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Ahora estaban los dos de pie, separados por un metro, ambos completamente desnudos, a excepción del Acompañante y la venda en el hombro de Ponter, donde le habían disparado. Ponter acortó distancias entre ellos, tomó de nuevo a Mary en brazos y cayeron de lado en la cama.

Mary lo quería en su interior… pero no todavía, no tan pronto. Habían perdido un montón de tiempo, y el cansancio que antes había llevado a Mary a dar por terminada la noche había desaparecido por completo. Pero, de todas formas, ¿cómo hacían el amor los neanderthales? ¿Y si algo era tabú o se consideraba repulsivo? Decidió dejar a Ponter llevar la iniciativa, pero también él vacilaba, presumiblemente preocupado por la misma cuestión, y finalmente Mary se encontró haciendo algo que nunca había hecho, acariciando con la lengua el musculoso y peludo torso de Ponter, y bajando por los contornos de su estómago. Tras una breve vacilación, dando a Ponter la oportunidad de detenerla si quería, abrió mucho la boca y se introdujo su pene.

Ponter dejó escapar un suspiro de contento. Mary había hecho felaciones a Colm antes, pero siempre con pocas ganas, porque sabía que a él le gustaba, pero sin obtener ningún placer. Esta vez, sin embargo, devoró a Ponter ansiosamente, apasionadamente, disfrutando del rítmico latido de su enorme órgano y el sabor salado de su piel. Pero no quería que él terminara de esta forma, y, si estaba la mitad de excitado que ella, sin duda se correría pronto si continuaba. Mary dejó que el pene saliera de su boca con una larga y lenta chupada final, alzó la mirada y sonrió. Él se dio la vuelta e hizo lo mismo, y con la lengua encontró el clítoris de inmediato y jugueteó con él. Ella jadeó un poco… sólo porque hizo un esfuerzo consciente por no jadear mucho. Ponter alternaba entre movimientos rápidos con la lengua arriba y abajo y mordisqueos en sus labios.

Mary estaba disfrutando cada segundo, pero no quería correrse de esta forma, no la primera vez con él. Lo quería dentro de ella. Ponter parecía estar pensando exactamente lo mismo, ya que apartó la cara de ella y la miró, la barba brillando en la oscuridad con su humedad.

Ella esperó que, simplemente, se tumbara sobre ella y le introdujera el pene al hacerlo, pero de repente la hizo darse media vuelta. Mary volvió a jadear, pero esta vez de sorpresa. Nunca había practicado el sexo anal, y no estaba segura de querer practicarlo. Pero de repente las manos de Ponter se deslizaron por su cuerpo, la acariciaron y la auparon de modo que quedo en cuatro patas, y su largo pene entró en su vagina desde atrás. Mary no pudo evitar dejar escapar un gruñido mientras él la penetraba, pero también se sintió aliviada de que no hubieran entrado en un nuevo territorio sexual. Sus manos, desde atrás, le acariciaron los pechos mientras entraba y salía de ella. Mary y Colm lo habían intentado de vez en cuando al estilo perrito, pero el pene de Colm no era lo bastante largo para satisfacerla realmente cuando lo hacían así. Pero Ponter…

¡Maravilloso, maravilloso Ponter!

En sus fantasías sobre aquel momento (fantasías que había intentado apartar de su mente cada vez que se producían), siempre los había imaginado haciéndolo en la postura del misionero, su boca cubriendo la suya mientras se introducía en ella, pero…

Pero se llamaba la postura del misionero por un motivo; no era la postura sexual que más gustaba a todo el mundo en esta Tierra.

Ponter debía de haber estado preguntándose lo mismo. Habló en voz baja, y Hak tradujo al mismo volumen. Con todo, advertir que el Acompañante de Ponter era consciente de todo lo que estaban haciendo provocó que la espalda de Mary se envarara un momento. Nunca lo había hecho con nadie mirando, y había conseguido disuadir a Colm las dos veces que él había tratado el tema de grabar en vídeo sus actos amorosos.

—¿Es así como lo hacéis? —había preguntado la voz de Hak, de parte de Ponter.

Mary trató de apartar de su mente la idea de Hak, y contestó:

—En realidad, tendemos a hacerlo cara a cara.

—Ah —dijo Ponter, y Mary lo sintió salir de ella.

Pensó que simplemente iba a volverla de espaldas, pero se quedó de pie junto a la cama y le tendió una mano. Perpleja, Mary le dio la suya, y él la ayudó a ponerse en pie; el duro pene chocó contra su liso vientre. Él extendió entonces sus dos enormes manos, sostuvo cada glúteo en una y la levantó del suelo. Las piernas de Mary se abrieron de forma natural, rodeando su cintura, y él la bajó hasta su pene, alzándola y bajándola sin esfuerzo una y otra vez a lo largo de su tronco mientras permanecía en pie. Sus labios respondieron, y cuando se besaron, y mientras, su corazón redoblaba y el pecho de él subía y bajaba, ella se corrió con una gran sensación de estremecimiento, gimiendo a su pesar, y cuando terminó, Ponter aumentó el ritmo de sus oscilaciones arriba y abajo aún más, y Mary se apartó un poco de él, mirándole a la cara, sus hermosos ojos dorados clavados en ella, mientras su cuerpo se sacudía por el orgasmo. Y, por fin, los dos cayeron de lado sobre la cama, y él la abrazó a ella, y ella lo abrazó a el.

26

Mary y Ponter no se habían molestado en correr las cortinas de la habitación del hotel, así que, cuando salió el sol, Mary se despertó y vio que también Ponter estaba despierto.

—Buenos días —dijo, mirándolo. Pero al parecer él llevaba despierto un rato, y cuando volvió la cabeza para mirarla, las lágrimas corrían por los profundos huecos que contenían sus ojos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Mary, secando amablemente la humedad con el dorso de la mano.

—Nada.

Mary frunció exageradamente el ceño.

—Nada, y un cuerno —dijo—. ¿Qué pasa?

—Lo siento. Anoche…

Mary sintió que se le encogía el corazón. Le había parecido maravilloso. ¿No compartía él la misma opinión?

—¿Qué ocurre?

—Lo siento —repitió él—. Era la primera vez que estaba con una mujer desde…

Mary alzó las cejas, comprendiendo.

—Desde que murió Klast —terminó de decir, en voz baja. Ponter asintió.

—La echo mucho de menos.

Mary le pasó un brazo por el pecho, sintiéndolo subir y bajar con cada inspiración.

—Lamento no haber llegado a conocerla.

—Perdóname —dijo Ponter—. Tú estás aquí; Klast no. Yo no debería estar…

—No, no, no —dijo Mary, suavemente—. No pasa nada. Está bien. Me gusta…me gusta que tengas esos sentimientos tan profundos.

Ella se apretó contra su pecho. No podía reprocharle que pensara en su difunta esposa; después de todo, no había pasado tanto tiempo desde su muerte y…

Y de repente Mary pensó en lo único que no se le había pasado por la cabeza desde que Ponter la había tomado en brazos en el pasillo, la única presencia sin rostro de su propio pasado que no había invadido el tiempo que habían estado juntos. Pero descubrió que podía descartar rápidamente ese pensamiento y, rodeando con el brazo a Ponter, y con uno de los suyos posado ahora sobre su espalda desnuda, Mary volvió a quedarse dormida, absolutamente en paz.

—¿Así que usted y esa hembra gliksin tuvieron relaciones íntimas? —preguntó Selgan, al parecer intentando controlar su sorpresa.

Ponter asintió.

—Pero…

—¿Qué? —lo desafió Ponter.

—Pero ella… es una gliksin. —Selgan hizo una pausa y luego se encogió de hombros—. Es de una especie diferente.