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Daklar estaba también indudablemente emocionada. Después de todo, según había entendido Mary, Jasmel y ella habían vivido juntas toda la vida de la muchacha.

Jasmel volvió a hablar;

—Si, en cualquier momento, te cansas de mí, prometo liberarte sin acritud, y con los mejores intereses de nuestros hijos como mi mayor prioridad.

Mary se sintió impresionada por eso. Cuánto más simple hubiese sido su propia vida si Colm y ella hubieran hecho un juramento similar. Miró de nuevo a Ponter y…

«¡Jesús!»

Daklar se había situado junto a él y (Mary apenas podía creerlo), ¡los dos estaban tomados de la mano!

Al parecer ahora le tocaba a Tryon el turno de hablar.

—Prometo llevarte en mi corazón veintinueve días al mes, y tenerte en mis brazos cada vez que Dos se conviertan en Uno.

«Dos que se convierten en Uno», pensó Mary. Sin duda eso ya había sucedido una vez desde el primer regreso de Ponter a casa y su reaparición en la Tierra de Mary. Ella había supuesto que había pasado ese tiempo solo, pero…

—Prometo —dijo Tryon— que tu salud y tu felicidad serán tan importantes para mí como las mías propias.

»Si, en cualquier momento, te cansas de mí —continuó—, prometo liberarte sin dolor, y con los mejores intereses de nuestros hijos como mi mayor prioridad.

Normalmente, a Mary le hubiese encantado oír unos votos matrimoniales tan equitativos: Colm había dicho una vez que era una lástima que el ceremonial católico no incluyera «y obedecer». Pero la idea quedó completamente subordinada a su sorpresa al ver que Ponter y Daklar se mostraban afectuosos el uno con el otro… ¡Y después de lo que ella le había hecho a Adikor!

La pequeña Megameg sobresaltó a Mary al dar una palmada.

—¡Están unidos! —chilló.

Durante medio segundo, Mary pensó que la niña se refería a Ponter y Daklar, pero, no, no, eso era ridículo.

Bal se dio una palmada en el estómago.

—¡Ahora que hemos terminado con esto, pongámonos a trabajar en la preparación del festín!

33

—¿Qué es usted? ¿Idiota? —preguntó Selgan, sacudiendo la cabeza asombrado.

—¡Daklar no tenía que estar allí! —dijo Ponter—. Una ceremonia de unión implica sólo a los padres y a los dos hijos que se unen. No hay ninguna función para los compañeros del mismo sexo de los padres.

—Pero Daklar era tabant de sus hijas.

—De Jasmel no. Jasmel había alcanzado la mayoría de edad. Ya no tenía una tutora legal.

—Pero usted llevó a Mary —dijo Selgan.

—Sí. Y no pido disculpas por eso: era mi derecho llevar a alguien en lugar de Klast. —Ponter frunció el ceño—. Daklar no debería haber estado allí.

Selgan se rascó la cabeza, donde mostraba menos pelo.

—Ustedes los de las ciencias físicas —dijo, sacudiendo de nuevo la cabeza—, esperan que los humanos se comporten de manera predecible, que sigan leyes inmutables. Pero no lo hacen.

Ponter hizo una mueca.

—A mí me lo va a decir.

Para horror de Mary, se suponía que todos tenían que participar en el despiece del ciervo. Bal y Yabla, como padres del… del «novio» (Mary no podía dejar de utilizar el término), habían traído afilados cuchillos de metal, y Bal abrió al ciervo de la garganta a la cola. Mary no estaba preparada para la visión de tanta sangre y se excusó, apartándose un poco.

Hacía frío allí, en el mundo neanderthal, y la temperatura seguía bajando. El sol está a punto de ponerse.

Mary estaba de espaldas al grupo, pero al cabo de unos momentos oyó pisadas sobre las primeras hojas de otoño. Supuso que era Ponter, que venía a ofrecerle consuelo… y una explicación. Pero el corazón de Mary dio un brinco cuando oyó la grave voz de Daklal.

—Parece incómoda con el deshollamiento del ciervo —dijo.

—Nunca he hecho nada parecido —respondió Mary, dándose la vuelta.

Vio que Yabla y la pequeña Mega estaban recogiendo leña para encender una hoguera.

—No importa. Tenemos un par de manos extra, de todas formas.

Al principio Mary pensó que Daklar estaba haciendo referencia a su propia presencia, que claramente había sorprendido a Ponter y por tanto, pensó Mary, tal vez le estaba dirigiendo una indirecta.

—Ponter me invitó —dijo Mary, molesta por parecer a la defensiva.

—Ya veo.

Mary, sabiendo que lamentaría hacerla, pero incapaz de detenerse, insistió.

—No comprendo cómo puede ser todo luz y dulzura después de lo que le hizo a Adikor.

Daklar guardó silencio un momento, y Mary fue incapaz de leer su expresión.

—Veo que nuestro Ponter ha estado contándole cosas —dijo por fin la mujer neanderthal.

A Mary no le gustó la expresión «nuestro Ponter», pero no respondió nada. Pasado un instante, Daklar continuó:

—¿Qué le dijo exactamente?

—Que mientras él estuvo en mi mundo, usted acusó a Adikor de su asesinato… ¡Adikor! ¡A quien Ponter quiere tanto!

Daklar alzó la ceja.

—¿Le dijo cuál fue la principal prueba contra Adikor?

Mary sabía que Daklar era recolectora, no cazadora, pero se sintió como si la estuvieran conduciendo a una trampa. Sacudió la cabeza en un arco de pocos grados.

—No había ninguna prueba, porque no hubo ningún crimen.

—No esa vez, no. Antes.

Daklar hizo una pausa y su tono pareció un poco altivo, un poco condescendiente.

—Estoy segura de que Ponter no le ha hablado de su mandíbula fracturada.

Pero Mary quiso asegurar su intimidad con el hombre.

—Me lo contó todo. Incluso he visto radiografías.

—Bueno, entonces debería comprender. Adikor ya había intentado matar una vez a Ponter, así que…

De repente Daklar se interrumpió y sus ojos se abrieron como platos mientras, al parecer, leía algún signo en la cara de Mary.

—No sabía que fue Adikor, ¿verdad? Ponter no le confió eso, ¿no?

Mary sintió que su corazón latía velozmente. No fue capaz de dar una respuesta.

—Bueno —dijo Daklar—, entonces yo tengo nueva información que darle. Sí, fue Adikor Huld quien golpeó a Ponter, en la cara. Entregué como prueba imágenes del archivo de coartadas de Ponter, donde se mostraba el ataque.

Mary y Colm habían tenido sus problemas (sin duda) pero él nunca le había pegado. Aunque sabía que era demasiado común, no podía imaginar seguir viviendo con un esposo que abusara de ella físicamente, pero…

Pero había sido sólo una vez y…

No. No, si Ponter hubiera sido mujer, Mary nunca hubiese perdonado a Adikor por golpearlo aunque sólo fuese una vez, igual que…

Odiaba pensarlo, lo odiaba cada vez que lo recordaba.

Igual que nunca había perdonado a su padre por haberle pegado una vez a su madre, hacía décadas.

Pero Ponter era un hombre, era físicamente igual a Adikor y… y sin embargo, nada —nada— excusaba esa conducta. ¡Golpear a alguien a quien supuestamente amas!

Mary no supo qué responderle a Daklar, y cuando hubo pasado el tiempo suficiente para que esto resultara obvio, la mujer neanderthal continuó:

—Así que verá, mi acusación contra Adikor no carecía de fundamento. Sí, ahora lo lamento, pero…

Se calló. Hasta el momento, Daklar no había mostrado ningún reparo en hablar, y por eso Mary se preguntó qué era lo que dejaba sin decir. Y entonces lo comprendió.

—Pero a usted la cegaba la idea de perder a Ponter.

Daklar ni asintió ni negó con la cabeza, pero Mary supo que había acertado.

—Bueno, pues —dijo Mary. No tenía ni idea de si Ponter le había hablado o no a Daklar sobre su relación con ella durante la primera vez que fue al mundo de Mary y…