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—Lo acepto con gratitud en nombre de todos los pueblos de esta Tierra —dijo el hombre de piel oscura—. Y, a cambio, por favor, acepte este regalo nuestro.

Le tendió su caja a Tukana, Ella la abrió, y alzó lo que parecía ser una roca cubierta de plástico transparente.

—Esta muestra de mármol fue recogida por James Irwin en Hadley Rille.

Hizo una dramática pausa, obviamente disfrutando de la falta de comprensión de Tukana.

—Hadley Rille —explicó el secretario general— está en la Luna.

Los ojos de Tukana se abrieron de par en par. Ponter se sintió igualmente anonadado, ¡Un trozo de la Luna! ¿Cómo podía haber dudado de que fuera lo adecuado tener relaciones con estos humanos?

17

Mary bajó corriendo la escalinata curva del vestíbulo de las Naciones Unidas. Ponter y Tukana, abandonaban el salón de la Asamblea General, rodeados por un cuarteto de policías uniformados que hacían las veces de guardaespaldas, Mary corrió hacia los dos neanderthales, pero uno de los policías se dispuso a bloquearle el paso.

—Lo siento, señora —dijo.

Mary gritó el nombre de Ponter, y Ponter la miró.

—¡Mary!—respondió con su propia voz, y luego, a través del traductor añadió—: Es aceptable que pase, oficial. Es mi amiga.

El policía asintió y se hizo a un lado. Mary avanzó, cubriendo la distancia entre Ponter y ella.

—¿Cómo crees que ha ido? —preguntó Ponter.

—Brillante —contestó Mary—. ¿De quién fue la idea de traer un molde de vuestra versión del cráneo de Lucy?

—De uno de los geólogos de Inco.

Mary meneó la cabeza, asombrada.

—Una elección perfecta.

La embajadora Prat se volvió hacia Mary.

—Estamos a punto de dejar estas instalaciones para ir a comer ¿Quiere por favor venir con nosotros?

Mary sonrió, la neanderthal podía no ser la diplomática más experta del mundo, pero desde luego era amable.

—Me encantaría —dijo Mary.

—Vamos pues — dijo Tukana—. Tenemos… ¿Cómo lo dicen ustedes? Tenemos una reserva en un comedero cercano.

Mary se alegró de llevar el abrigo, aunque Ponter y Tukana parecían bastante cómodos con su ropa. Los dos llevaban el tipo de pantalones que ya había visto llevar a Ponter, terminados en bolsas que cubrían los pies. Los de Ponter eran verde oscuro y los de Tukana marrones. Y ambos vestían camisas con cierres en los hombros.

Mary se tomó un segundo para mirar la torre de las Naciones Unidas, un gran monolito Kubrickiano recortado contra el sol. Además de por Mary, los dos neanderthales iban acompañados por dos diplomáticos estadounidenses, y dos canadienses. Los cuatro policías rodeaban al grupito mientras recorrían el centro.

Tukana hablaba con los diplomáticos. Ponter y Mary iban detrás charlando.

—¿Cómo está tu familia? —preguntó Mary.

—Está bien —respondió Ponter—. Pero te sorprenderá saber qué sucedió en mi ausencia. Mi hombre-compañero, Adikor, fue acusado de asesinarme.

—¿De verdad? Pero ¿por qué?

—Es una larga historia; Pero, por fortuna, regresé a mi mundo a tiempo para exculparlo.

—¿Y ahora está bien?

—Sí, está bien, Espero que lo conozcas. Es…

Tres sonidos, prácticamente simultáneos: Ponter hizo «oof», uno de los oficiales de policía gritó y hubo un fuerte estampido, como un trueno.

Mientras Ponter se desplomaba, Mary advirtió lo que había ocurrido. Cayó de rodillas junto a él, buscando en su camisa empapada de sangre algún signo de la herida de entrada para poder restañarla.

«¿Un trueno?», pensó Tukana. Pero no, eso era imposible. El cielo, aunque apestoso, estaba claro y sin nubes.

Se volvió y miró a Ponter, quien, asombrosamente, estaba tendido en el pavimento, sangrando. Ese sonido… un arma de proyectiles, una «pistola» era el término. Le habían disparado y…

Y de repente la propia Tukana cayó hacia delante, empujada de bruces contra el sucio, su nariz gigantesca aplastada contra el pavimento.

Uno de los controladores gliksins había saltado sobre la espalda de Tukana, empujándola al suelo, usando su cuerpo para proteger el suyo. Noble, sí, pero Tukana no quería eso. Extendió la mano, agarró al controlador por el antebrazo, lo alzó y lo empujó hacia delante, de modo que aterrizó de espalda ante ella, aturdido. Tukana se puso en pie y, a pesar de la sangre que manaba de su nariz, no tuvo ningún problema para detectar el olor de la explosión química de la pistola. Giró la cabeza a izquierda y derecha y…

Allí. Una figura corriendo, y en su mano… El arma apestosa.

Tukana corrió tras él, sus enormes piernas batiendo el terreno.

—Le han disparado en el hombro derecho —le dijo Hak a Mary a través de su altavoz externo—. Su pulso es rápido, pero débil. Su presión sanguínea está bajando, igual que su temperatura corporal.

—Conmoción —dijo Mary. Siguió explorando el hombro de Ponter hasta encontrar el lugar por donde había penetrado la bala, y su dedo se hundió en la herida hasta el segundo nudillo—. ¿Sabes si la bala ha salido del cuerpo?

Uno de los policías se alzaba sobre Mary; otro usaba la radio que llevaba en el pecho para llamar a una ambulancia. El tercer policía conducía al interior a los diplomáticos estadounidenses y canadienses.

—No estoy seguro —dijo Hak—. No detecto el agujero de salida. Una pausa—. Está perdiendo demasiada sangre. Hay un escalpelo cauterizador láser en su equipo médico. Abre la tercera bolsa a mano derecha.

Mary extrajo un aparato que parecía un grueso pene verde.

—¿Es esto?

—Sí. Gira el cuerpo inferior del escalpelo hasta que el símbolo con los dos puntos y una barra quede alineado con el triángulo de referencia.

Mary miró el aparato e hizo lo que Hak le decía.

—¿Así? —dijo, acercando el escalpelo a la lente del Acompañante.

—Correcto —dijo Hak—. Ahora sigue exactamente mis instrucciones. Abre la camisa de Ponter.

—¿Cómo?

—Hay broches en el hombro. Se abren cuando se les aprieta simultáneamente desde ambos lados.

Mary probó con uno y en efecto se abrió. Continuó hasta que dejó al descubierto todo el hombro y el brazo izquierdos. La herida de entrada estaba rodeada de brillante sangre roja que llenaba los declives de su musculatura.

—El escalpelo se activa pulsando el cuadrado azul. ¿Lo ves?

Mari asintió.

—Si.

—Si pulsas el botón un poco, el láser se activará, pero a baja potencia, y así podrás ver adónde se dirige el rayo. Pulsando hasta el fondo, dispararás el Láser a plena potencia, así suturará la arteria rota.

—Comprendo —dijo Mary. Usó los dedos para abrir la herida y poder ver dentro.

—¿Ves la arteria? —preguntó Hak.

Había demasiada Sangre.

—No.

—Pulsa el cuadrado de activación a la mitad.

Un brillante punto azul apareció en mitad de la sangre.

—Muy bien —dijo Hak—. La rotura de la arteria está a once milímetros de donde señalas, en línea recta entre tu actual posición y el pezón de Ponter.