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…y sin duda no había tenido oportunidad de hablar con Daklar de la relación que había cimentado desde entonces, pero…

Pero Daklar era una mujer. Podía pesar más de cien kilos y levantar el doble de esa cantidad, y podía tener vello suave en las mejillas. Pero era una mujer, un miembro femenino del género Horno, y sin duda captaba las cosas tan claramente como Mary. Si Daklar no estaba enterada del interés de Ponter por Mary hasta aquel día, sin duda lo estaba ahora. No sólo por lo cegadoramente obvio (que Ponter había traído a Mary para ocupar el lugar de su mujer-compañera muerta en la unión de su hija), sino por cómo Ponter miraba a Mary, lo cerca que permanecía de ella. Su postura, su lenguaje corporal, sin duda hablaban tan elocuentemente a Daklar como a Mary.

—Bien, pues, sí —dijo Daklar, repitiendo las palabras de Mary.

Mary miró hacia la fiesta de la boda. Pontcr trabajaba en el ciervo muerto con Jasmel, Tryon y Bal, pero no dejaba de mirar en su dirección. Si hubiera sido un gliksin, tal vez. Mary hubiese sido incapaz de leer su expresión a tanta distancia, pero los rasgos de Ponter, y sus emociones, estaban escritos en mayúsculas en su ancho rostro. Evidentemente, estaba claramente nervioso por la conversación que Mary y Daklar mantenían… y bien que podía estarlo, pensó Mary.

Centró su atención en la hembra neanderthal que tenía delante, los brazos cruzados delante de su ancho (pero no particularmente voluminoso) pecho. Mary había advertido que ninguna de las mujeres que había conocido allí, bueno, destacaban como lo hacía Louise Benoit. Suponía que con los machos y las hembras viviendo vidas casi separadas, las características sexuales secundarias no serían tan importantes.

—Él es de mi especie —dijo Daklar, simplemente.

Y en efecto lo era, pensó Mary, pero…

Pero…

Se negó a mirar a Daklar a los ojos y, sin añadir palabra, Mary Vaughan, mujer, canadiense, Homo sapiens, regresó junto al grupo que arrancaba la piel marrón rojiza del cadáver del animal que uno de ellos había matado solamente con su lanza.

Mary tuvo que admitir que la comida era excelente: la carne jugosa y sabrosa, y las verduras también. Le recordó un viaje que había hecho a Nueva Zelanda hacía dos años para asistir a un congreso: todos habían acudido a un festín hangi maorí.

Pero pronto se terminó y, para sorpresa de Mary, Tryan se marchó con su padre. Mary se inclinó hacia Ponter.

—¿Por qué se separan Tryon y Jasmel? —preguntó

Ponter pareció sorprendido.

—Todavía faltan dos días hasta que Dos se conviertan en Uno. Mary recordó las dudas que había sentido mientras recorría el camino hacia el altar con Colm, todos aquellos años atrás. Si se lo hubiera pensado bien, podría haberse echado atrás; después de todo, podría haber conseguido una verdadera anulación católica, no una de las falsas que algún día tendría que conseguir, si el matrimonio no se hubiera consumado.

Pero… ¡Dos días!

—Entonces… —dijo Mary lentamente y, haciendo acopio de valor, preguntó—: Entonces no querrás volver a mi mundo hasta cuando termine, ¿no?

—Es un momento muy importante para…

Se calló, y Mary se preguntó si había pretendido terminar la frase con «mi familia» o con «nosotros»… referido a su especie. Había, después de todo, una gran diferencia en las palabras…

Mary inspiró profundamente.

—¿Quieres que me vaya a casa antes de entonces?

Ponter inspiró también y…

—¡Papá, papá!

La pequeña Megameg corrió hacia su padre. Él se agachó para mirarla directamente a los ojos. —¿Sí, pequeña?

—Jasmel va a llevarme a casa ahora.

Ponter abrazó a su hija.

—Te echaré de menos —dijo.

—Te quiero, papá.

—Yo también te quiero, Megameg.

Ella se puso las manos en las caderas.

—Lo siento —dijo Ponter, alzando una mano—. Yo también te quiero, Mega.

La niña sonrió.

—Cuando Dos se conviertan en Uno, ¿podremos ir a otro picnic con Daklar?

Mary sintió que el corazón le daba un vuelco.

Ponter miró a Mary, y rápidamente bajó la cabeza, de modo que su arco ciliar le ocultó los ojos.

—Ya veremos.

Jasmel y Daklar se acercaron. Ponter se enderezó y se volvió hacia su hija mayor.

—Estoy seguro de que Tryon y tú seréis muy felices.

Una vez más, Mary se sintió extrañada por la frase. En su mundo, la palabra «juntos» habría ido unida a ese deseo, pero Jasmel y Tryon, aunque unidos ahora, iban a pasar la mayor parte de sus vidas separados. De hecho, presumiblemente Jasmel tendría otra ceremonia de unión en el futuro, cuando eligiera a su mujer-compañera.

Mary sacudió la cabeza. Tal vez sí que sería mejor que volviera a casa.

—Vamos —dijo Daklar, dando un paso al frente y dirigiéndose a Mary—, podemos compartir un cubo de viaje que nos lleve al Centro. Supongo que volverá a alojarse con Lurt, ¿verdad?

Mary miró un instante a Ponter, pero ni siquiera la novia iba a dormir con el novio esa noche.

—Sí —respondió.

—Muy bien —dijo Daklar—. Vamos.

Se acercó a Ponter y, después de un momento de vacilación, Ponter le dio un abrazo de despedida. Mary miró hacia otro lado.

Mary y Daklar hablaron poco durante el viaje de regreso. De hecho, después de unos momentos de embarazoso silencio, Daklar se puso a hablar con la conductora. Mary contemplaba el paisaje. En Ontario no quedaban prácticamente bosques antiguos, pero aquí los había en abundancia.

Por fin, la depositaron en la casa de Lurt. La mujer-compañera de ésta, y la propia Lurt, quisieron enterarse de todos los detalles de la ceremonia de unión, y Mary intentó complacerlas. El joven Dab parecía sorprendentemente bien educado, y permaneció calladito sentado en un rincón… pero Lurt explicó al cabo de un rato que estaba entretenido en una historia que le leía su Acompañante.

Mary sabía que necesitaba consejo, pero (¡maldición!) aquellas relaciones familiares eran tan complejas… Lurt Pradlo era la mujer-compañera de Adikor Huid, y Adikor Huid era el hombre-compañero de Ponter Boddit. Pero, si Mary entendía las cosas correctamente, no había ninguna relación especial entre Lurt y Ponter, igual que…

Igual que se suponía que no había ninguna relación especial entre Ponter, cuya mujer-compañera fue Klast Harbin, y Daklar Bolbay, que fue la mujer-compañera de Klast.

Y sin embargo resultaba evidente que mantenían una relación especial. Ponter no le había hecho ninguna mención de ello a Mary durante su primera visita a su Tierra, aunque había hablado a menudo de lo que consideraba que había perdido al ser transportado desde su mundo nativa, sin posibilidad aparente de regresar. Había hablado repetidamente de Klast, a quien ya había perdido, y de Jasmel y Megameg y Adikor. Pero nunca de Daklar… al menos, no como de alguien a quien echara de menos.

¿Podría ser nueva la relación entre ambos?

Pero si lo era, ¿hubiese dejado Ponter su mundo durante una temporada larga?

No, espera. Espera. No había sido una temporada larga: tres semanas transcurridas entre un par de Dos que se convierten en Uno. No podría haber visto a Daklar durante ese período aunque se hubiera quedado en casa.

Mary sacudió la cabeza. Necesitaba no sólo consejo… necesitaba respuestas.

Y Lurt parecía la única persona que podía proporcionarlas en el poco tiempo que quedaba entre ese momento y el siguiente Dos que se convierten en Uno. Pero tendría que estar con Lurt a solas… y no había ninguna posibilidad de lograr eso hasta el día siguiente, en el laboratorio.

Ponter estaba tumbado en un sofá que surgía de la pared de madera de su casa, contemplando la pintura del techo. Pabo, tendida en el suelo de hierba junto a él, dormía.