Выбрать главу

Adikor miró la pintura del techo de la habitación un rato, y luego dijo:

—Irónico, ¿verdad? Este asunto entre nosotros dos existe sólo por tu amabilidad conmigo hace todos esos diez meses. Si hubieras presentado una acusación pública después de lo que te hice me habrían castrado ya entonces. En tal caso no habría tenido testículos que Daldar pudiera buscar en tu ausencia.

—Alzó los hombros—. No tengo más remedio que perdonarla, ya que tú lo deseas.

—Puedes elegir —dijo Ponter.

—Como hiciste tú, hace todos esos meses. —Adikor asintió—. La perdonaré.

—Eres un buen hombre —dijo Ponter.

Adikor frunció el ceño, como si reflexionara sobre el cumplido.

—No —dijo—. No, soy un hombre adecuado. Pero tú, amigo mío…

Ponter sonrió y se puso en pie.

—Es hora de que me ponga a preparar la cena.

Aunque Dos acaban de dejar de ser Uno, Ponter y Adikor regresaron al Centro, a la cámara del Consejo. Los Grandes Grises habían anunciado que estaban preparados para tomar una decisión sobre la reapertura del portal.

La cámara del Consejo estaba repleta de espectadores de ambos sexos. Adikor parecía bastante incómodo, y Ponter tardó un instante en advertir por qué. La última vez que había estado en aquella sala, igual de abarrotada que ahora, había sido en el dooslarm basadlarm. Pero Adikor no hizo ningún comentario sobre su inquietud (después de todo, hacerla habría supuesto sacar de nuevo a colación su desafortunada historia con Daklar), y Ponter lo amó aún más por ello.

Había once exhibicionistas entre el público, vestidos de plateado. Ponter nunca había llegado a acostumbrarse a la idea gliksin de las «noticias»: una constante fuente de información (algunos canales dedicaban a ello diez décimos del día) acerca de las cosas malas que sucedían por todo el mundo. Los implantes Acompañantes, que habían asegurado la seguridad de los ciudadanos desde hacía ya casi un millar de meses, habían puesto fin a los robos y asesinatos y ataques. De cualquier forma, los humanos seguían igualmente ansiosos de información. Ponter había leído que los chismes eran para la gente igual que despiojarse para los otros primates: servía para unirles. Y por eso algunos ciudadanos hacían su contribución permitiendo que las transmisiones de sus implantes fueran recibidas públicamente por todo el que lo deseara; la gente sintonizaba sus miradores con el exhibicionista que prefería ver.

Un par de exhibicionistas asistían siempre a las sesiones del Consejo, pero el tema que iba a tratarse aquel día era, de amplio interés, e incluso exhibicionistas que normalmente sólo asistían a acontecimientos deportivos o lecturas poéticas estaban allí presentes.

Pandaro, la presidenta del Gran Consejo, se levantó para dirigirse a los congregados. Usaba un bastón de madera tallada para sostenerse.

—Hemos estudiado los asuntos que los sabios Huld y Boddit nos han planteado —dijo—. Y hemos reflexionado sobre la rica narración del sabio Boddit de su viaje al mundo gliksin y la prueba física que tenemos de él.

Ponter acarició el pequeño objeto de oro que a veces llevaba al cuello. No le había gustado tener que darlo a analizar, y le encantaba tenerlo otra vez en su poder. Mary se lo había dado justo antes de dejar su mundo: un par de barras de oro cruzadas, una más larga que otra.

—Y, después de discutirlo —continuó Pandaro—, creemos que el beneficio potencial de tener acceso a otra versión de la Tierra, y a otra clase de humanidad, con experiencia científica y bienes que intercambiar, es demasiado grande para ser ignorado.

—¡Es un error! —gritó un hombre desde la galería de asientos del otro lado—. ¡No lo hagan!

El consejero Bedros, sentado junto a la presidenta Pandaro, dirigió una firme mirada a la persona que había gritado.

—Su opinión fue anotada si se molestó en votar sobre este asunto. No obstante, es trabajo de este Consejo tomar decisiones, y nos hará usted el favor de esperar hasta que oiga la nuestra.

Pandaro continuó.

—El Gran Consejo Gris, por una proporción de catorce a seis, recomienda que los sabios Huld y Boddit intenten reabrir el portal en el universo paralelo. Presentarán informes a este Consejo cada diez días, y la continuación de este trabajo queda sujeta a revisión cada tres meses.

Ponter se levantó e hizo una ligera reverencia.

—Gracias, presidenta.

Adikor también se puso en pie, y los dos hombres se abrazaron.

—Dejen eso para más tarde —dijo Pandaro—. Ahora vayamos a los asuntos más importantes de la seguridad y la salud…

8

—Bienvenido al Grupo Sinergia, profesora Vaughan.

Mary sonrió a Jock Krieger. En realidad no sabía qué esperar de las instalaciones. El Grupo Sinergia resultó estar alojado en… bueno, una mansión, una mansión de las de dinero antiguo en la zona de Seabreeze de Rochester, justo a la orilla del lago Ontario. A Ponter le hubiese gustado aquel lugar: Mary había visto a una garza caminar por la playa de arena, y patos, gansos y cisnes en la bahía, repleta de embarcaciones de recreo.

—Déjeme que le vaya mostrando —continuó Krieger, conduciendo a Mary al interior de la casa.

—Gracias.

—Tenemos en estos momentos a veinticuatro personas en nuestro personal —dijo Krieger—, y seguimos creciendo.

Mary se sorprendió.

—¿Veinticuatro personas trabajando todas en los temas de inmigración neanderthal?

—No, no, no. Sinergia se dedica a mucho más que a eso. El proyecto ADN es la principal prioridad, porque es algo que puede que necesitemos de inmediato si el portal vuelve a abrirse. Pero aquí estudiamos también todos los aspectos de la situación neanderthal. El Gobierno estadounidense está particularmente interesado en los implantes Acompañantes, y…

—El Gran Hermano te vigila —dijo Mary.

Pero Krieger negó con la cabeza.

—No querida, nada de eso. Es simplemente que, si creemos en lo que dijo Ponter ayer, el implante Acompañante puede realizar grabaciones detalladas de 360 grados de todo lo que sucede alrededor de un individuo. Si, tenemos a cuatro sociólogos evaluando si los usos concretos que los neanderthales dan a ese tipo de monitorización podrían tener alguna aplicación en este mundo… aunque, francamente, lo dudo: valoramos demasiado la intimidad. Pero, claro, si el portal vuelve a abrirse, queremos estar a la par con ellos. Si sus emisarios pueden grabar sin esfuerzo todo lo que vean y oigan en todo momento, obviamente nos gustaría que nuestros emisarios a su mundo tuvieran la misma ventaja. Se trata de comercio, después de todo… comercio justo.

—Ah —dijo Mary—. Pero Ponter dijo que su Acompañante no podía transmitir nada desde aquí a los archivos de coartadas. Ninguna de las imágenes de su visita fue grabada.

—Sí, sí, un problema tecnológico menor, estoy seguro. Se podría construir una grabadora en este lado.

Habían recorrido un largo pasillo y al final Krieger abrió una puerta. Dentro había tres personas: un hombre negro, y un hombre y una mujer blancos. El negro estaba repantigado en su silla, lanzando bolas de papel a una papelera. El tipo blanco contemplaba la playa y el lago Ontario. Y la mujer caminaba de un lado a otro delante de una pizarra blanca, con un rotulador en la mano.

—Frank, Kevin, Lilly, me gustaría presentaras a Mary Vaughan —dijo Krieger.

—Hola —dijo Mary.

—¿Estás en imágenes? —preguntó Lilly.

—¿Cómo?

—Imágenes —dijo Frank.

—Imágenes —repitió Kevin… o quizás era al revés.

—Ya sabes —añadió el negro, atento—, fotografía y todo eso.

—Hay un motivo por el que estamos en Rochester —explicó Krieger—. Kodak, Xerox y Bausch Lomb tienen su sede aquí. Como decía, reproducir la tecnología Acompañante es una prioridad: no hay ninguna ciudad en todo el mundo que tenga más expertos en imágenes y óptica.