órbita alrededor del Sol, relativo respecto a las estrellas fijas) es de 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9,54 segundos, pero consideramos que los años corrientes tienen 365 días completos y los bisiestos 366.
El auténtico mes sinódico (un ciclo completo de fases lunares) es de 29 días, 12 horas, 44 minutos y 3 segundos, pero tenemos «meses» que oscilan entre los 28 y los 31 días.
Y el auténtico día sideral (una revolución completa de la Tierra, medida relativa a las estrellas fijas) es de 23 horas, 56 minutos y 4,09 segundos, pero lo redondeamos a 24 horas.
Muchas de nuestras religiones manipularon el calendario para reservar el poder para el clero (el secreto para calcular la fecha de la Pascua, por ejemplo, se guardó originalmente con gran misterio).
Pero con una sociedad sin agricultura y sin ninguna religión, los Neanderthales no tienen motivo alguno para llevar un seguimiento complejo del tiempo. A causa de la importancia de su biología reproductora, nunca corrompen la longitud del mes sinódico (el tiempo entre lunas sucesivas). Naturalmente, cualquiera puede seguir el cómputo de esta unidad de tiempo contemplando el cielo nocturno, de modo que es un sistema más igualitario que el nuestro.
La unidad de tiempo más pequeña y común Neanderthal es el latido, definido originalmente como la duración de un latido en descanso, pero definido ahora formalmente como 1/100.000 de un día sideral.
El resto del cálculo del tiempo Neanderthal se basa en múltiplos decimales de las unidades base. Aquí están las unidades estándar, en orden ascendente de duración, y su equivalente aproximado en nuestras unidades.
(En líneas generales, podemos considerar un latido un segundo, un cienlatido un minuto, un diezmes un año, un cienmes una década y un milmes un siglo.)
Los Neanderthales dividen el mes en cuartos (luna nueva, cuarto creciente, luna llena, cuarto menguante), y en grupos específicos basados en los ciclos menstruales.
Las generaciones nacen cada diez años. Las fechas de los calendarios se designan con tres números: el número de la generación, el mes dentro de esa generación y el día dentro de ese mes: 148/103/28 es el vigésimo octavo día (cuando la Luna es una mera rendija, y está a punto de desaparecer) del mes centésimo tercero (a principios del octavo año) después del primer nacimiento establecido de la generación 148 desde la fundación del calendario Neanderthal moderno (acaecido en lo que nosotros llamamos año 523 después de Cristo).
La Era del Acompañante comenzó cuando Lonwis Trob introdujo los implantes a finales de la generación 140, en el año que nosotros llamamos 1923.
Bibliografía
Además de hablar directamente con los expertos en el hombre de Neanderthal mencionados en los agradecimientos, también consulté centenares de libros, revistas y artículos, y páginas web. Para aquellos que puedan estar interesados en seguir las ideas exploradas en esta novela, ofrezco la lista de algunos libros que me parecieron particularmente estimulantes: