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—Se preocupa por nada, Jock —dijo Louise—. Los colapsos de campo magnético que conocemos no están asociados con ninguna extinción. Así que no tiene sentido suponer que los que nos pasaron por alto, porque el campo acabó con la misma polaridad que antes del colapso, tuvieran ningún efecto biológico.

Le sonrió a Krieger, quien, advirtió Mary, todavía parecía perdido en sus propios pensamientos.

—No se preocupe —dijo Louise—. Estoy segura de que saldremos bien de ésta.

9

—Me dijo usted antes que su único interés en ver abierto nuevamente el portal eran los beneficios que eso aportaría a la gente de nuestro mundo —dijo Jurard Selgan.

Ponter asintió, cortante.

—Así es.

— Y como la habilidad para entrar en contacto con ese otro mundo dependía del ordenador cuántico que usted había desarrollado con Adikor Huld, naturalmente se quedaría aquí, en esta Tierra, ayudando a supervisar las instalaciones de cálculo cuántico.

—Bueno… —empezó a decir Ponter, pero entonces se calló.

—Dijo que no tenía ningún interés personal en este asunto, ¿no?

—Sí, pero…

—Pero se enfrentó de nuevo al Gran Consejo Gris, ¿no? Insistió en que se le permitiera regresar personalmente a la otra Tierra.

—Era lo único que tenía sentido —dijo Ponter—. Nadie de nuestro mundo excepto yo había estado allí. Conocía a algunas personas de allí y había aprendido mucho sobre su mundo.

—Y se negó a transferirle a nadie la base de datos lingüística gliksin que su implante Acompañante había recopilado a menos que se le garantizara el derecho a formar parte del siguiente grupo que viajara al otro mundo.

—No fue así —dijo Ponter—. Simplemente sugerí que mi presencia sería útil.

El tono de Selgan era amable.

—Hizo algo más que «sugerir simplemente». Como prácticamente todo el mundo, lo vi casi todo en mi mirador. Si su propio recuerdo de los acontecimientos se ha borrado, podemos acceder fácilmente a su archivo de coartadas de ese día. Para eso fue construido aquí el centro de terapia, tan cerca del Pabellón de Archivos de Coartadas. ¿Vamos allí y…?

—No —dijo Ponter—. No, eso no será necesario.

—¿Entonces utilizó usted … coacción quizá sea una palabra demasiado fuerte, para volver al otro mundo?

—Quería hacer la mayor contribución posible. El Código de la civilización requiere eso de cada uno de nosotros.

—Sí —reconoció Selgan— y si esa contribución, si pudiera servirse mejor al bien de la mayoría cometiendo un crimen, bueno, entonces…

—Se equivoca —dijo Ponter—. Entonces ni siquiera había imaginado mi crimen. Mi único objetivo… —Hizo una pausa, luego continuó—: Mi único objetivo era contribuir a que continuara el contacto y, sí, ver a mi amiga Mary Vaughan. Nunca hubiese ido allí de haber sabido lo que acabaría haciendo…

—Eso no es completamente cierto, ¿verdad? —dijo Selgan—. Dijo que si hubiera tenido la oportunidad de revivir el momento de su crimen, lo habría cometido igualmente.

—Sí, pero…

—¿Pero qué?

Ponter suspiró.

—Pero nada.

El Gran Consejo Gris había aceptado por fin la exigencia de Ponter de que le permitieran dejar d ordenador cuántico al cuidado de Adikor, para que él regresara al mundo gliksin. Esperaba que se mostraran conformes pero reacios (y estaba seguro de que así había sido), pero no que le concedieran el titulo de «enviado».

Por mucho que quisiera regresar, y ver de nuevo a Mary, tenía sentimientos encontrados. Su última visita había sido un accidente, y le había aterrado no poder volver a casa. Aunque Adikor y él creían que era factible reabrir el portal y mantenerlo abierto durante tiempo indefinido, nadie lo sabía realmente con seguridad. Ponter ya casi había perdido a Adikor, Jasmal y Megameg una vez: no estaba seguro de poder soportar perderlos de nuevo.

Pero no. Iría. A pesar de sus inquietudes, Ponter quería ir. Sí, le interesaba averiguar cómo se desarrollarían las cosas con Daklar Bolbay. Pero pasaría casi otro mes entero antes de que Dos volvieran a ser Uno, su próxima oportunidad de verla y, si todo iba bien, volvería a este mundo mucho antes.

Además, esta vez Ponter no viajaría solo. Lo acompañaría Tukana Prat, una hembra de la generación 144, diez años mayor que él.

La primera apertura del portal había sido un acontecimiento imprevisto; la segunda, un intento de rescate a la desesperada. Esta vez sería una operación planeada y ordenada.

Siempre cabía la posibilidad de que las cosas salieran mal, de que el portal se abriera a algún otro mundo, o que Ponter hubiera malinterpretado a los gliksins y estuvieran esperando una oportunidad para invadirlos desde el otro lado. En previsión de esto último, uno de los miembros más viejos del Consejo tendría un detonador en la mano. Se habían colocado explosivos en todas las salas de la instalación cuántica subterránea. Si las cosas iban mal, Bedros detonaría los explosivos; miles de pertavs de roca se desplomarían, llenando la cámara. Y aunque las transmisiones del implante Acompañante de Bedros no llegaran a la superficie desde allí, sí que llegarían a los explosivos: si Bedros tenía que morir (si los gliksins u otras criaturas los invadían disparando sus armas) su Acompañante dispararía los explosivos.

Adikor, mientras tanto, se encargaría de un botón de emergencia menos radical. Si algo fallaba, podría desconectar toda la energía del ordenador cuántico, lo cual cortaría el enlace. Y si moría, su Acompañante podría hacer lo mismo. En la superficie, la entrada a la mina de níquel Debral había sido preparada igualmente con explosivos, y los controladores vigilaban, dispuestos a actuar en caso de emergencia.

Naturalmente, Ponter y Tukana no iban a aparecer sin más al otro lado. Se enviaría una sonda primero, con cámaras, micrófonos, aparatos para tomar muestras de aire y de más. La senda había sido pintada de un naranja vivo y un aro de luces la rodeaba. Querían que no hubiera ninguna posibilidad de que los gliksins la confundieran con un aparato espía: Ponter había explicado la extraña obsesión de los gliksins por proteger su intimidad.

Como el robot enviado para rescatar a Ponter, la sonda suministraría datos a este lado a través de un cable de fibra óptica. Pero, al contrario que aquel desgraciado robot, estaría también sujeto por una fuerte cuerda de fibra sintética.

Aunque la sonda era tecnológicamente muy sofisticada, y el tubo de Derkers que se emplearía para obligar al portal a permanecer abierto era una pieza de ingeniería mecánica razonablemente compleja, la introducción del tubo sería una operación simple.

El ordenador cuántico de Ponter y Adikor había sido construido para hallar números verdaderamente enormes. Al hacerlo, accedía a universos paralelos donde ya existían otras versiones de sí mismo, y cada una de esas versiones probaba un solo factor potencial. Al combinar los resultados de todos los universos, se podían comprobar simultáneamente millones de factores potenciales.

Pero si el número era tan gigantesco que tenía más factores candidatos que universos paralelos donde aquella instalación de cálculo cuántico ya existía, el ordenador cuántico se veía obligado a tratar de acceder a universos donde no existía una versión de sí mismo. En cuanto conectara con uno de esos universos) el proceso de búsqueda de factores se interrumpiría, creando el portal.

La instalación de cálculo cuántico constaba originalmente de sólo cuatro habitaciones: un baño seco, un comedor, la sala de control y la enorme cámara de ordenadores. Pero se acababan de añadir tres habitaciones más: una pequeña enfermería, un dormitorio y una gran sala de descontaminación. La gente tendría que ser descontaminada al ir en cada dirección, para reducir la posibilidad de que llevara algo lesivo al otro mundo y limpiarla de cualquier patógeno que pudiera traer. Los gliksins tenían una tecnología de descontaminación limitada: tal vez al no tener casi vello corporal les resultaba fácil mantenerse limpios, O aquella nariz suya diminuta los mantenía benditamente ignorantes de su propia suciedad. Pero los descontaminadores corporales sintonizados por láser (que atravesaban limpiamente las estructuras proteínicas específicas de la piel humana, la carne, los órganos y el pelo, pero que desintegraban gérmenes y virus) hacía tiempo que se utilizaban en este mundo.