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—Ella es humana —dijo Ponter con firmeza.

—Pero…

—¡Nada de peros! —dijo Ponter—. Es humana. Todos son humanos, todas las personas del otro mundo.

—Si usted lo dice… Y sin embargo…

—Usted no los conoce. No ha visto a ninguno. Son personas. Son como nosotros.

—Parece ponerse a la defensiva con este tema —dijo Selgan.

Ponter sacudió la cabeza.

—No. Tal vez tuviera usted razón en otras cosas, pero no en esto. En mi mente no hay ninguna duda. Mary Vaughan, Lou Benoit, Reuben Montego, Héllme Gagné y todos los demás que he conocido allí… son seres humanos. Tendrá usted que reconocerlo; todos ustedes tendrán que reconocerlo.

— Y sin embargo estaba usted llorando.

—Fue como le dije a Mary. Estaba recordando a Klast.

—¿No se sentía culpable?

—¿Porqué?

—Dos no eran Uno en ese momento.

Ponter frunció el ceño.

—Bueno, supongo que es verdad. Quiero decir, nunca lo había pensado. En el mundo gliksin, machos y hembras pasan todo el mes juntos y…

—¿Y cuando estés en Bistob, haz como hacen los bistobianos?

Ponter se encogió de hombros.

—Exactamente.

—¿Cree que su hombre-compañero habría compartido su punto de vista?

—Oh, a Adikor no le habría importado. De hecho, le habría encantado. Quiere que me busque una nueva mujer, y bueno…

—¿Bueno qué?

—Mejor una gliksin cuando Dos se supone que están separados, que Daklar Bolbay en cualquier momento del mes. Ésa sería su opinión, estoy seguro.

Mary y Ponter salieron por fin de la habitación del hotel. Se habían perdido las tres primeras ponencias de la mañana, pero no pasaba nada. Mary había descargado el archivo PDP que contenía los borradores antes de salir de Nueva York, y sabía que las sesiones de la mañana estaban dedicadas al Homo erectus y a algunos intentos por resucitar al Homo ergaster como especie separada. No se había recuperado nunca ADN de ninguna de estas antiguas formas, así que Mary no estaba particularmente interesada.

Mientras salían al pasillo, apareció uno de los agentes del FBI. —Enviado Boddit —dijo—, esto acaba de llegar de Sudbury, vía FedEx.

El hombre tendió una valija diplomática. Ponter aceptó la bolsa, la abrió y extrajo una perla de memoria. Le dio vueltas en la mano.

—Debería escucharla.

Mary sonrió.

—Bueno, desde luego no quiero oír cómo te gritan. Voy a mirar las exposiciones.

Ponter sonrió y entró en su habitación. El agente del FBI permaneció en el pasillo, y Mary se acercó a los ascensores.

Llegó el ascensor. Mary se encaminó hacia el saloncito donde se exhibían los carteles de la Asociación Arqueológica de América. Su congreso no empezaba realmente hasta el día siguiente, y Ponter y ella iban a quedarse, pero varios ponentes ya habían colocado sus carteles. Mary se puso a contemplar un par de paneles sobre la alfarería hopi.

Sin embargo, al cabo de un rato, preocupada porque Ponter no llegaba, regresó a la planta doce.

El agente del FBI seguía en el pasillo.

—¿Está usted buscando al enviado Boddit, señora?

Mary asintió.

—Está en su propia habitación —dijo el agente.

Mary fue a esa habitación y llamó con los nudillos a la puerta que, al cabo de un momento, se abrió.

—¡Mary! —dijo Ponter.

—Hola. ¿Puedo pasar?

—Sí, sí.

La maleta de Ponter (un extraño trapezoide que había traído del otro universo) estaba abierta sobre la cama.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Mary.

—Empaquetando.

—¿Te obligan a regresar? Creí que dijiste que no ibas a hacerlo.

Ella frunció el ceño. Naturalmente, ahora que había una docena de neanderthales en la ciudad de Nueva York, él no tenía que quedarse para obligar a que el portal permaneciera abierto, pero bueno, después de anoche…

—No —dijo Ponter—. Nadie me obliga. La perla de memoria era de mi hija, Jasmel Ket.

—Dios mío, ¿se encuentra bien?

—Jasmel está bien. Ha consentido en ser la mujer-compañera del Tryon, un joven al que ha estado viendo.

Mary alzó las cejas.

—¿Quieres decir que va a casarse?

—Es comparable, sí —dijo Ponter—. Debo regresar a nuestro universo para la ceremonia.

—¿Cuándo es?

—Dentro de cinco días.

—Guau —dijo Mary—. Sí que son rápidas las cosas en tu mundo.

—Lo cierto es que Jasmel ha estado retrasándose. Pronto será el momento de concebir la generación 149. Jasmel todavía no ha seleccionado una mujer-compañera, pero ése no es un tema tan sensible al tiempo.

—¿Has visto a ese … Tryon?

—Sí, varias veces. Es un buen chico.

—Mmm, Ponter, ¿estás seguro de que no se trata de un truco? Ya sabes, para atraerte de vuelta al otro lado.

—No es ningún truco. El mensaje era realmente de Jasmel, y ella nunca me mentiría.

—Bueno, será mejor que te llevemos de vuelta a Sudbury, entonces.

—Gracias.

Ponter guardó silencio un instante, como si estuviera pensando en algo.

—¿Te… te gustaría acompañarme a la ceremonia de unión? Es costumbre que vayan los padres de los jóvenes, pero…

Pero la madre de Jasmel, Klast, estaba muerta. Mary no pudo evitar sonreír.

—Me encantaría —dijo—. Pero ¿tenemos tiempo para la presentación de mi estudio? Es a las dos y media de esta tarde. No es por usar una metáfora militar, pero me encantaría soltar esa bomba.

—¿Cómo?

—Va a ser explosivo.

—Ah —dijo Ponter, comprendiendo—. Sí, por supuesto, podemos quedarnos para eso.

La disertación de Mary fue, en efecto, el punto culminante del congreso: estaba, después de todo, poniendo punto final al mayor debate de la antropología al declarar que el Homo neanderthalensis era decididamente una especie por derecho propio. Normalmente, habría publicado un extracto con antelación y descubierto su mano, pero había sido una incorporación de último minuto al programa, y el título de su disertación, «El ADN nuclear neanderthal y la resolución de la taxonomía neanderthal», había sido suficiente para asegurar una sala repleta.

Y, naturalmente, la sala estalló en comentarios en el momento en que ella colgó la transparencia del cariotipo de Ponter. En el fondo, Mary estaba encantada de tener que marcharse a Sudbury al cabo de quince minutos. De hecho, al advertir la longitud de la presentación, Ponter la sorprendió al decir:

—Ese tipo que pintaba latas de sopa estaría orgulloso de ti.

Justo antes de que dejaran el hotel, Mary llamó a Jock Krieger al Grupo Sinergia. Jock parecía encantado de que Mary se lo estuviera pasando bien con Ponter, y le entusiasmó que tuviera una oportunidad para visitar el mundo neanderthal. Sin embargo, le hizo una petición.

—Quiero que haga para mí un sencillo experimento cuando esté allí.

—¿Sí?

—Llévese una brújula, una brújula magnética corriente, y cuando llegue al otro mundo, oriéntese por algún otro método, de modo que esté segura de que no está mirando al norte. Use la Estrella del Norte si es de noche, o el amanecer o la puesta de sol para encontrar el este o el oeste si es de día. ¿De acuerdo? Entonces compruebe en qué dirección señala la aguja de la brújula.

—Debería señalar al norte, ¿no?

—Eso es lo que le pasa por faltar a las reuniones de personal —dijo Jock—. Los neanderthales sostienen que su mundo ya ha experimentado la inversión de polos que está comenzando aquí. Quiero que averigüe usted si es verdad.

—¿Por qué mentirían en una cosa así?

—Estoy seguro de que no lo harían. Pero podrían estar equivocados. Recuerde: no tienen satélites. La mayoría de nuestros estudios sobre el campo magnético de la Tierra se han hecho desde la órbita. —Muy bien —dijo Mary.