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Cuando Tukana hubo superado la impresión del despegue, se volvió hacia Hélene.

—Lo siento —dijo la embajadora—. Creo que antes no he estado a la altura de sus expectativas.

Hélene frunció el ceño.

—Bueno, digamos que los humanos de aquí esperamos un poco más de pompa y circunstancia.

El traductor de Tukana pitó dos veces.

—Ya sabe —dijo Hélene—, un poco más de ceremonia, algunas palabras amables más.

—Pero dijo que nada de sustancia.

Hélene sonrió.

—Exactamente. El primer ministro es bastante campechano: no tendrá ningún problema con él esta noche. Pero mañana se dirigirá a la Asamblea General de las Naciones Unidas, y esperarán que hable durante algún tiempo.

Hizo una pausa.

—Perdóneme, pero creí que era usted diplomática de carrera.

—Lo soy —dijo Tukana, a la defensiva—. He pasado tiempo en Evnoy y Ranillass y Nalkanu, representando los intereses de Saldak. Pero nosotros intentamos llegar al meollo lo más rápidamente posible en esas discusiones.

—¿No les preocupa ofender a nadie siendo bruscos?

—Por eso los embajadores viajamos a esos lugares en vez de negociar por medio de telecomunicaciones. Nos permite oler las feromonas de aquellos con quienes hablamos, y a ellos oler las nuestras.

—¿Funciona eso cuando se dirige a un grupo grande?

—Oh, sí. He mantenido negociaciones con diez personas e incluso once a la vez.

Hélene se quedó boquiabierta.

—Mañana hablará ante mil ochocientas personas. ¿Podrá detectar si está ofendiendo a alguien en un grupo tan grande?

—No, a menos que el individuo ofendido sea el que está más cerca de mí.

—Entonces, si no le importa, me gustaría darle unos cuantos consejos.

Tukana asintió.

—Como creo que dicen ustedes, soy toda oídos.

14

Mary había regresado a su laboratorio del primer piso y estaba sentada en un sillón giratorio de cuero negro, el tipo de mueble lujoso propio de ejecutivos que no hay nunca en el despacho de un catedrático de universidad, Se había dado la vuelta, apartándose de la mesa, y contemplaba a través del ventanal encarado al norte el lago Ontario. Sabía que Toronto estaba frente a Rochester, pero ni siquiera en un día claro lo veía desde allí; la costa opuesta estaba más allá del horizonte. La estructura libre más alta del mundo, la Torre CN, estaba justo en la orilla de Toronto. Casi había esperado que, al menos, despuntara en la curva de la superficie de la Tierra, pero…

Pero recordaba a Ponter diciendo que había sido un error pedir que su implante Acompañante, Hak, estuviera programado con la voz de su esposa muerta. En vez de darle consuelo, era un doloroso recordatorio de cosas perdidas. Tal vez era mejor que Mary no pudiera ver nada de Toronto a través de su ventana,

Le habían dicho que Seabreeze era un lugar maravilloso en verano, pero ahora que empezaba el otoño, era bastante sombrío, Mary se había aficionado a las noticias de la WROC, la afiliada local de la CBS, pero en todos los partes meteorológicos que había oído usaban el término «efecto lago», algo que nunca había visto cuando vivía en el lado norte del mismo lago. Toronto estaba razonablemente libre de nieve en invierno, pero al parecer Rochester quedaba embotado por la materia blanca, gracias al aire frío que bajaba de Canadá y acumulaba humedad cuando alcanzaba el lago Ontario.

Mary tomó un tazón de café, lo llenó con su poción favorita de Maxwell House mezclado con batido de chocolate, y dio un sorbo. Se había aficionado al Upstate Dairy’s Extreme Chocolate Milk, que, como el fabuloso Heluva Good French Onion Dip, no estaba disponible en Toronto. Al menos, estar lejos de casa tenía unas cuantas compensaciones…

Mary salió de su ensimismamiento cuando sonó el teléfono de su escritorio. Soltó el tazón de café. Muy pocas personas tenían su número de aquí… y no era una llamada interna del Grupo Sinergia: ésas eran anunciadas por un timbre diferente.

Descolgó el auricular negro.

—¿Diga?

—¿Profesora Vaughan? —dijo una voz de mujer.

—¿Sí?

—Soy Daria.

Mary sintió que su espíritu se animaba. Daria Klein, su estudiante de posgrado en la Universidad de York. Naturalmente, Mary había dado su nuevo número de teléfono a los miembros de su antiguo departamento; después de dejarlos colgados justo antes de empezar las clases, era lo menos que podía hacer.

—¡Daria! —exclamó Mary—. ¡Cuánto me alegro de oírte!

Mary visualizó el rostro anguloso y sonriente de la esbelta muchacha de pelo oscuro.

—Yo también me alegro de oír su voz —dijo Daria. Espero que no le importe que la llame. Es que no quería enviar un e-mail con esto.

Mary casi podía oír a Daria dando saltitos arriba y abajo.

—¿Con qué?

—¡Con Ramsés!

Daria se estaba refiriendo obviamente al cadáver del antiguo egipcio en cuyo ADN había estado trabajando.

—Supongo que ya tienes los resultados —dijo Mary.

—¡Sí, sí! ¡Es en efecto miembro del linaje Ramsés… presumiblemente Ramsés I! ¡Apunte otro éxito para la Técnica Vaughan!

Mary probablemente se ruborizó un poquito.

—Eso es magnífico —dijo. Pero era Daria quien había hecho la concienzuda secuenciación—. Enhorabuena.

—Gracias. La gente de Emory está encantada.

—Maravilloso —dijo Mary—. Buen trabajo. Estoy realmente orgullosa de ti.

—Gracias —repitió Daria.

—Bueno, ¿y cómo van 1as cosas en York?

—Igual que siempre —dijo Daria—. Los interinos hablan de ir a la huelga, están zurrrando de lo lindo a los Yeomen, y el Gobierno provincial ha anunciado más recortes.

Mary soltó una risa triste.

—Lamento oír eso.

—Sí, bueno, ya sabe. —Daría hizo una pausa—. La noticia realmente preocupante es que violaron a una mujer en el campus a principios de semana. La noticia apareció en el Excalibur.

El corazón de Mary se paró durante un segundo,

—Dios mío —dijo.

Hizo girar el sillón para mirar de nuevo por la ventana, visualizando York.

—Sí —continuó Daria—. Sucedió cerca de aquí… cerca de Farquharson.

—¿Dijeron quién fue la víctima?

—No. No se han dado detalles.

—¿Han capturado al violador?

—Todavía no.

Mary inspiró profundamente.

—Ten cuidado, Daria. Ten mucho cuidado.

—Lo tendrá. Josh me recoge después del trabajo todos los días.

Josh (Mary nunca podía recordar si apellido) era el novio de Daria, un estudiante de derecho de Osgoode Hall.

—Bien —dijo Mary—. Eso está bien.

—De todas formas, sólo quería que supiera lo de Ramsés —dijo Daria, decidida a adoptar un tono más ligero—. Estoy segura de que causará algo de revuelo en la prensa. Alguien de la CBC vendrá maña al laboratorio.

—Eso es magnífico —dijo Daria, la mente desbocada.

—Estoy que no quepo en mí. ¡Todo esto es tan guai!

Mary sonrió. Sí que lo era.

—Bueno, pues la dejo —dijo Daria—. Sólo quería ponerla al corriente. Ya hablaremos otro día.

—Adiós —dijo Mary.

—Adiós —repitió Daria, y cortó la comunicación.

Mary trato de colgar el auricular, pero la mano le temblaba y no llegó a colocarlo en la horquilla.

Otra violación.

¿Significaba eso otro violador?

¿O… o… o…?

¿O era el monstruo, el animal, el que ella no había denunciado. Que volvía a golpear?

Mary sintió que se le revolvía el estómago, como si estuviera en un avión que hubiera entrado en picado.